La feria

Sobre el periodismo

Es muy lamentable que la presidenta Claudia Sheinbaum hable tan a la ligera de periodismo e inseguridad, que culpe a la prensa de engrandecer la violencia

El periodismo en México tiene muchos defectos. La anterior es una simplificación aceptable tanto sobre el oficio como sobre la industria periodística.

¿Esas falencias son más o menos que antes? Ahí empieza a complicarse todo. ¿Cuál antes?, por ejemplo. ¿El siglo XIX? ¿Previo y posterior a la Revolución? ¿El tiempo del PRI puede ser considerado para analizar prensa y poder, como uno solo?

Por ende, situados en el aquí y el ahora, con redes sociales –que no sólo posibilitan el acceso en todo tiempo y lugar, sino que abarataron la capacidad de convertirse en emisor de información, análisis y noticias–, hay que, insisto, escapar de simplismos.


No existe el periodismo químicamente puro o científicamente exacto o sin intereses. Y sin embargo, la construcción del relato de un hecho periodístico sucede a partir de diversas operaciones que tienen algunas reglas más o menos convencionales: qué ocurrió, cuándo, dónde, quiénes están involucrados, qué implica.

De algunos eventos, por su impacto o importancia (no necesariamente sinónimos), se exploran además el cómo ocurrió, o cómo fue que pudo ocurrir, es decir, los porqués.

Sobra decir que los hechos periodísticos luego parecen meras elaboraciones verbales. Tan es así que la mañanera es un éxito mediático: lo que dice la presidenta Sheinbaum rápidamente copa plataformas mediáticas y no se diga las redes.

Habría que estar loco para ir a la mañanera y decirle a una presidenta que goza de un respaldo popular de más de 70 por ciento que no creemos lo que dice –por ejemplo, cuando ayer insiste en hablar de la baja de homicidios en más de 30 por ciento en un año–, y que por tanto ante una pregunta periodística muestre documentos o evidencia.

Eso es parte del truco del periodismo, no es lo mismo preguntarle a la jefa del Estado mexicano por una cosa de la res publica que, para citar a un colega que se queja de cuánta importancia luego se da a voces aisladas, a un jicamero.

El jicamero, por cierto, será buena fuente si estuvo –hipotéticamente– en la misma plaza y ya vio varios mítines de candidatos presidenciales. Puede ser un punto de vista publicable sobre cuál partido llevó más gente o qué discurso fue más celebrado. Pero luego ocurre que él tiene su corazoncito y quizá nos mienta, con o sin malicia, al hablar mejor de los que tienen sus afectos, y peor de los que ya le decepcionaron o nunca quiso.

Ahí otros de los ejercicios elementales de esta profesión. El contraste y la verificación. Y aun así, incluso si el reportero de este ejemplo lleva rato cubriendo campañas, si se alimenta todos los días de información, si es descreído y malicioso, publique lo que publique alguien podría decir que miente.

Porque sí, al final de cuentas lo que hace un periodista es poner a disposición de las audiencias reconstrucciones verbales, documentales, o verbales y documentales, de hechos. Ni más ni menos. Y encima hay que hacerlo contra reloj, o habría que decir en esta era del tiempo real, contra cronómetro.

A lo anterior hay que añadir que, desde luego, los medios (cualquiera) tienen una historia y están inscritos en un sistema socioeconómico en el que compiten por una audiencia para convertirla en capacidad de captar dinero.

En suma –y no digo finalmente porque, hablando de simplificaciones en 800 palabras no cabe la descripción del periodismo en México– hay que sumar los preceptos ideológicos que abrace tal o cual plataforma periodística. Unos dirán que son sesgos, otros que son principios. Encima, puede haber analistas en ese medio de distinto credo democrático.

Para terminar de complicar las cosas, hay periodistas “buenos” en periódicos “malos”, y viceversa. Y lo mismo: es posible hallar buena información en periódicos críticos y en oficialistas. Parafraseando: tonto es quien cree que las audiencias son tontas.

Lo que nunca he visto en décadas de trabajar en medios es que ocurra lo que dice la presidenta Sheinbaum, que publicamos información y/o hablamos de violencia para generar “un ambiente de que hay mucha inseguridad en el país”. Aquí sus palabras de la mañanera de ayer: “A veces lo hacen sencillamente por comunicar, pero en la mayoría de los casos para generar un ambiente de que hay mucha inseguridad en el país. Sí tiene que ver también con el tipo de comunicación que establecen los medios tradicionales”.

Al señalar que los medios defienden sus propios intereses o están al servicio de intereses de grupo, la mandataria agregó que hay “muchos medios que permanentemente engrandecen los problemas de violencia”.

Es muy lamentable que la presidenta hable tan a la ligera de periodismo e inseguridad, que culpe a la prensa de engrandecer la violencia. Luego por qué denuncian a gobernadores como Ricardo Gallardo de acoso a periodistas, luego por qué hasta los criminales creen que el mejor periodista es el periodista silenciado.

Es defectuoso el periodismo, pero sirve como muy pocos inventos. Le sirve, para empezar, a un gobierno –ese otro invento defectuoso– a hacer bien las cosas al señalar sus fallas e insuficiencias.

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