La publicación hace tres semanas del dato de inversión extranjera directa, con récord al alza, animó un debate sobre por qué desde el mundo quieren meter dinero en México, mientras aquí hay reservas al respecto. Incertidumbre es la palabra que se usa para responder eso.
Si las cosas siguen como van, la presidenta Claudia Sheinbaum iniciará su segundo año de gobierno con variables económicas bajo estrés, pero –todo indica y a reserva de lo que haga Trump– controladas. Eso no alcanza para que la economía nacional despegue.
Tan es así que la semana pasada la presidenta Sheinbaum reclamó en su discurso por el primer Informe de Gobierno que “México requiere de empresarios todavía más activos y visionarios, y profundamente comprometidos con el futuro de la nación”.
Claudia quiere una IP más activa, visionaria y profundamente comprometida. ¿Será que la presidenta se da cuenta de que a cambio tiene empresarias y empresarios cruzados de brazos? ¿Gente que advierte un clima de incertidumbre?
Haría falta una encuesta específica para diseccionar qué quieren decir hoy unos u otras cuando utilizan el término incertidumbre. Por mi parte, va un listado de cosas o situaciones que pueden, o no, alimentar ese vocablo, tan dúctil como, ciertamente, pernicioso.
Incertidumbre es eso que pasa cuando sabes que el SAT está bravísimo con los de fuera, pero que éste no se interesa en los cientos de miles de pesos que Noroña recibe en donaciones ni en su casa de 12 millones comprada a alguien que está en lista negra del propio Servicio de Administración Tributaria. Y lo mismo con el error de dedo de Mario Delgado y su depa de 15 millones. Etc.
Incertidumbre es que la presidenta presuma abasto médico a más de 90% en centros de salud y que no sea hasta la lamentable muerte de alguien afín al régimen, como ocurrió este fin de semana, que las plumas guindas se lamenten de la calidad de esos servicios.
Incertidumbre es que senadores como Adán Augusto López y Andrea Chávez no sean molestados con sendas investigaciones –el primero por La Barredora en Tabasco, la segunda por las camionetas en su proselitismo adelantado– mientras a Noroña la FGR le visita para levantar una denuncia contra Alito y reconstruir el “atentado”.
Incertidumbre es que la presidenta y su gabinete se afanen en negar la gravedad de las deudas en Pemex y en el sector farma. Por ejemplo, sólo a los agremiados de una cámara farmacéutica les deben 14 mil millones de pesos, la mayor parte desde el gobierno pasado.
Incertidumbre es ver que también se heredó el numerito de abuchear a los opositores en eventos públicos de la presidenta. Esas descalificaciones se resienten mucho más allá del podio donde un gobernador de otro partido es maltratado por las huestes morenas.
Incertidumbre es el disfuncional modelo de representación de la iniciativa privada. La presidenta da siempre audiencia a inversionistas extranjeros y a menudo a los sospechosos comunes de la patronal mexicana. ¿Está segura de que estos últimos son representativos del macizo de las empresas nacionales que podrían invertir?
Incertidumbre es negar la realidad: mentir en que hubo acordeones para elegir jueces y ministros a modo, que estos fueron una operación del régimen, solapada además por las obscenamente capturadas autoridades electorales.
Dedicarse prioritariamente a convencer a los convencidos, y autoengañarse con que una aprobación de 70 por ciento es muestra de éxito, puede salirle caro a la presidenta Sheinbaum.
Porque hablando de encuestas, no se puede celebrar desde Palacio que EL FINANCIERO te da 74% de popularidad, al tiempo que en ese mismo levantamiento demoscópico tu manejo de la economía ha caído de 76% de aprobación en febrero, a 58% en agosto, y el de la corrupción de 55% de desaprobación en febrero a 73% en agosto.
Incertidumbre. Qué bueno que los extranjeros son a prueba de rituales de copal. Las y los que aquí están quizá esperan más pulcritud en el apego a la ley y las normas, y menos show; mayor apertura, menos sectarismo, y, puestos ahí, algo de autocrítica y menos autobombo.
Una presidenta realista, imparcial en su trato –nada de distingos entre compañeros y compañeras y los que no lo son–, intolerante con la censura que intentan sus correligionarios, implacable con la corrupción de los de casa para poner la muestra. Eso daría certidumbre.
Lo de la Marina y el huachicol de este fin de semana es un paso correcto en el combate a la corrupción. Pero sólo eso. Un paso. Faltan muchos más porque, para decirlo con Hemingway, en ese tema el sexenio pasado fue una fiesta. La presidenta pagará esa resaca.
Incertidumbre es la disonancia que crea el obradorismo 2.0 cuando promete ser técnico y eficiente y termina atorado por una ideología que no escucha a quienes no protege.