Hace 10 días, Jesamel Rodríguez murió tras recibir un balazo de los criminales que son dueños de Sinaloa. Sería incorrecto decir que un paseo de fin de semana en Altata le costó la vida a esta maestra, madre de dos pequeñas. No, en esta muerte, también, fue el Estado.
La obligación de un gobierno es brindar seguridad. En Sinaloa, desde el rapto de un capo, que como es público ha declarado que iba a encontrarse con el gobernador Rubén Rocha, el Estado ha sido incapaz de garantizar paz a la población.
Ese rapto, ocurrido en julio de 2024, desató una guerra entre bandas criminales que ha cobrado más de dos mil vidas, entre ellas la de Jesamel el sábado 13 de septiembre, fin de semana de puente patrio.
Cómo hacer para dimensionar esos más de dos mil asesinados. Sentados en el Auditorio Nacional rebasarían la quinta parte de las localidades. En las butacas de Bellas Artes no caben, nos faltarían unas 600. Es ridículo medirlo así, lo asumo. Sucede que, sin embargo, dos mil homicidios no es una medida que uno vaya por ahí poniendo en las tablas de equivalencia. A pesar de ello, intentemos de nuevo: la cifra oficial del terremoto de 2017 es de unos 400 fallecidos. En Sinaloa irían cinco terremotos como el de ese 19S.
Algunos dirán, con un cinismo fermentado, que a tal cifra habría que aplicarle una ley de relatividad, ésa que dice que “se matan entre ellos”, “algo habrán hecho”, “se lo buscaron”… como si no tuviéramos leva, policías corruptas, y un gobernador que se hablaba con El Mayo.
Otros, para seguir con frases huecas que normalizan el horror, llamarían a Jesamel “daño colateral”. A ver quién en el gobierno de Rochita, o para el caso de la presidenta Claudia Sheinbaum, le dice eso a sus hijas de tres meses y tres años al dar el pésame.
Una semana antes de que los criminales que mandan en Sinaloa mataran a Jesamel, miles de ciudadanos marcharon en Culiacán para decir un nuevo “basta ya”. Lograron mucho: mostrar que tienen más coraje que miedo, y lograron una derrota épica de ese que cobra pero no devenga el sueldo de gobernador: porque las y los sinaloenses en las calles fueron miles, mientras que la noche del Grito, Rochita no tuvo en la plaza quién le coreara “Viva México”.
¿Hay imagen más nítida de un político fracasado? Sí. La de las dos huérfanas de Jesamel. La de las zonas turísticas de Navolato que apenas se iban recuperando y ahora están de nuevo vacías. La de más de dos mil muertos… más los que se acumulen.
Hay otra imagen del fracaso del régimen en esta tragedia. La de Palacio Nacional que permitió que el 17 de septiembre le siembren a la presidenta estas frases sobre una visita a Sinaloa: “Observé una crisis de percepción de inseguridad originada principalmente por los medios conservadores de comunicación, porque para ellos vende más lo negativo que lo positivo (…) pude constatar que hay gobernabilidad y gobernancia (sic), de parte de la administración del gobernador Rubén Rocha, e incluso en Culiacán ya volvió la vida nocturna en esta ciudad (…) ¿usted también haría un exhorto a los medios de comunicación tradicionales para no seguir difundiendo más notas negativas, porque eso afecta a nuestra economía, a los estados y a nuestro país?”.
Ya salió el peine. No fue el Estado. Fueron los medios. Cuatro días después del asesinato de Jesamel en la tribuna más mediática del país se propone que se invisibilice la situación de violencia en Sinaloa, es decir, a las víctimas mortales, sean dos mil sin rostro o sea una de las más recientes con nombre, apellido e hijas: Jesamel Rodríguez, maestra y madre.