La feria

De lo que estamos hablando…

La presidenta Claudia Sheinbaum luce cual náufrago que se aferra a su islote en medio de escabrosas marejadas en las que, siendo generoso, ella no tiene vela.

Se suponía que de esto íbamos a estar hablando si en 2024 ganaba la oposición. El país estuvo lejos de dar una oportunidad a nadie, salvo a Morena, y henos aquí en conversaciones sobre la presunta corrupción o crímenes de guindas conspicuos. ¿Por qué?

Los hijos del primer matrimonio del expresidente López Obrador, un senador tan cercano a AMLO que fue su operador en Bucareli, una excorcholata y líder del Senado en el primer año de esta legislatura, un diputado afecto a compritas para lucirlas en sus redes sociales, un gobernador sin capacidad de convocar a la gente al Grito de Independencia, una gobernadora sin visa de Estados Unidos, un megaescándalo de unos marinos parientes del exsecretario de la Marina, unas tramas huachicoleras cada vez más enredadas, el hijo de un gobernador ligado a una empresa de esos marinos, compras de la administración a compañías fantasma… la lista de asuntos donde se presumen ilícitos o abusos de notorios personajes del régimen, o sus cercanos, sólo aumenta cada semana.

Da para un juego de lotería: elegir al azar el tema del que se quiera hablar sobre los escándalos de Morena. No son asuntos que una avezada oposición haya documentado ni que unos periodistas hayan descubierto. Son pus cuyo fluir parece incontenible.


El nuevo sexenio cumple un año con la casa patas arriba en eso de la honestidad valiente. La presidenta Claudia Sheinbaum luce cual náufrago que se aferra a su islote en medio de escabrosas marejadas en las que, siendo generoso, ella no tiene vela.

La inviabilidad del deslinde con el pasado a la vieja usanza consume energía, tiempo y margen de maniobra a una ejecutiva que busca componer el destartalado rumbo que le heredaron, y encima, tal empresa cada día se antoja menos factible sin tirar lastre por la borda.

El expresidente es íntegro, dijo ayer la presidenta en una defensa tan vehemente como leal, mensaje clave para mantener aglutinado al movimiento. No es mala estrategia el “Viva AMLO”, pero no alcanza para acallar el azoro por los cadáveres de 2018-2024 que desbordan el clóset.

Tienen el Poder Judicial, un solícito fiscal general de la República, los dos mayores órganos electorales, simpatía del Banco de México, a los líderes de las organizaciones patronales en modo genuflexión, sindicatos comiendo de la mano, medios pidiendo que les digan qué voces contratar, a Estados Unidos metido sólo en su agenda –la cual complacen sin respingo–, mercados internacionales que especulan con gusto en la economía mexicana, una oposición en términos generales sin luces, gobernadores de otros colores que compiten a ver a quién se le nota menos que mueren de miedo de no gritar “Viva Claudia”, colectivos de derechos humanos desarticulados en su capacidad de movilización, clases bajas y medias felices con los conciertos gratis, clases altas y medias felices con pagar lo que sea en conciertos y restaurantes, una estrategia anticrimen a la que todo mundo prefiere darle el beneficio de la duda –a la estrategia y al instrumentador de la misma, no vaya a ser que acabe siendo el tapado–, y, en términos generales, una complacencia con el desastre capitalino de: mira, no le hace que la CDMX se pierda, que al cabo yo me voy a Madrid… Morena goza, pues, del control que nadie había tenido en décadas; ¿por qué entonces hablamos de falsos amparos buscadores para hijos del expresidente y marinos que ahora resulta que quieren aplauso por no haber ocultado su corrupción?

De lo que estamos hablando es de que el primer sexenio –con su desabasto de medicinas, tolerancia a criminales y corruptos, y desvaríos energéticos– no cabe en el pasado. Los fantasmas de sus abusos, negligencia y falta de probidad espantan el discurso de un México diferente. Aun si la oposición luce tan débil. ¿Cómo sería ésta si hubiera ganado?

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