El nombre de la escuela donde ocurrió el incidente que narra el texto fue omitido a petición de la fuente.
Hace tres años, Roberto fue expulsado de la escuela primaria a la que asistía, luego de haber golpeado a uno de sus compañeros en la cara hasta fracturarle la nariz.
La escena ocurrió minutos antes de que terminara el recreo, cuando Miguel entró al salón de clases y sorprendió a Roberto sacando dinero de su mochila, lo que derivó en una discusión y después en una pelea. Roberto se lanzó contra el niño de apenas 8 años, lo empujó, lo tiró al suelo y comenzó a patearlo en el cuerpo, posteriormente, lo golpeó “a puño cerrado” en la cara.
No era la primera vez que ocurría, según lo relatado por la profesora Guillermina Aldama. En ocasiones pasadas, Roberto ya había mostrado actitudes violentas en contra de sus compañeros y compañeras, por lo que ya contaba con una carta compromiso firmada por sus padres.
Tras la investigación interna que realizaron las autoridades escolares, se recomendó a los padres de Roberto llevar a su hijo a terapias psicológicas, convivir más con él y retirar de su alcance videojuegos que contuvieran cualquier tipo de violencia física o psicológica, pues el niño había comentado que gran parte de sus días la pasaba jugando "porque sus papás sí lo dejaban".
“Ya se tenía un reporte previo en el que se advertía que el niño no jugaba con los demás y le costaba mucho trabajo relacionarse con la gente. Se la pasaba en el teléfono jugando e imitando el sonido de un arma al disparar, en los recreos no salía al patio y siempre llegaba con un cansancio extremo. En tareas escribía que le gustaba jugar con los videojuegos de sus primos donde el objetivo era matar gente, golpearla y robar”, dijo la pedagoga.
Una vez que fue expulsado, la institución perdió la pista del niño; sin embargo, en los últimos años, historias como la de Roberto se han repetido y dado a conocer a través de medios de comunicación.
El escándalo mediático ha orillado a las autoridades a pronunciarse al respecto, por lo que en la conferencia matutina del 20 de octubre, Rosa Icela Rodríguez, titular de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC) presentó un decálogo de ciberseguridad para proteger a los menores de edad, mientras juegan videojuegos en línea, que incluye medidas como no jugar ni chatear con desconocidos; establecer horarios de juego; no utilizar cuentas de correo electrónico personal, sino generar nuevas para jugar; no proporcionar datos personales ni datos telefónicos ni datos bancarios; y no usar micrófono ni cámara.
Además, sugiere no compartir ubicación; reportar aquellas cuentas agresivas o sospechosas; mantener la configuración de seguridad para los niños en los dispositivos, lo que llaman control parental; jugar bajo la supervisión de adultos; y en caso de detectar acoso, violencia o amenaza en contra de las niñas, niños o adolescentes mientras juegan, reportar al 088.
¿Pero realmente sirve este decálogo?
Al respecto, Felipe Gaytán Alcalá especialista en sociología, refirió que el decálogo traslada mucha responsabilidad a los padres de familia "lo cual es excesivo porque si bien tienen una responsabilidad, no son directamente los que tienen que estar vigilando a los niños", por lo que consideró urgente implementar la educación digital y en salud mental.
"Los niños le pueden dar la vuelta a los padres de familia porque están más inmersos en los temas digitales y de juegos. En términos generales, se necesita en los ámbitos familiares, sociales y escolares, que se impulse un tema de educación, que los niños sepan que es un juego, entender que es una realidad paralela, que no existe. Y revisar el tema emocional, hemos tenido temas depresivos y de ansiedad", resaltó.
Gaytán Alcalá afirmó que no se tienen que estigmatizar los videojuegos porque habilitan un ámbito lúdico y no necesariamente hay una causalidad directa entre videojuegos y violencia.
"Muchas cosas que tú no puedes hacer en la vida real, lo trasladas ahí, no tiene ninguna restricción. El Minecraft, el Free Fire es eta idea de poder hacer muchas cosas que en la realidad no puedes pero cuando no hay estos elementos familiares, emocionales, que han sufrido violencia, hay una correlación directa y que se puede potencializar en la realidad"
"No es una causalidad directa que un niño expuesto a videojuegos tenga un comportamiento violento o deje de ser sociable. El videojuego no es una causa que genere comportamientos antisociales o violentos por parte de los adolescentes", planteó.
