Si ustedes creen haber tenido un mal año, imaginen ser Javier May o Margarita González Saravia. En 2024, la transformación les hizo justicia y llegaron a la gubernatura; en 2025 les enseñó la factura: comerse los pecados de sus predecesores.
No hay buen exgobernador, se sabe. Pero a May y González Saravia les tocó bailar con casos muy feos. El año viejo les trajo una barredora, al primero, y a la segunda un muñeco tipo Chucky que, como de película, desmadre tras desmadre, nadie puede desactivarlo.
Ahora que el régimen nos salió con su domingo siete, vale pensar en ese gran dolor de cabeza que serán las sucesiones estatales. Porque si el sexenio (Carlos Elizondo Mayer-Serra dixit) fue el gran invento del sistema, qué pasará ahora con un régimen que no se asume sexenal.
El onceavo mandamiento del obradorismo es: no hagan olas con los pecados y corruptelas de los nuestros. Ya vimos que el aleteo de una mariposa en Tabasco casi tumba (es un decir) al líder de La Barredora, perdón, perdón, al líder de la bancada de la mayoría. Eso.
Así que lección aprendida: no irás en contra del “ex”, incluso si dejó cuentas chuecas en Morelos, así se llame Cuauhtémoc y se apellide Blanco, pues recuerda que, incluso si lo acusan de agresión sexual, el “llegamos todas” se catafixia por un “no estás solo, golpeador”, perdoooón –error de dedo– “goleador”. Eso. ¡Este teclado!, debe ser que ya es Guadalupe-Reyes.
El sexenio a la antigüita funcionaba en el régimen donde siempre ganaban los mismos porque era el menos peor de los inventos. Permitía renovar sin romper, distanciarse sin enjuiciar (salvo el chivo expiatorio de rigor) y quitaba un poco de cinismo a las campañas.
Si ahora los exgobernadores no son guardados en algún tipo de exilio o congeladora, si los grupos no se renuevan, si las herencias de los “exes” se vuelven polémica nacional y el “exe” no recibe una invitación a una embajada o a la ch…, más pronto que tarde el régimen se constipa.
En el párrafo anterior iba a poner, para mayor claridad, “si ahora los malos exgobernadores no son guardados…”, pero a ver, díganme un buen exgobernador de Morena, uno, uno manque sea. ¿Ah, verdad? Tan es así que ahí está Baja California, donde Bonilla y Marina protagonizaron unos encontronazos cuya garra ya quisiéramos en el Mundial.
Hablando de BC. En el camino a la sucesión de 2027, figuras de las alcaldías representan el mayor escollo para Marina del Pilar, y esta para otros liderazgos del estado. Esa es la máxima prueba política que enfrenta un gobernante: quién le sustituye, quién le cubrirá la espalda.
El sistema morenista enfrentará ese dilema por primera vez sin AMLO en el timón… o eso creemos. En fin, ese es otro tema, o el mismo: si la presidenta no festejó su primer año sino el séptimo, ¿May y Margarita deberían festejarle a sus predecesores estatales?
La semana cierra con un expoderoso gobernador de Chihuahua en Almoloya. Es un calambre que, en un país donde pasan graves cosas cuasi diario, no se ha dimensionado con precisión. Desde luego, acalambra a los exes del pasado, sin dejar tranquilos a los guindas.
Un sistema se hace de usos y costumbres, de normas escritas y otras asumidas. Si fuera para establecer un nuevo estándar en el combate a la corrupción, lo del nuevo inquilino en el Altiplano sería excelente noticia. Pero, aparte del tufo a discrecionalidad que sobrevuela, abre las puertas a nuevas reglas.
También en eso el régimen está introduciendo incertidumbre: cuando te extraditen, ya no sólo te van a juzgar por los delitos acordados. Para todos los exes es un enorme cambio de juego. La única cosa a no olvidar es que pronto casi todos los exes serán de chalequito guinda.
