A Alberto Capella
El gobierno de Morena tiene una misión. Era un paso lógico, una medida en línea con la descalificación a los otros partidos y los ataques a la libertad de expresión por varias vías. La encomienda es el monopolio de la plaza pública y apuestan su resto en ello.
Los discursos de que con el obradorismo habría y hay plenitud de libertades, ese rollo de “prohibido prohibir”, la cantaleta de que se respetan los derechos y no se dan órdenes de reprimir tienen en el fin de semana su versión más refinada: lo proclamarán, y no será cierto.
Morena no concibe una democracia donde los medios reciban publicidad oficial sólo acorde al volumen de audiencia que posean, los partidos políticos compitan en igualdad de circunstancias y todo aquel que desee gritar en el Zócalo goce de condiciones de seguridad.
La definición de democracia obradorista implica que DESDE EL PODER 1) se puede premiar con el erario a medios leales o asociados al movimiento (cuando se ponen creativos les llaman “alternativos”), 2) se debe apoyar a Morena porque son los únicos legítimos en la competencia electoral y, 3) hay marchas buenas y marchas malas.
Ya habíamos visto algunos ensayos de discrecionalidad sobre lo que se permite y no se permite en el Zócalo. Bueno, hasta cerraron Palacio Nacional al público. Hay antecedentes donde se quitaba la bandera de esa plaza durante mítines de no morenistas y de una jefa de Gobierno de la ciudad que en 2020 complicaba el acceso de manifestantes mujeres a la plancha de la plaza más simbólica del país.
Con el paso del tiempo, como ya vimos la semana pasada, las barreras, cuando no es de Morena la manifestación, se han ido haciendo o más altas o más descaradas, y lo mismo la tolerancia de los gobiernos (es un decir) local y federal con los infiltrados violentos que revientan las manifestaciones ciudadanas como ocurrió el sábado.
Hay, pues, un problema de origen, de concepción ideológica, y una deriva abusiva de gobernantes y policías de la capital que antes que tender a autocorregirse, van dándose cada vez más licencias para denostar y disuadir la participación no guinda, y hasta golpear a manifestantes y periodistas en labores de cobertura.
El problema de origen es que Morena no acepta como válida la legitimidad de otras expresiones políticas. Si no están con ellos, están contra ellos. Si no acatas el credo de Palenque, eres sospechoso de ser agente o del capital nacional o extranjero, o directamente de traición a la patria.
Todo aquel sin chalequito (hay versión guayabera) tinto es por definición descendiente de Maximiliano, nostálgico de Díaz, partidario de Huerta, beneficiario de la corrupción del PRI y/o del PAN y, en última instancia, un extraviado, pues no milita en el único lado correcto de la historia… entonces ¿por qué va a tener legitimidad su voz en un diario, en las redes, en un foro académico y, desde luego, en un mitin, partidista o ciudadano?
Se ha dicho que el gobierno federal incurrió en el error de sobrerreaccionar a la convocatoria de la marcha. No. Lo correcto es decir que lo único esperable del sábado es lo que ocurrió.
Porque el cambio sexenal no supuso mandar al baúl los términos de “buitres”, “ruines”, “carroñeros”... Quien así se expresa, desde la más alta tribuna, ante críticas por el asesinato de un alcalde que no fue atendido, qué de raro tendría que luego mande a investigar, como se dijo en la mañanera, a convocantes en redes sociales de una marcha; qué tan sorpresivo resulta que esa misma autoridad reclame a una instancia que no le obedece como la fiscalía capitalina que se investigue a los detenidos; qué de extraño es que ahora a algunos de esos detenidos les quieran imputar cargos de intento de homicidio.
La plaza pública está en vías de ser monopolizada. No les extrañe que en cosa de días la máxima autoridad resuelva, en la mencionada senda de que se atreven cada vez más a nuevos actos de “disuasión”, que ya a ciertos espacios sólo pueden entrar estos y no aquellos, y que es por nuestra tranquilidad nacional. A lo mismito, los de antes le llamaban “paz social”. Y hasta la presumían internacionalmente.
