Coordenadas

El dividendo arancelario vs. el riesgo país. ¿Quién ganará?

Los aranceles estadounidenses no son uniformes. Son un mosaico que combina un arancel base, capas sectoriales, medidas heredadas contra China y órdenes ejecutivas puntuales… con una pieza clave: exenciones por país que benefician a México y Canadá.

En este mundo de paradojas en el que vivimos, México tiene hoy algo que podríamos denominar un “dividendo arancelario” que no es retórica: es ventaja medible.

En un mundo que construye murallas comerciales, la red de tratados de México mantiene puertas preferenciales abiertas justo cuando Estados Unidos elevó de forma sustantiva sus gravámenes efectivos y el resto del planeta navega en la incertidumbre.

Diversas fuentes documentan este dividendo. Le refiero tres de gran relieve: el Global Economic Outlook que publicó esta semana el FMI; The Budget Lab de la Universidad de Yale; y el Global Trade Alert, una iniciativa europea de seguimiento de políticas comerciales.


Los resultados de los análisis convergen: México tiene ventajas.

El FMI ha documentado que, tras los picos de abril, las tasas efectivas de Estados Unidos convergieron para la mayoría de países a un rango de 10%-20%, muy por encima de 2024.

Sin embargo, los aranceles estadounidenses no son uniformes. Son un mosaico que combina un arancel base, capas sectoriales (acero y aluminio, por ejemplo), medidas heredadas contra China y órdenes ejecutivas puntuales… con una pieza clave: exenciones por país que benefician a México y Canadá.

The Budget Lab de Yale calcula que, al 26 de septiembre de 2025, los consumidores norteamericanos enfrentan una tasa arancelaria efectiva promedio de 17.9%, el nivel más alto desde los años 30 del siglo pasado.

Para el hogar norteamericano promedio, se estima que el impacto de precios ascienda a 1.7% en el corto plazo (alrededor de 2 mil 400 dólares) y que el PIB real de EU se recorte en 0.5 puntos porcentuales en 2025 por los nuevos aranceles.

En ese entorno, cada punto de ventaja arancelaria vale más: reduce costos marginales, acorta tiempos de despacho y mejora la certidumbre de precios para contratos de suministro. En el análisis de Yale, México carga un arancel promedio de 7.4%, poco más de 10 puntos por debajo del promedio global.

Además, mientras exportadores de otras regiones que venden a Estados Unidos sufren la superposición de arancel base + medidas sectoriales + filtros de reglas de origen, México cuenta con tres amortiguadores: i) cero o baja tarifa bajo T-MEC; ii) CPTPP (el otrora Transpacífico) para abastecer y escalar en Asia-Pacífico sin pagar peajes relevantes; y iii) acceso europeo con disciplinas actualizadas.

El resultado práctico es que, para los comités de inversión en las empresas, México ofrece una ecuación más estable en costos y mayor previsibilidad de cumplimiento normativo.

Ahora bien, la ventaja no es automática. Hay condiciones que la pueden convertir en ventaja estructural:

-Cumplimiento quirúrgico de reglas de origen. Las áreas críticas son trazabilidad de insumos sensibles (acero/aluminio, baterías, componentes electrónicos) y auditorías internas que soporten verificaciones.

-Política industrial de contenido regional. El mejor arancel es el que no se paga. Empujar integración en autopartes, eléctricos, dispositivos médicos y agroprocesado —con encadenamientos en Mipymes— reduce el riesgo de caer en zonas grises.

-Certidumbre doméstica. El ancla arancelaria rinde si la gobernanza interna no introduce un “riesgo México” que pese más que el “dividendo arancelario”. El FMI llama la atención sobre cómo la incertidumbre deprime la inversión: si el futuro es nebuloso, se pospone.

El mensaje para la agenda económica del país es nítido: hay que convertir el “dividendo arancelario” en ventaja estructural.

¿Cómo hacerlo?

Obviamente, el factor esencial es la construcción de la confianza, derivada de la permanencia de estas ventajas tras el fin de la pausa de los 90 días que dio Trump —y que vence en los primeros días de noviembre—, y de una renegociación exitosa del T-MEC.

Pero, además, habría cosas específicas por hacer, como un trabajo quirúrgico de acompañamiento de proyectos que despeje cuellos de botella en permisos, energía y logística.

Además, la existencia de convenios de cumplimiento sectoriales que estandaricen trazabilidad y eviten incumplimientos involuntarios.

Y, de modo destacado, para crear confianza, la difusión de estadísticas homologadas y verificables sobre inversiones que crucen anuncios contra avances físicos y financieros.

El ‘efecto demostración’ es relevante ahora. El ejemplo de las inversiones realmente hechas puede arrastrar mucho más que decenas de declaraciones.

México tiene la geografía, la red de tratados y la ventana de tiempo para hacer realidad el nearshoring.

La clave es que el “riesgo país” no vaya a derrotar al “dividendo arancelario”.

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