Coordenadas

México lidera AL en su diversidad económica

México aparece, por primera vez en mucho tiempo, no como un seguidor rezagado en los rankings internacionales, sino como un actor con una base sólida que lo coloca a la altura de países de ingreso medio alto que han logrado dar saltos significativos hacia la modernización industrial.

México es el país líder de América Latina en lo que la Universidad de Harvard denomina la “complejidad económica”.

Creo que el nombre no es muy afortunado pues pareciera referir a las dificultades para operar en la economía. Pero no, se refiere a algo muy diferente. El Índice de Complejidad Económica (ICE o ECI, por sus siglas en inglés) es un indicador desarrollado por un equipo encabezado por Ricardo Hausmann que mide la sofisticación y diversificación de las capacidades productivas de un país, ciudad o región.

Calcula cuánto conocimiento productivo acumula una economía, evaluando tanto la variedad de productos exportados como su rareza global.


Es decir, países que exportan muchos bienes distintos, y a su vez exportan bienes que pocos pueden producir, obtienen puntajes altos en este índice.

Este índice no solo describe, sino que de acuerdo a sus autores, también puede anticipar el crecimiento económico futuro mejor que los indicadores tradicionales de gobernanza, competitividad o capital humano.

Los últimos datos del ranking y de este índice corresponden al año 2023.

Los datos del ranking muestran que el país número uno del mundo en esta medición es Singapur.

Los siguientes cuatro, para completar el “top five” son Suiza, Japón, Taiwán y Corea del Sur.

Es de destacarse que salvo el caso de Suiza, todos los demás de este grupo son países asiáticos.

No es casualidad que la zona del mundo con mayor crecimiento sea Asia.

Y, ¿dónde queda México?

Estamos en el lugar 17 de un universo de 145 países analizados.

La posición de nuestro país sin duda es mejor que la que tenemos en otros rankings.

Por ejemplo, el índice de competitividad del IMD para 2025 señala que México ocupa la posición 55 de 69 economías analizadas, y en la región están delante de nosotros Chile y Colombia.

En el análisis de Harvard, claramente, México encabeza América Latina.

Ese lugar 17 que tiene México en el Índice de Complejidad Económica no es un dato menor.

Se trata de una radiografía de las capacidades productivas que el país ha logrado acumular y diversificar en las últimas décadas, más allá de las fluctuaciones coyunturales del crecimiento o de los vaivenes de la política económica.

México aparece, por primera vez en mucho tiempo, no como un seguidor rezagado en los rankings internacionales, sino como un actor con una base sólida que lo coloca a la altura de países de ingreso medio alto que han logrado dar saltos significativos hacia la modernización industrial.

Este desempeño se explica en gran medida por la integración de México en cadenas de valor globales, particularmente con Estados Unidos, lo que ha permitido que se desarrollen industrias de gran sofisticación como la automotriz, la aeroespacial, la electrónica y, cada vez más, la de dispositivos médicos.

Exportar automóviles, turbinas de avión o complejos componentes electrónicos no es lo mismo que vender materias primas. Cada uno de estos sectores requiere un entramado de conocimiento, tecnología y capital humano que en su conjunto elevan la complejidad económica del país.

Pero no basta con reconocer el lugar alcanzado: el verdadero valor de este ranking radica en lo que anticipa hacia el futuro.

A mayor complejidad, mayores son las probabilidades de crecimiento sostenido. Dicho de otra manera, la estructura productiva de México ofrece una plataforma de despegue, siempre y cuando se tomen las decisiones correctas para aprovecharla.

En este sentido, el reto principal consiste en ampliar y profundizar la diversificación hacia sectores intensivos en innovación y conocimiento.

No se trata solo de mantener la producción existente, sino de escalar en la curva tecnológica.

México enfrenta aquí un doble desafío. Por un lado, debe garantizar que los sectores en los que ya es competitivo puedan mantener y fortalecer sus cadenas productivas en un entorno global cada vez más disputado, marcado por los aranceles, la relocalización industrial, el nearshoring y las tensiones geopolíticas.

Por otro, tiene que apostar de manera decidida por nuevas industrias que serán las protagonistas del crecimiento en las próximas décadas: energías limpias, semiconductores, biotecnología, inteligencia artificial y servicios digitales avanzados. La complejidad económica no es estática; exige actualización permanente del capital humano, inversión sostenida en infraestructura y una política industrial clara y coherente.

El potencial está ahí. México puede aprovecharlo o dejarlo ir.

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