Conforme pasan los días y la dimensión del caso los hermanos Farías Laguna se abre paso, más evidente resulta la enorme importancia de que la presidenta Claudia Sheinbaum resuelva de raíz el expediente que cayó encima de su gobierno. Es su gran reto.
Para decirlo en corto, este escándalo supera al de Adán Augusto López Hernández, líder morenista en el Senado, que está muy lejos de explicar por qué nombró a un presunto delincuente como jefe de la policía en Tabasco.
El del senador López Hernández fue el tema que terminó de tatemar un verano morenista caracterizado por viajes y excesos que socavan la prometida austeridad. Sin subestimar lo que todavía puede saberse del affaire La Barredora-Adán Augusto, lo de la Marina es otro boleto.
Tras emerger el gran escándalo de quien se dice hermano del expresidente, las apuestas eran si la presidenta aprovecharía para quitarse de encima al tabasqueño que le retó la candidatura y sigue en su propia agenda; el huachicol marino implica mucho más que un amigo/socio/aliado de Andrés Manuel.
Sin prejuzgar su inocencia: de empeorar, el caso de Adán Augusto podría contarse como la oveja que extravió el camino. Una persona, por más que haya sido secretario de Gobernación o gobernador, nunca podrá equipararse con una institución como la Marina.
Todas las personas e instancias que fallaron en prevenir, detectar o corregir los hechos que se presumen en este expediente de huachicol fiscal han de rendir cuentas. Desde el almirante Rafael Ojeda hasta titulares de otros cuerpos del Estado que se supone están para vigilar.
AMLO prometió tanto en el combate al tráfico ilícito de combustibles, por un lado, y de probidad de los integrantes del gabinete, por el otro, que hoy queda francamente en ridículo lo que hacían cada mañana reunidos sin detectar y/o detener a esos marinos huachicoleros.
A la presidenta podrán no gustarle algunas preguntas sobre las muertes de marinos sucedidas en las jornadas posteriores a que estallara el escándalo, mas la titular del Ejecutivo no puede obviar que suspicacias no atendidas dañarán la imagen de la Marina, pilar del Estado mexicano.
El fiasco de lo sucedido, hasta que en marzo se dieron a conocer megadecomisos que ahora las autoridades achacan a parientes políticos del almirante secretario del sexenio pasado, no puede ahondarse con una administración a modo de las investigaciones.
O la limpia es profunda, así resulte dolorosa, o el estigma impregnará a toda una institución.
Para que sea cierto lo que decían integrantes del gobierno el domingo en la rueda de prensa sobre este expediente, que unos cuantos no pueden comprometer a toda la institución, es preciso que de la misma sean purgados todos aquellos que le fallaron, por acción u omisión.
La credibilidad de la Marina no puede ser motivo de cálculos políticos para cuidar a López Obrador. Está en el interés de la buena marcha del gobierno de Sheinbaum, y por ende el del país, que la Armada salga fortalecida del escándalo.
Lo dicho para la Marina aplica, repito, a organismos y personas que le fallaron a México en este caso. La Armada es hasta hoy la dependencia más comprometida en su actuar, para nada la única.
Claudia Sheinbaum requiere un gobierno de instituciones confiables. Poner de nuevo a flote a la Marina pasa por cero tolerancia a la corrupción.
Si se pretende, como parece ser el caso con Adán Augusto, que el tiempo acalle el escándalo, la presidenta le fallará a miles de marinos, y millones de mexicanos, que quieren una Marina Armada libre de sombras de huachicol y de corruptos.