La feria

Claudia, 1.er año: qué hacer con Adán

El senador Adán Augusto López no entiende que sus problemas iniciaron cuando, con exceso de recursos y de ego, quiso disputarle la candidatura a Claudia Sheinbaum.

Adán Augusto López Hernández se desliza en el tobogán de las inconsistencias. No ve, no puede ver, porque las crisis gordas tienen ese poder cegador, que cada declaración que da, además de extemporánea, sólo genera nuevas preguntas y mayores dudas.

El poder abandona a veces de manera sorda, a veces en medio del barullo. El segundo escenario aplica al aún senador. Ayer, de nueva cuenta, dio una rueda de prensa y, otra vez, en lugar de sofocar el fuego, atizó la hoguera en la que su carrera podría quedar en cenizas.

Ahora resulta que él es la víctima de una conjura. No son las y los tabasqueños a quienes debió proteger de los criminales, y a quienes entregó al peor escenario de inseguridad al nombrar a un (presunto) narco al frente de la policía.


Así, según el aún líder de Morena en el Senado, todito el caso de La Barredora se habría montado para usarlo en contra suya. Él no es ingenuo, nos explica. Y si ustedes no le creen, deben de hacerlo, porque sí, y porque en su momento nos revelará de parte de quién.

Con evidente fastidio mira a los reporteros. Sus ojos no advierten que esos periodistas son apenas los primeros escépticos ante los trucos sin chiste que él intenta. Ahora resulta que el tema no es su (ir)responsabilidad política, sino quién le guarda tanta inquina.

Entonces la trama se vuelve irrisoria: ¿es por fuego amigo lo que le cae a carretadas a Adán Augusto… o es por alguien de fuera? La presidenta dijo este lunes que ella no filtra; Adán Augusto concede: la mano negra no es guinda.

Pamplinas. Adán ha estado en la mesa del núcleo que detenta todo el poder desde 2018. Y ahora resulta que el petate del muerto, la causa de su mal, hay que buscarlo allende Morena. Es común gritar ¡Al ladrón!, cuando se quiere desviar la atención. Común, sí; ineficaz, también.

Como la telenovela de me reservo el nombre de quien me trae a toallazos es flor de un día, en su nueva rueda de prensa insiste en ser la víctima: ahora de sus compañeros del gabinete de seguridad, que, juntándose diario, no le dijeron de La Barredora. Pobre Adán.

El senador no entiende que sus problemas iniciaron cuando, con exceso de recursos y de ego, quiso disputarle la candidatura a Claudia Sheinbaum. Ay, la vanidad. Una corcholata que no leyó que su premio tenía fecha de caducidad.

Así se ve alguien cuando el poder ya no toca su ropaje.

Como un crío con los ojos vendados, cuyos palos de ciego no dan a la piñata. Primero no salían las cuentas de sus millonarios ingresos en dos años, luego las de sus impuestos y ahora las de su capacidad: soy colmilludo político, pero nunca supe. Yo la víctima, yo la piñata.

¿Qué debe hacer la presidenta Claudia Sheinbaum con esa crisis llamada Adán Augusto? No interrumpir al legislador. Ella puntea alto en encuestas al cumplir el año. Él no sabe cómo dar credibilidad a explicaciones de sus ingresos, de sus contratistas, de sus impuestos...

Adán Augusto no entendió el valor de las mañaneras. Mientras la presidenta ataja cuanto tema surge, el senador abomina recibir preguntas. Tarde y mal, intenta respuestas ante periodistas. Carece de oficio o de empatía. De argumentos, ni hablar.

La presidenta Sheinbaum completa otro logro en su primer año. Que ese poder compartido que le impusieron se retire de quienes no están a la altura de ostentarlo. Adán Augusto no requirió Quinazo, con un par de cachetadas del SAT tuvo.

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