Desde la tarde del lunes hasta la mañana del martes, si no ha habido cambios en la postura del presidente de Estados Unidos, nos enfrentamos a un verdadero laberinto en torno a los aranceles que Estados Unidos ya aplica y los que amenaza con imponer en un futuro cercano.
Desde el llamado “Día de la Liberación” (2 de abril) hasta hoy, han ocurrido muchos movimientos, y aún más pueden suceder en los próximos dos meses.
Recordemos que, después de calcular de manera confusa las tasas arancelarias, Trump decidió posponer hasta el 9 de julio la aplicación de algunas tarifas, mientras mantuvo una tasa generalizada del 10 por ciento.
Destacan dos excepciones claras entre países:
· A China se le aplicaron aranceles que llegaron a un máximo de 145 por ciento, pero que luego se redujeron al 30 por ciento, cifra que permanece vigente.
· México y Canadá, por su parte, disfrutan de una tasa cero para productos que cumplen las reglas de origen del TMEC. Sin embargo, para el resto de las importaciones desde estos países, Estados Unidos impuso un arancel del 25 por ciento como sanción por no controlar adecuadamente la migración y el tráfico de indocumentados.
Estos son los aranceles que actualmente están vigentes.
Además, Trump amenazó con imponer un arancel del 50 por ciento a la Unión Europea, que inicialmente se aplicaría en junio, pero fue pospuesto también al 9 de julio, sujeto a negociaciones en curso.
La complejidad crece porque las excepciones también son sectoriales, creando un entramado tarifario altamente confuso.
Por ejemplo, para todas las importaciones de acero y aluminio, incluyendo latas de cerveza en el caso de México, el arancel vigente es del 25 por ciento.
En el sector automotriz, existe un arancel general del 25 por ciento, pero para México y Canadá éste se ajusta según el porcentaje de contenido originario estadounidense que incorporen los vehículos, lo que para México implica una reducción del 40 por ciento en el arancel en promedio.
Actualmente, las autopartes provenientes de estos dos países están libres de aranceles, aunque podrían ser gravadas una vez que se definan criterios más claros para medir el contenido norteamericano.
Por otra parte, sigue vigente la exención para celulares, computadoras y chips importados, aunque Trump ha amenazado con aplicar un arancel del 25 por ciento a Apple si los iPhone vendidos en Estados Unidos no se fabrican en ese país.
También hay aranceles pendientes para productos farmacéuticos, aunque aún no se ha especificado qué productos o qué tarifas se aplicarán.
El 23 de mayo, el secretario de Economía mexicano, Marcelo Ebrard, viajó a Washington para continuar las negociaciones comerciales, pero hasta ahora no se han revelado resultados concretos.
Este escenario se desarrolla en un contexto de cambios en el gabinete de Trump, donde Scott Bessent, secretario del Tesoro, parece estar tomando un rol más destacado en las decisiones económicas, aunque Peter Navarro, principal impulsor de los aranceles, sigue presente.
Estados Unidos mantiene una política proteccionista con la intención de regresar la manufactura al país, aunque ello suponga pérdida de competitividad o aumento en los precios para sus consumidores.
Sin embargo, esta política arancelaria ha tenido también toques pragmáticos que han evitado que las amenazas iniciales del “Día de la Liberación” se materializaran por completo.
Hoy, la situación arancelaria es un verdadero laberinto.
Y, por si fuera poco, en este entorno se anticipa una renegociación o revisión del TMEC en los próximos meses.
La recomendación para empresas y gobierno es armarse de paciencia y diseñar estrategias que permitan enfrentar la incertidumbre que probablemente persistirá por largo tiempo.