Coordenadas

Los entretelones de la reducción de la pobreza

Lejos de ser un hecho aislado o sorpresivo, estos resultados son consistentes con otros indicadores económicos y sociales: el crecimiento del salario real, el aumento de la masa salarial, los ingresos y los programas sociales.

No resulta sorprendente que el número de personas en situación de pobreza en México haya disminuido en los últimos dos años.

Los datos que ayer dio a conocer el INEGI muestran que la población en esta condición pasó de 46.8 millones a 38.5 millones. Es decir, 8.3 millones de mexicanos —equivalentes al 6.7% del total— salieron de la pobreza en el lapso señalado.

En lo que respecta a la llamada pobreza extrema, la reducción fue de 9.1 millones a 7.0 millones, lo que implica que 2.1 millones de personas, o el 1.8% de la población, dejaron atrás esa situación límite.


Lejos de ser un hecho aislado o sorpresivo, estos resultados son consistentes con otros indicadores económicos y sociales: el crecimiento del salario real, el aumento de la masa salarial, los ingresos reportados por la Encuesta Nacional de Ingreso y Gasto de los Hogares (ENIGH) 2024 y las transferencias derivadas de programas sociales.

En el debate público, los simpatizantes de la 4T han subrayado el contraste con las cifras de 2018, señalando que en seis años la pobreza se redujo en 13.4 millones de personas, y la pobreza extrema en 1.7 millones. Sin duda, hubo políticas públicas que favorecieron esta evolución, a pesar de que durante gran parte del sexenio la economía experimentó un virtual estancamiento.

No obstante, desde la divulgación de los datos han surgido voces que cuestionan la comparabilidad de las cifras a lo largo del tiempo, especialmente en lo referente a la medición de las carencias.

El contexto es que este es el primer reporte sobre esta materia que elabora el INEGI luego que se le transfirieron algunas de las funciones del extinto Coneval.

En el tema de salud, que es quizás el tema más sensible, vale la pena revisar las diferencias en los cuestionarios de la ENIGH en diferentes años.

En la edición 2024, la Sección X, pregunta 1, cuestiona si el entrevistado está afiliado o puede recibir servicios médicos de una lista de instituciones —IMSS, ISSSTE, IMSS Bienestar, entre otras—. En cambio, en 2022, la pregunta era desagregada: primero se consultaba la afiliación al Seguro Popular o al Insabi, después si se recibía atención por estar inscrito en una institución, y finalmente se pedía especificar cuál.

Aunque la redacción no es idéntica, ambas versiones permiten captar la variable esencial: si la persona cuenta con servicios de salud. No se aprecia en la redacción un sesgo que pueda cambiar el resultado de la encuesta.

En 2022, el reporte del Coneval indicó que el 39.1% de los entrevistados carecía de atención médica, frente al 16.2% registrado en 2018 y al 28.2% en 2020. El informe más reciente muestra una reducción de esa carencia, del 39.1% al 34.2%, una mejora que parece consistente con la expansión del IMSS Bienestar.

Sin embargo, esta disminución no borra un hecho preocupante, documentado por el reporte: la carencia de servicios de salud sigue siendo 18 puntos porcentuales más alta que en 2018. Esto implica que, pese al avance reciente, la falta de cobertura prácticamente se duplicó durante el sexenio pasado.

Esta paradoja —menos pobreza, pero mayor carencia de salud que hace seis años— revela la complejidad del panorama social mexicano.

La reducción de la pobreza medida por ingresos puede convivir con déficits graves en derechos básicos, lo que plantea preguntas de fondo sobre la sostenibilidad de los logros alcanzados.

Un crecimiento en los ingresos, potenciado por programas sociales y aumentos salariales, no necesariamente se traduce en un acceso universal y de calidad a los servicios de salud, o a una mejor educación. Y mientras esa brecha persista, las estadísticas favorables en materia de pobreza tendrán un talón de Aquiles evidente.

México ha demostrado que puede mover millones de personas por encima de la línea de pobreza en pocos años. El verdadero reto es impedir que esas mismas personas, ante una crisis económica, un problema de salud o una pérdida de empleo, vuelvan a caer en la precariedad.

Las cifras del INEGI son una fotografía alentadora, pero el video completo de la realidad social mexicana muestra que la estabilidad de estos avances está lejos de estar asegurada.

La pobreza no solo se mide por lo que entra al bolsillo, sino también por lo que falta en la mesa, en la escuela o en el hospital.

Y mientras ese vacío no se llene, cualquier victoria, como la que indudablemente existe, es frágil y cualquier avance, reversible.

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