Arrancamos la semana con dos noticias muy relevantes en el ámbito comercial.
Por un lado, Washington y Beijing anunciaron haber acordado un “marco” para un entendimiento que podría extender la tregua arancelaria vigente y abrir la puerta a un arreglo más amplio en los próximos días, evitando la aplicación del 100 por ciento adicional de aranceles con el que amenazó Trump.
Por el otro, la presidenta Claudia Sheinbaum informó ayer por la mañana que, tras una llamada del fin de semana con Donald Trump, se extenderá “unas semanas” la fecha límite del 1 de noviembre, por lo que no habrá nuevos aranceles a México mientras sigan las conversaciones sobre 54 barreras no arancelarias señaladas por la Oficina Comercial de la Casa Blanca (USTR).
El “marco” entre Estados Unidos y China no es aún un tratado ni un listado cerrado de concesiones. Pero sí evita la escalada que rondaba en vísperas del encuentro Trump-Xi a realizarse el jueves.
Señales de que China reactivaría compras agrícolas y de que ambos lados moderarían controles a exportaciones sensibles refuerzan esa lectura. Un alto al fuego prolongado despresuriza cadenas globales y, sobre todo, evita que el péndulo proteccionista se lleve a terceros países en el reflujo.
Para México, la decisión de postergar el 1 de noviembre es muy importante en la coyuntura, ya que el escaso crecimiento de este año se obtuvo fundamentalmente a partir del impulso del sector exportador.
La estrategia de Sheinbaum contrasta con los efectos confrontacionistas de Canadá. El afán electoral de un gobernador, Doug Ford en Ontario, causó por lo pronto, un 10 por ciento más de arancel.
Desde agosto había un reloj corriendo para México: si no había avances, EU activaría nuevos gravámenes. La prórroga concede margen para destrabar esas 54 fricciones no arancelarias —desde certificados hasta inspecciones— que en la práctica traban más que un arancel mal puesto. Y envía un mensaje: el canal político entre Sheinbaum y Trump funciona para administrar tensiones.
Este respiro llega con cifras frescas que subrayan la importancia del acuerdo.
El INEGI reportó que las exportaciones de septiembre sumaron 56 mil 488 millones de dólares, un salto anual de 13.8%. Las importaciones alcanzaron 58 mil 887 millones, un alza de 15.2% anual. El mes cerró con un déficit muy moderado cercano a 2 mil 400 millones: más dinamismo, sí, pero también mayor tracción de la demanda interna y de insumos para la industria.
La composición importa. El motor sigue siendo la manufactura no petrolera orientada a Estados Unidos. Si la tregua EU-China no va más allá de evitar el arancel adicional de 100 por ciento, México preserva una ventaja relativa: acceso preferencial a su principal mercado sin el ruido de una guerra arancelaria en su entorno inmediato. Si además se destraban las barreras no arancelarias, la ganancia no es marginal: menores tiempos y costos en frontera equivalen a puntos de competitividad que no requieren subsidios ni exenciones fiscales.
Claro que también hay riesgos. Un pacto EU-China que sólo congele el status quo, sin reglas claras para tecnologías sensibles o insumos críticos, podría mantener una nube de incertidumbre sobre decisiones de inversión a largo plazo. Y si la prórroga con México se traduce en semanas de ambigüedad, algunas órdenes podrían posponerse en lo que se confirma que no habrá sobresaltos. La ventana para convertir la “tregua” en certidumbre es breve.
¿Qué sigue? Primero, consolidar las tendencias del comercio exterior que se revelaron en septiembre. Con exportaciones creciendo a doble dígito y una importación de bienes intermedios e insumos al alza, hay señales de una manufactura que quiere acelerar. Segundo, usar el tiempo extra para un “paquete de facilitación” con Estados Unidos: homologar criterios sanitarios y técnicos, digitalizar aún más los cruces, y acordar calendarios de verificación que no se conviertan en cuellos de botella. Tercero, blindar sectores sensibles —autopartes, acero, agro— con inteligencia de cumplimiento y trazabilidad, aun si no se consigue eliminar las barreras que impuso Estados Unidos.
En resumen: el probable entendimiento EU-China baja el volumen a la geopolítica comercial global; la prórroga del 1 de noviembre evita un golpe innecesario a nuestra frontera, y las cifras del INEGI confirman que el aparato exportador mexicano sigue de pie y en forma.
No es hora de cantar victoria, pero sí de jugar a la ofensiva: reducir barreras, acelerar logística y convertir la pausa en certidumbre.
Si lo logramos, el 2025 puede cerrar con una industria menos temerosa del titular mañanero y más decidida a invertir donde ya gana: junto a su mayor mercado.
