Coordenadas

Los efectos económicos de la guerra

Si Estados Unidos responde a cualquier nuevo acto hostil de Irán con una segunda ofensiva, podríamos estar frente a un conflicto prolongado con efectos de segundo y tercer orden para la economía mundial.

¿Cuál será el efecto económico del involucramiento de Estados Unidos en la guerra con Irán?

Creo que aún es pronto para saberlo.

Cuando comiencen las operaciones financieras de este lunes, probablemente veamos en qué medida el miedo impacta el comportamiento de los precios del petróleo y de los mercados bursátiles.


Pero, por lo pronto, el domingo por la noche, ya vemos caídas de las acciones, incremento en el precio del crudo y fortalecimiento del dólar frente a otras monedas.

Pero, la profundidad del impacto es aún incierta, tanto con el significado de las palabras del asesor del ayatolá Ali Jamenei, Ali Shamkani: “el juego no ha terminado”.

Hasta el momento de escribir este texto, las represalias del gobierno de Irán siguen limitándose al lanzamiento de misiles en contra de objetivos en Israel.

Sin embargo, el parlamento de Irán le ha pedido al gobierno cerrar el estrecho de Ormuz en el Golfo Pérsico, lo que implicaría trastornar severamente el tránsito de crudo y seguramente veríamos un incremento notable de los precios.

JD Vance, el vicepresidente de EU, declaró que hacerlo sería un suicidio económico para Irán.

Dijo Vance en entrevista que el ataque recibido por Irán “proporciona una oportunidad para reiniciar esta relación, reiniciar estas negociaciones y ponernos en un lugar donde Irán pueda decidir no ser una amenaza para sus vecinos”.

Creo que esos comentarios son solo un buen deseo. El gobierno de Ali Jamenei no está en una posición en la que acepte rendirse como lo ha exigido Estados Unidos y tiene aún un repertorio de respuestas mayor de lo que parece.

Una de ellas puede orientarse a afectar a las economías occidentales mediante el bloqueo del comercio de petróleo y otros productos.

No debe descartarse además una nueva acción del gobierno de Estados Unidos, pues no hay certeza de que las instalaciones nucleares de Irán hayan sido inhabilitadas.

Y hay versiones de que días atrás cantidades significativas de uranio enriquecido fueron movidas de esos sitios.

La gran incógnita de los próximos días no solo es la magnitud de las represalias, sino el grado de escalamiento del conflicto. Si Estados Unidos responde a cualquier nuevo acto hostil de Irán con una segunda ofensiva, podríamos estar frente a un conflicto prolongado con efectos de segundo y tercer orden para la economía mundial.

El primer canal de impacto, sin lugar a dudas, será el petróleo. Cualquier interrupción parcial o total del flujo a través del estrecho de Ormuz alterará los precios internacionales. Hay estimaciones que advierten que el crudo Brent podría alcanzar los 130 dólares por barril si se concreta el cierre del estrecho.

Con ello vendría un encarecimiento de la energía en todo el mundo. Europa, aún en recuperación tras los efectos prolongados de la guerra en Ucrania, sería particularmente vulnerable. Y aunque Estados Unidos ha logrado avanzar en su autosuficiencia energética, los precios internos también resentirían la presión externa.

México, como economía importadora de gasolinas, también resentiría el impacto. El precio de la mezcla mexicana, y por tanto los ingresos públicos, podrían repuntar. Pero simultáneamente, el subsidio a los combustibles crecería y se presionaría el gasto público. Además, el impacto inflacionario derivado del alza en combustibles y transporte afectaría a consumidores y empresas.

Pero el petróleo no es el único canal. También lo es el financiero. El aumento en la aversión al riesgo ha provocado históricamente salidas de capital de economías emergentes, depreciación de monedas, caída de bolsas y alza en primas de riesgo.

Una escalada prolongada podría posponer las expectativas de baja de tasas por parte de la Reserva Federal y de otros bancos centrales. Y si los choques son más persistentes, podríamos ver un freno a la inversión productiva y al comercio mundial.

El conflicto también alterará la lógica de los flujos geoeconómicos. Países que parecían ganar con la reconfiguración de cadenas globales, como México, podrían enfrentar ahora un entorno más incierto, con decisiones de inversión pausadas o incluso canceladas ante la perspectiva de una guerra regional de consecuencias globales.

Nada de esto está escrito aún. Pero el escenario base ya no puede ser que la tensión se diluya pronto. Por el contrario, lo más probable es que estemos ante una espiral de acciones y reacciones de consecuencias difíciles de acotar.

El mercado, por supuesto, descontará escenarios. El problema es que los márgenes de error crecen y la racionalidad puede ceder ante las emociones.

Y cuando eso ocurre, el impacto económico deja de ser una hipótesis para convertirse en una amenaza real.

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