Coordenadas

Sí es oro lo que más reluce… en la incertidumbre

La lección histórica es clara: cada vez que el sistema financiero tambalea o la política genera dudas, el oro aparece como refugio universal.

El oro volvió a ser noticia. Ayer alcanzó un máximo histórico de alrededor de 3 mil 607 dólares por onza, un nivel nunca antes visto y que consolida al metal precioso como el refugio por excelencia en tiempos de incertidumbre.

El alza de ayer no es un episodio aislado, sino una parte de un proceso en el que confluyen temores globales, dudas sobre la política monetaria estadounidense, tensiones geopolíticas y la persistente búsqueda de activos que preserven valor.

La historia reciente muestra que el oro siempre ha reflejado las angustias de su época.


En 1971, cuando Richard Nixon puso fin a la convertibilidad obligatoria del dólar en oro, a una cotización de 35 dólares por onza, se desató un ciclo de volatilidad que rompió con la estabilidad del sistema monetario de la posguerra que se había establecido en Bretton Woods en 1944.

La decisión de 1971 abrió la puerta a un alza sostenida del metal en la década de los setenta, marcada también por crisis petroleras y fuertes presiones inflacionarias. En esos años, el oro pasó de valer poco más de 40 dólares la onza a rozar los 200, convirtiéndose en termómetro de la desconfianza monetaria.

Más tarde, en los años dos mil, la historia volvió a repetirse bajo un contexto distinto.

El auge de las materias primas impulsado por China y las economías emergentes elevó el precio del oro, que ganó fuerza adicional con la crisis financiera de 2008.

El desplome de Lehman Brothers llevó por primera vez al metal por encima de los mil dólares la onza, en un momento en que los inversionistas huían de los activos financieros tradicionales y buscaban seguridad en el oro.

Esa tendencia se reforzó en la siguiente década, cuando la política monetaria expansiva de la Reserva Federal volvió a poner en duda la solidez del dólar y empujó a nuevos compradores hacia el metal.

En la pandemia del 2020, la incertidumbre global empujó nuevamente al oro, ahora por encima de los 2 mil dólares.

Pero es en 2025 cuando el ascenso ha sido más vertiginoso: de los poco más de 3 mil dólares en marzo se ha escalado a más de 3 mil 500, ahora en septiembre, un salto cercano al 34 por ciento en apenas unos meses.

Ayer, de hecho, el oro cerró en 3 mil 607 dólares por onza, algo que nunca se había visto en la historia.

Esta vez los factores son múltiples y se entrelazan de forma inédita.

Por un lado, los mercados anticipan que la Reserva Federal recortará las tasas de interés, lo que reduce el atractivo de los bonos y refuerza al oro como refugio.

A ello se suma la debilidad del dólar, que abarata la compra del metal para quienes operan con otras divisas, y la creciente percepción de que la independencia de la Fed está bajo presión política.

La posibilidad de que decisiones monetarias respondan a cálculos partidistas alimenta la búsqueda de activos que se perciban inmunes a la manipulación gubernamental.

Los bancos centrales han sido actores clave en esta coyuntura. En los últimos años han incrementado sus reservas en oro como parte de una estrategia de diversificación frente al dominio del dólar.

En un entorno de tensiones geopolíticas, con guerras activas y amenazas de nuevos conflictos comerciales, el oro se convierte en una póliza de seguro que ningún banco central quiere dejar de lado.

Al mismo tiempo, inversionistas institucionales y minoristas han incrementado sus compras como cobertura frente a riesgos inflacionarios y a un eventual deterioro de la economía global.

El récord alcanzado ayer plantea implicaciones profundas.

En lo inmediato, refleja la fragilidad de la confianza en los activos tradicionales denominados en dólares.

A mediano plazo, sugiere que el sistema financiero internacional podría transitar hacia un equilibrio más diversificado, en el que el oro y quizás otras materias primas recuperen protagonismo en las carteras de inversión y en las reservas oficiales.

También muestra que la economía mundial convive con un grado de incertidumbre estructural: no se trata de una crisis puntual, sino de un escenario prolongado en el que la volatilidad se ha normalizado.

La pregunta ahora es qué sigue.

Algunos analistas anticipan que el oro podría escalar hasta los 4 mil dólares en los próximos 12 meses si se confirma un ciclo de bajas de tasas y persiste la presión política sobre la Reserva Federal.

Otros consideran que el precio encontrará resistencias si la inflación se modera, el dólar recuperaría fortaleza y el oro probablemernte se debilitaría.

Lo cierto es que el oro vuelve a estar en el centro del tablero económico global, como lo ha estado en cada gran crisis de las últimas cinco décadas.

La lección histórica es clara: cada vez que el sistema financiero tambalea o la política genera dudas, el oro aparece como refugio universal.

Lo que ayer vimos con un nuevo récord es menos un dato de mercado que un síntoma de la época: el mundo atraviesa una fase de incertidumbre prolongada y el oro, una vez más, se ha convertido en el espejo de ese desconcierto.

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