Primer domingo de octubre. Pasado el verano horribilis de Morena, la presidenta de la República celebra su primera vuelta al sol en el cargo. En tan importante ocasión, Claudia Sheinbaum tiene un mensaje para los suyos. Desde el Zócalo advierte: si fallan, enfrentarán a la justicia.
El movimiento está de manteles largos por Claudia, pero algo en el ánimo desentona. Se advierte desde que Clara Brugada, que justo cumple su primer año como jefa de Gobierno, es la encargada del incienso a Sheinbaum. Acata sin remilgos, mas sin trascender.
Luego hablará la mandataria. Si en septiembre desplegó un ánimo republicano, con un Grito de Independencia donde cabía toda ideología porque evitó el ¡viva la transformación!, este domingo ella evoca al pastor para ajustarle cuentas a las ovejas descarriadas.
Claudia Sheinbaum recuerda a la marea guinda, al asumirse como la única que no menciona en vano al fundador, que lo que se vive hoy es “la herencia de un hombre honesto y profundamente comprometido con su pueblo: el presidente Andrés Manuel López Obrador”.
Y tras el recordatorio, la amenaza: “En este México nuevo, la honestidad no es la excepción, es la regla. Y quien traicione al pueblo, quien robe al pueblo, enfrenta la justicia. El poder no es para enriquecerse, es para servir con humildad. Los recursos públicos son sagrados y se le devuelven al pueblo en derechos, en programas de Bienestar y obras estratégicas para el desarrollo nacional”.
La pedrada no necesita volar lejos. Si bien ya no están a pie de templete los destinatarios, muy cerca le quedan a la presidenta esas y esos que, enrejados, han de acusar recibo de lo grave del mensaje: que incluye los términos traición y robo; lo de mentir va implícito.
El enemigo está en casa, es el mensaje de Sheinbaum. Si antes había que usar cuanta reunión tuviera el movimiento para blandir la espada en contra de la oposición, hoy el único peligro real se cocina en casa. Es el obradorismo el que chapotea en huachicol, barredoras, etc.
No mentir, no robar y no traicionar al pueblo. El mantra obradorista se agrieta por el contrabando de combustibles desde la cúpula misma de la Secretaría de la Marina en el sexenio pasado, o por las cuentas de Adán Augusto López. Y de los lujos de tantos morenistas, ni hablar.
Sheinbaum sermonea a la masa guinda. No es un mitin más. Es el reconocimiento de una crisis y de un riesgo. Crisis porque no hay explicación creíble de que AMLO no conociera tales desvíos; riesgo porque los compañeros no parecen dimensionar que la nave escora.
A la primera que han de marcarle los términos elegidos para su discurso de aniversario es a la propia Sheinbaum. Si ella no refrenda que vigilará el presupuesto, al que cataloga de sagrado, para evitar todo abuso, el descrédito la charpeará.
La vía para que Claudia siga gozando del apoyo popular pasa por hacer buena la promesa de que esos que roben y traicionen al pueblo, conductas que no se pueden ejecutar sin la mentira como uno de sus instrumentos, serán llevados ante la justicia que ella representa.
Claudia tiene de su lado al fiscal, al secretario de Seguridad, a las Fuerzas Armadas y al Poder Judicial. Todo lo puede, todo le será reclamado.
Año siete de eso que quieren llamar transformación, y salvo las disciplinadas porras de los sindicatos charros de siempre —parafernalia de la corrupción donde la haya—, más veranos (y otoños e inviernos…) horribilis podrían venir para Morena si el movimiento roba y miente. Si el pueblo es una vez más traicionado.