Coordenadas

La historia interminable: se nos cae la inversión

La cartera de inversiones de muchas empresas sigue lista, pero en compás de espera. Eso se aprecia en la construcción de decenas de nuevos parques industriales.

El viernes pasado, el INEGI volvió a reportar una caída de la inversión fija bruta, en este caso la correspondiente al mes de julio.

El retroceso fue de -7.2 por ciento a tasa anual, a pesar de haber crecido en 1.6 por ciento respecto a junio.

Ojala el crecimiento mensual fuera un augurio de un cambio de tendencia. Sin embargo, hay elementos que nos hacen pensar que se trata solamente de un repunte aislado, ya que derivó sobre todo de un crecimiento atípico de 23.5 por ciento en la adquisición de equipo de transporte importado, un rubro que tiene fluctuaciones muy amplias y es muy poco estable.


Los datos más recientes ofrecidos por la Secretaría de Hacienda muestran que hasta el mes de agosto la inversión física que realiza el sector público federal decreció en -33.7 por ciento en términos reales y específicamente en agosto cayó en -15.9 por ciento.

¿Por qué sigue cayendo la inversión productiva en México a pesar de la frecuencia con las que diversas empresas acuden a la conferencia mañanera a hacer anuncios de inversiones?

Las principales razones son las siguientes.

1. El agotamiento del impulso de las obras públicas. Tras el pico de 2024 por los megaproyectos, la inversión física del sector público se frenó. Aunque las autoridades han señalado que este impacto deriva de que el año pasado fue atípico, el nivel de este año está también 20.2 por ciento por abajo del 2023.

2. Menor apetito privado ante la incertidumbre. El Índice de Confianza Empresarial que reporta INEGI permaneció por debajo del umbral de expansión (49.4 puntos) en septiembre, aunque subió 0.1 mes a mes, cayó 1.6 puntos contra un año antes. Las expectativas mejoran a cuentagotas, lo que es insuficiente para detonar nuevos proyectos de largo aliento.

3. Entorno externo también lleno de incertidumbres. La mayor cautela de las empresas frente a las tensiones derivadas de la política comercial de Estados Unidos ha enfriado pedidos, decisiones de ampliación de capacidad y sobre todo proyectos nuevos.

4. Tasas reales de crédito todavía exigentes y cuellos de botella específicos. Aunque la política monetaria entró en fase de alivio, el costo real del financiamiento sigue pesando sobre proyectos nuevos que requieren recursos, al tiempo que persisten cuellos de botella en permisos y energía.

En suma: el “impulso transitorio” de 2024 se desvaneció, la obra pública se normaliza, la confianza no despega y el entorno externo manda señales mixtas.

Hay que reiterarlo, de no ser por el impulso exportador del primer semestre del año, en lugar de un crecimiento promedio (a cifras originales) del PIB, de 0.4 por ciento, hubiéramos caído en -3.8 por ciento.

Lo paradójico es que la cartera de inversiones de muchas empresas sigue lista, pero en compás de espera. Eso se aprecia en la construcción de decenas de nuevos parques industriales.

La AMPIP (Asociación Mexicana de Parques Industriales Privados) estima que entre este año y en 2030 habrán de construirse en el país 106 nuevos parques.

Lo que se requiere es detonar la inversión.

Para hacerlo se necesitan acciones que muevan las expectativas de los empresarios.

· Certidumbre regulatoria y judicial: compromisos explícitos —con plazos— de no cambiar reglas del juego en sectores estratégicos; fortalecer mecanismos de arbitraje y cumplimiento de contratos, y muestras de que el nuevo Poder Judicial va a ser imparcial. Esto elevaría la confianza empresarial, que hoy está debajo de 50 puntos, lo que implica contracción.

· Reactivar inversión pública de alta productividad: priorizar proyectos con rentabilidad social clara (logística, agua, transmisión eléctrica) y empujar esquemas APP; evitar picos y valles presupuestales que desorganizan cadenas constructoras.

· Energía suficiente y limpia: planes garantizados de capacidad y redes para que el nearshoring no se frene por falta de electricidad o gas, pues es la principal restricción que reportan empresas manufactureras.

· Certidumbre en la relación con Estados Unidos: mientras no quede claro que México seguirá teniendo una ventaja relativa en materia de aranceles y que la renegociación del T-MEC no es una amenaza, persistirá esta fuente de incertidumbre.

· Seguridad y Estado de derecho: la inversión no se decide en conferencias, sino en polígonos industriales; mejorar la protección a transporte y obras podría reducir costos y riesgos inmediatamente.

Los acontecimientos de 2025 nos dejan una lección: la inversión no se “convoca”, se convence.

Si el Estado ofrece certidumbre y reglas claras; si la banca acerca recursos de manera paciente; y si el comercio exterior sigue abierto y predecible, veremos surgir una nueva oleada de proyectos.

Necesitamos hacerlo si no queremos vivir un estancamiento prolongado en los próximos años.

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