La feria

Alessandra… mostrenco por aquí, mostrenco por allá

La historia de las malas autoridades en el corazón de la capital es tanta, que la trivia sólo se pondría interesante si fuera para encontrar, como en el Viejo Testamento con Sodoma y Gomorra, a un buen gobernante.

Y de repente, de la nada aparece un armatoste en la alcaldía Cuauhtémoc. Y otro, y otro. Son los patos tirándole a las escopetas. Las autoridades invadiendo el espacio público. El gobierno al servicio de la gobernante, no de las personas.

Alguien los ordenó. Alguien los pagó. Alguien los puso. Y nadie los quita.

Semanas atrás aparecieron unos… la verdad que no sabría cómo llamarlos. No son anuncios (no anuncian algo). Tampoco mobiliario urbano (nadie se puede sentar ahí, o guarecerse del sol o la lluvia). ¿Aportan información turística, de servicios, de emergencias? Nop.


Son como una tabla de surf, pero sin curvas. Más bien, como tablón al que un albañil podría dar mejor uso. Pero no son de madera. Tienen calada una figura como de “Diana Cazadora” y dicen “Cuauhtémoc”. Son de color morado y están fijos en el suelo con gruesos tornillos.

Son adefesios tan inopinados como inútiles. Me corrijo: si alguien los financió, se tomó la molestia de mandarlos colocar en la vía pública, nadie impidió tamaño despropósito y aún siguen ahí, entonces a alguien le sirven.

Son lo que son. Un mecanismo de promoción. ¿De la alcaldía Cuauhtémoc? ¡Por favor! La pobre alcaldía necesita asfalto en sus baches, lámparas en sus luminarias, que recojan la basura, que las banquetas no sean privatizadas… no esta “señalética”.

En los años 80, le llamaban publicidad subliminal. La verdad hoy no hace falta ser avispado para ver que la alcaldesa Alessandra Rojo de la Vega tiene algo que ver con la aparición de estos mostrencos. La pregunta es qué justificación les da.

La historia de las malas autoridades en el –venga la cursilería– corazón de la capital es tanta, que la trivia sólo se pondría interesante si fuera para encontrar, como en el Viejo Testamento con Sodoma y Gomorra, a un buen gobernante, uno solo, de esta demarcación.

El voto libre y secreto de los chilangos para elegir a sus gobernantes locales terminó en, por ejemplo, Ricardo Monreal o Sandra Cuevas. Saquen sus conclusiones. Y, desde luego, en la actual alcaldesa, famosa como contestataria con Morena, no necesariamente como administradora.

¿Cuándo esa alcaldía –y otras, desde luego– tendrá al frente a alguien que simplemente se dedique a administrar, a la gestión pública, a sancionar abusos, facilitar trámites, atender quejas, ayudar en contingencias, contribuir a educación cívica… en fin, a todo menos al Instagram y a subir el volumen en sesiones mediáticas que algunos presentadores llaman, pomposamente, debates?

Creo que no veremos ese día. Porque el modelo de elecciones que tenemos padece, entre otras maldiciones, el requisito de ser “popular” para que tu partido (cualquiera, pues militantes lo que se llama militantes ya casi no hay, mientras que chapulines sobran) te postule.

Por tanto, quien concluya que estas dianas cazadoras moradas que ahora estorban en la vía pública son publicidad adelantada de la carrera de la alcaldesa rumbo a la próxima elección, ¿es un mal pensado o sólo es alguien que sí sabe sumar dos más dos?

Estos armatostes, mejor dicho mostrencos –esas cosas de plástico naranja que bloquean carriles– ahora también como promoción personal. Una pregunta: ¿la alcaldesa que tiene que regular el desorden del comercio en vía pública, autoriza estos obstáculos en la misma? ¿Y la congruencia?

Si la alcaldesa no los quita, es porque los quiere, y si los quiere, entonces que diga quién los pagó, para qué, qué permisos tienen y, obvio, ¿verdad que no son propaganda electoral?

Sería muy feo que una cosa tan hórrida sea parte de su imagen pública. Y del dinero, público o privado que implican, ni hablar.

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