El personaje de la semana, para regocijo de pros y contras, es, of all people, Simón Levy Dabbah. Así de bajo ha caído el debate. Mas, siendo viernes, en Roma como los romanos: hablemos de este dos veces exfuncionario de gobiernos de “izquierda” (es un decir).
Recupero un brevísimo apunte de quién es SLD, este most wanted del obradorismo, de su fiscalía capitalina y del secretario federal de Seguridad, ni más ni menos. Vaya prioridades en el país de la asesina extorsión.
Va una cosa que lo pinta de cuerpo entero. En la primavera de 2018, año de nuestro señor de la transformación, Levy demandó 3.4 millones de pesos a un maestro albañil que tuvo la mala suerte de construir para él. Algunos detalles son medio confusos. Qué raro, ¿no?
Resumen apretadísimo: en Campos Elíseos 113, Polanco, Simón Levy quería trabajos de “obra blanca”. Consiguió quien se los hiciera. Pero, chico precavido, hizo firmar al contratista un pagaré de 3.4 millones. Al correr el tiempo, reclamó en un juzgado ese dinero.
Cuando en septiembre, ratificó la denuncia, ya era prospecto a subsecretario de Turismo de AMLO. Todo se volvió el típico “sí, pero no” de Levy. Éste declaró en el juicio que tal era su domicilio… cosa que negaría –tras una columna La Feria publicada sobre esa demanda–.
Ese domicilio sería clausurado por la Miguel Hidalgo por falta de permisos. Y tiempo después salió el video de SLD pateando la puerta de su vecina en ese condominio.
En otras palabras, ya en la ola del poder morenista, SLD llevó a juicio a un maestro albañil por supuesto incumplimiento en trabajos que, casualmente, estaban amparados por un pagaré de 3.4 millones de pesos (de hace siete años), todo para un domicilio que él negaba y sin permisos.
¿Qué clase de calidad humana hay que tener para obrar así? Bueno, la suficiente para ser invitado por AMLO a ser subsecretario, a pesar de que para entonces se sabía de sus falaces historias en China, sus tesis con párrafos y párrafos idénticos a textos sin citar y, desde luego, del fallido corredor comercial Chapultepec. Ay, AMLO.
Y ay, obradorismo, que hoy tiene a bien resucitar a SLD para tratar de capotear una semana horrible, oootra, de otro mes complicado del sexenio.
La presidenta Sheinbaum, claro, que prefiere hablar en la mañanera de Interpol y Levy en Portugal, que de los maiceros de Guanajuato, Jalisco, Sinaloa, etcétera, que reclaman por una mínima congruencia entre aquello de “sin maíz no hay país” y la falta de apoyos para el campo.
Yo no culpo a Claudia. Un millón de veces el enredo Levy que el desabasto de medicinas y equipo en un hospital infantil como el Federico Gómez. Rápido, díganle a Simón que entre con Azucena.
Estoy con el gobierno. ¿Qué rating puede dar la falta de explicaciones presidenciales de por qué no hay detenidos (de nivel, no morrallita) del megahuachicol operado desde la mera cúpula de la Secretaría de Marina frente a nuevo choro del mitómano popular?
¡Que siga Levy! Que las redes impongan los temas. Que el país juegue a Dónde está Simón… ¿que las madres preguntan dónde están sus hijos?, no distraigan; ¿que el AIFA cada mes pierde cielo?, a México se le respeta, aquí y en Lisboa (en Washington no); ¿que hasta los gringos se quejan ya del SAT?, que venga Bertha, pero que no hable de Ximena y José.
Súbanle volumen a ese cuento del gran Simón, donde obradorismo y prensa son igualitos: Levy en vez de Adán, Álvarez-Buylla o los ranchos de Obrador.
