En octubre se presentó el mayor volumen de recortes de empleo en las empresas norteamericanas en los últimos 22 años.
Los despidos registrados por Challenger, Gray and Christmas, empresa especializada en reclutamiento, fueron de 153 mil personas, lo que prácticamente triplicó el dato del mismo mes del año pasado.
Entre las causas más recurrentes de los despidos aparece de manera explícita la adopción de herramientas de inteligencia artificial (IA), junto con recortes de costos y un consumo que pierde fuerza.
El desplazamiento de trabajos a partir del uso de herramientas de IA no es una predicción: es algo que ya registran los departamentos de recursos humanos.
¿Significa eso un cataclismo laboral inmediato? No por lo pronto, pero sí un cambio estructural en el mercado laboral.
Veníamos de un mercado con escasez de trabajadores tras la pandemia. Ahora, el ajuste toma forma de olas selectivas en varios sectores: tecnología, medios, centros de contacto, back-office y funciones administrativas estandarizables.
Octubre parece haber marcado un punto de quiebre. La IA no explica todos los despidos, pero ya aparece como motivo frecuente en los reportes corporativos.
La historia de los cambios tecnológicos ofrece una guía de lo que probablemente sucederá. Cuando llegaron los cajeros automáticos, los bancos no desaparecieron: cambiaron. Menos ventanilla, más ventas y asesoría. Con las hojas de cálculo, cayeron los capturistas y surgieron más analistas. En la robótica automotriz, se perdieron tareas repetitivas y nacieron técnicos especializados.
La constante es incómoda: se pierden empleos y se crean otros, pero no para las mismas personas, ni al mismo tiempo ni en el mismo lugar. Esa desalineación —de habilidades, sector y geografía— es la semilla de una tensión social que veremos crecer.
Hay, además, una aritmética global que debe tenerse en cuenta. El Foro Económico Mundial estima que la adopción de la IA creará millones de puestos, pero desplazará también millones de roles, con un saldo neto positivo pero desigual.
La demanda de habilidades se reconfigura hacia razonamiento, manejo de datos y dirección de procesos con IA, mientras declina el valor de tareas rutinarias de oficina.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) enfatiza un matiz crucial: no todos los empleos expuestos son automatizables en el corto plazo. La exposición alta recae sobre todo en funciones de oficina y administrativas.
¿Y México? Aquí hay una ventana de oportunidad, pero también un riesgo de complacencia.
La OCDE calcula que alrededor del 19% de los trabajadores en México están expuestos en el corto plazo a la IA generativa —siete puntos por debajo del promedio del organismo (26%)— por la estructura ocupacional y el grado de digitalización.
Esto podría traducirse en un ritmo más gradual de disrupción, pero no en inmunidad: donde hay cadenas digitalizadas (manufacturas exportadoras, servicios financieros, retail moderno), el impacto será temprano. Sectores con baja adopción digital pueden posponer el golpe, pero a costa de perder productividad y competitividad.
El mensaje para las estrategias educativas, las políticas públicas y las empresas es claro: hay que actuar desde ya.
En las empresas, se debe hacer un diagnóstico fino de tareas, no solo de puestos: ¿qué procesos se pueden automatizar o complementar con IA? También se requiere formación masiva y breve para la transición: datos, análisis, gestión de flujos con IA, diseño de prompts.
En políticas públicas se deben reforzar redes de seguridad: seguro de desempleo transitorio, reconversión con cofinanciamiento empresa-gobierno y certificaciones reconocidas.
Para las empresas mexicanas, la ecuación es estratégica. La IA ya ofrece ventajas de costos y velocidad. Tardarse en instrumentarla es regalar margen. Pero adoptarla sin considerar las repercusiones para la gente es invitar al conflicto: plantillas asustadas, sindicatos a la defensiva, clima político adverso.
La salida inteligente combina casos de uso de alto retorno con rutas de capacitación que permitan a una parte relevante de la plantilla cruzar el puente hacia los nuevos roles.
Es inevitable: habrá pérdida de empleos y también habrá nuevos. Lo que define la década no será la cantidad, sino la capacidad de empatar a los perdedores de hoy con las vacantes de mañana.
Si México usa su amortiguador de exposición para avanzar rápidamente en habilidades, la IA será palanca de productividad. Si se duerme, llegará el mismo ajuste, solo que con más dolor y menos futuro.
Ayer se presentó el Centro Público de Formación en Inteligencia Artificial. Ojalá funcione.
