La construcción en México vive uno de sus momentos más complejos en años.
En septiembre de 2025, el sector registró una caída anual de 7.2% y se convirtió en el principal lastre de una actividad industrial que acumula meses en terreno negativo. En agosto (última cifra disponible) el valor de la producción de las empresas constructoras se desplomó 19.1% anual.
La causa principal, mas no única, de la caída está en la obra pública: en agosto, el valor de las obras contratadas por el sector público se hundió 30.8% anual, mientras que las obras de ingeniería civil acumulan en el año una contracción cercana a 27%, tras la conclusión de megaproyectos como el Tren Maya y la refinería de Dos Bocas.
Por tipo de obra, petróleo y petroquímica ilustran el ajuste: en agosto registró una contracción anual de 71.8%. En paralelo, el personal ocupado total en la construcción cayó 11.5% anual y las horas trabajadas se redujeron 13.5%, señales de enfriamiento del mercado laboral.
En contraste, la obra privada muestra una caída mucho más moderada, de 4.8% anual. También resiente la incertidumbre económica y las tasas de interés todavía altas, pero su desempeño sugiere mayor resiliencia que la obra pública.
La geografía de la crisis también muestra polarización. Desde el arranque de 2025, estados que alojaron grandes proyectos federales registran desplomes abismales: Quintana Roo ha visto caídas de alrededor de 81% en valor de producción, mientras Tabasco y Campeche acumulan retrocesos de dos dígitos al apagarse los recursos del Tren Maya y Dos Bocas.
En el otro extremo, algunos estados se convierten en ganadores. Tlaxcala ha reportado variaciones anuales superiores a 50%, y la Ciudad de México creció cerca de 49.7%, impulsada por infraestructura metropolitana e inmobiliaria. Varios estados del norte y el Bajío, como Sonora y Guanajuato, también registran crecimientos de doble dígito.
Pese al panorama sombrío, el sector tiene motivos para un optimismo cauteloso. La relocalización de empresas manufactureras representa una ventana histórica: se estima que entre 2025 y 2026 la construcción de espacios industriales vinculados al nearshoring podría crecer alrededor de 25%, mientras México captó en el primer semestre de 2025 una Inversión Extranjera Directa de 34 mil 265 millones de dólares, un máximo histórico.
Estados como Nuevo León, San Luis Potosí y Guanajuato concentran parte de esa ola, con proyectos de diversas empresas automotrices que exigen nueva infraestructura de soporte.
El presupuesto federal también incorpora nuevas palancas. El Presupuesto aprobado planea un crecimiento real de la inversión pública de 10 por ciento, mientras que el programa de vivienda del gobierno federal planea la construcción de 250 mil viviendas para el próximo año.
La incertidumbre generada por las políticas arancelarias de Estados Unidos es otro foco de presión. A finales de septiembre, se impusieron aranceles de 10% a las importaciones de madera blanda y de 25% a gabinetes de cocina y muebles de madera, medidas que afectan a proveedores mexicanos y encarecen insumos clave para la edificación.
Cálculos de la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC) y de desarrolladores estiman que los costos de construcción podrían cerrar 2025 con alzas de 10% por la combinación de aranceles y encarecimiento de insumos, con el acero entre los más presionados.
Las tasas de interés, pese a los recortes de Banxico que llevaron la tasa de referencia a 7.25%, siguen restringiendo el financiamiento para muchos proyectos privados.
Además, problemas estructurales como el déficit de infraestructura energética, la escasez de mano de obra calificada y el rezago en digitalización amenazan la capacidad del sector para capitalizar el nearshoring.
Si la construcción no vuelve a tomar aliento, será difícil que el conjunto de la economía crezca de manera significativa. Este sector no solo es un termómetro de la actividad productiva, sino que jala y empuja diversas cadenas de valor en toda la economía.
Más nos vale a todos que se recupere.
