La feria

Tabasco y el fin del mito de la coordinación en seguridad

Hernán Bermúdez Requena demuestra que el gabinete de seguridad de López Obrador o estaba dormido cuando se reunía, o tomaba café sin mayor apuro.

El viejo presidencialismo incluía la leyenda de que el maná caería en la tierra chica del presidente. Como si su entidad natal se sacara la lotería. Colima con Miguel de la Madrid, Agualeguas con Salinas... A Tabasco le tocó, en cambio, bailar con lo más feo de AMLO.

Dejando a un lado el caso la eventual bonanza por Dos Bocas y el Tren Maya, la situación en la seguridad de los paisanos del expresidente sólo fue a peor en el sexenio pasado.

Ese deterioro siempre resultó enigmático en términos políticos. Quién del gabinete quiere decirle al jefe del Ejecutivo que su tierra, su agua como decía él, se había contagiado de la mortandad que padecían otros estados precisamente durante su mandato. Al parecer nadie.


Por eso Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad de Tabasco el sexenio pasado, hoy prófugo de la justicia, es un gigantesco sapo que han de tragar López Obrador, sus encargados en la supuesta estrategia de seguridad, y su círculo más cercano.

Bermúdez Requena fue propuesto como titular de Seguridad por Adán Augusto López Hernández, gobernador designado por Andrés Manuel en 2018. Designado porque era claro que ese año Tabasco iba a votar por cualquiera que AMLO hiciera candidato.

El expriista Adán Augusto tenía estrechos vínculos con el de Macuspana, así hayan vivido épocas de enfrentamiento. Prueba de la cercanía fue que, además de la candidatura como gobernador, le encargó, como se sabe, la Secretaría de Gobernación en 2021.

Para ese año, a mediados de sexenio, Andrés Manuel llevaba rato con su estrategia de seguridad que consistía en a) crear una Guardia Nacional militar; b) instalar una mesa de seguridad diaria –itinerante y regionalizada cuando viajaba–, y pedir a los estados que replicaran el esquema, y c) “atacar las causas”, que incluía lo retorcido eso de “abrazos, no balazos”.

AMLO se puso de ejemplo de compromiso para bajar la criminalidad. Presumió el sentarse, en su calidad de primer mandatario, cada madrugada con el gabinete de seguridad a analizar la marcha del país en seguridad.

Y por supuesto presumió que había coordinación intragabinete “como nunca”, e incluso con la Fiscalía General de la República y, en tiempos de Arturo Zaldívar, con el Poder Judicial, en un esquema que se prestó a abusos (descritos, entre otros, por Hernán Gómez).

Instalaron además la propaganda de Cero Impunidad, un montaje en la mañanera diseñado, sobre todo, para atajar mediáticamente los casos de violencia que mayor impacto generaran en la sociedad. Algunas estadísticas bajaban poco, otras no, si hemos de creerlas.

Todo fue un rollo. El presidente fue incapaz incluso de evitar que en su tierra un presunto delincuente operara desde el gobierno para uno de los cárteles más sanguinarios y poderosos. Bermúdez Requena demuestra que el gabinete de seguridad o estaba dormido cuando se reunía, o tomaba café sin mayor apuro.

Bermúdez Requena estuvo en su puesto hasta enero de 2024, muchos meses después de que se filtraron datos suyos, del Ejército, como presunto operador de un grupo criminal.

Una de dos: o todos en las reuniones de Palacio Nacional sabían que el hombre puesto por Adán Augusto era intocable precisamente porque lo puso él, o las Fuerzas Armadas, la Secretaría de Seguridad, la inteligencia y el presidente eran de una pasmosa ineptitud. Elijan.

Así no sea su tierra, ojalá Claudia Sheinbaum decida que a Tabasco le vaya bien. Que aplique “cero impunidad”. Que quienes entregaron ese estado a delincuentes con uniforme paguen por su irresponsabilidad, que se investigue si además de negligencia no hay complicidad.

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