Hace 15 años, Alfredo Castillo fue citado por el entonces gobernador Enrique Peña Nieto. El escándalo de la desaparición de la niña Paulette tumbó al procurador mexiquense Alberto Bazbaz. El mandatario tenía un mensaje para Castillo: “Me la debes”.
La opinión pública no le perdonó a Bazbaz el enredo policiaco de una niña buscada por días para, increíblemente, ser localizada en su mismísima cama. EPN destituyó a su amigo para que su aspiración presidencial no se empantanara. Y para cuidarse las espaldas.
Van a sobrar los que te digan que ellos te propusieron al puesto, que se la debes a éste o aquél, que te quede claro que sólo me la debes a mí, fueron, palabras más palabras menos, los términos usados por Peña Nieto al recibir a Castillo, el nuevo procurador del Edomex.
Las fiscalías mexicanas nunca fueron independientes y Morena dinamitó la ruta que distintos entes propusieron para avanzar en tal sentido. Esa autonomía era perseguida como solución a la discrecionalidad e incluso a la improvisación. Como garantía, supuestamente, de imparcialidad.
Ahora Morena quiere que los fiscales estatales sean un apéndice del Ejecutivo, una iniciativa que hará más poderosos –no necesariamente más justos– a los mandatarios, quienes pondrán, naturalmente, a alguien que se las deba.
La cosa con la Fiscalía General de la República es más compleja. Su actual titular tiene un mandato por nueve años (culmina en 2028) y el cambio sexenal de 2024 ha confirmado una de las características de Alejandro Gertz Manero: su capacidad para adaptarse al entorno.
En la era Gertz Manero de la FGR sobran escándalos, casos que harían lucir a Peña Nieto en el affaire Paulette-Bazbaz como riguroso demócrata. Pero lo sucedido estos años, además de reseñado, no es el tema de esta entrega, sino qué hará el fiscal con Morena en llamas.
Parte de lo más destacable del cambio sexenal es la armonía que proyecta el gabinete de seguridad y en éste destaca el fiscal Gertz Manero. Se ha vuelto una presencia mucho más frecuente y de su proclividad presidencial da cuenta su abordaje del caso Teuchitlán.
Gertz Manero es un vocero de la narrativa de Claudia Sheinbaum. Lo demostró cuando, tras descubrirse un campo criminal en la mencionada población de Jalisco, el fiscal desinfló la posibilidad de que fuera un lugar de exterminio y cargó las tintas al gobierno estatal.
Y este mes el fiscal ha confirmado esa colaboración ni más ni menos que en el ruidoso y grave expediente de marinos huachicoleros. Para Gertz Manero ha sido más importante minimizar un deceso bastante coincidente, que ofrecer una investigación exhaustiva al respecto.
La sintonía entre las palabras del fiscal sobre el suicidio de un marino (“es un hecho que no es un delito federal, es una situación totalmente de orden personal a la que debemos de tener un gran respeto”), con el “no te voy a contestar” de Sheinbaum a un reportero que también pedía postura sobre esas muertes, es notable.
El problema es que, a diferencia de fiascos de la FGR (ejemplo: caso Emilio Lozoya vs. panistas en el expediente Odebrecht), lo que ha comenzado a estallar en la opinión pública son escándalos cien por ciento morenistas, o habría que decir puramente obradoristas.
Andrés Manuel López Obrador puso a Gertz Manero. ¿Qué peso va a tener una lealtad de éste a aquél a la hora de investigar a la Marina o a, digamos, Adán Augusto López Hernández por La Barredora tabasqueña?
La presidenta Sheinbaum tiene la respuesta. O debería tenerla. Porque su sexenio queda en medio de esa interrogante. ¿A quién responde Gertz? ¿A Palenque o a Palacio?