-¿Cómo se dice Morena en japonés?, pregunta un señor dibujado con prominente nariz, corona y roja capa de reyezuelo sujeta con un broche al cuello que dice ‘4T’; tiene además una bolsa con signo de dólares en cada mano.
-Ta chi-do tu mo-che, contesta el retratado.
Es un chiste. Es el chiste llamado “Traducción” del cartonista Kemchs publicado en El Universal el martes. Es parte del humor político surgido luego de que se supiera que, en lugar de asistir al consejo de Morena, Andrés Manuel López Beltrán, Andy, está en Japón.
De Andrés Manuel López Obrador se burlaron muchos mucho tiempo. De hecho, una de sus ventajas políticas es que fue sistemáticamente subestimado por no pocos de sus adversarios. Mas al ejercer el poder, para bien o para mal, ¿quién podría decir que AMLO era un chiste?
AMLO fue muchas cosas. Una pesadilla para el sistema de salud, por ejemplo. Una incógnita sobre lo mucho que costarán al erario sus faraónicas obras. Un depredador ambiental en las mismas. Un militarista. Propinó y encajó calificativos… usó chistes contra otros.
Retirado AMLO, el escenario lo ocupan otros. Y marcadamente por la ausencia del macuspano, que con muchas tablas desbordaba el set, los desfiguros de los nuevos nutren el nada original, pero sí recargado, humor político mexicano, esa revancha popular ante los poderosos.
Las vistosas vacaciones de Ricardo Monreal, Mario Delgado y Andy, la incontinencia en tantos sentidos de Gerardo Fernández Noroña, la proclividad de Adán Augusto López de meterse en polémicas, la sevicia pericial de Rocío Nahle… pasto de memes, cartones y burlas.
“El chiste no tiene que decir la verdad, pero al agredir a la verdad oficial establece una duda razonable que cuestiona a los políticos (…) puede convertirse en un hecho porque establece las verdades sobre lo que piensa la gente”, dice Samuel Schmidt en: En la mira, el chiste político en México*.
Caricaturas como la citada de Kemchs brincan de celular en celular porque “el meme que conecte con un sistema de creencias que ya exista en nuestro cerebro entrará con un puente de plata en nuestras mentes”, sostiene por su parte Delia Rodríguez**.
La caricatura de Andy, que tras ser un operador en las sombras ahora en el descampado va de tropiezo en tropiezo (sus malos resultados electorales, su no me digan Andy y el ausentarse del consejo de Morena al preferir vacacionar), se vuelve viral porque conecta con “un sistema de creencias” que sobre los privilegios de una clase política y de las dinastías se tiene en México de tiempo atrás.
Visto con benevolencia, la cauda de risas por la incongruencia de esos que se decían diferentes, pero llegados al poder, les pasa lo mismo que a los anteriores (para citar a Sabino Bastidas), podrían ser positivos para el régimen. Otra vez Schmidt: “Los chistes políticos se pueden considerar una forma de rebelión, aun cuando su objetivo es corregir errores gubernamentales y no derrocar al gobierno”.
Empero, el propio Schmidt cita a su vez a Kundera en unas palabras que resonarán en Palacio Nacional: “No hay movimiento que trate de cambiar el mundo que pueda enfrentar la burla o el desprecio, porque estos corroen esa pretensión”.
Morena, despojado de sus pretensiones franciscanas. Morena, tema de burla por su inconsistencia. Por más que la presidenta cite al líder en eso de que no puede haber gobierno rico con pueblo pobre, los del régimen evocan al profesor Hank: político pobre, pobre político...
“Odio al chiste porque me retrata tal como soy”, parafrasea Schmidt, quien recoge un análisis de Gastón García Cantú sobre los cartonistas mexicanos, que cae perfecto en estos tiempos de Poder Judicial de acordeón: “La caricatura fue la respuesta ante el servilismo, el temor o la abyección. El desquite de un pueblo indefenso, desarmado y sin tribunales. La caricatura fue, ha sido en nuestro país, un juicio de amparo”.
Felicidades a Morena, en apenas siete años se están convirtiendo en un chiste.
*Taurus, 2006.
**Memecracia: los virales que nos gobiernan. Planeta, 2013.