La feria

El INE seguirá los pasos del Inai

Tendremos una reforma electoral a contrapelo de las que han conocido las últimas dos generaciones: una que surge del poder y no de la demanda social y opositora.

La presidenta Claudia Sheinbaum quiere una reforma electoral porque 1) las elecciones cuestan mucho, y 2) en el Instituto Nacional Electoral hay consejeros respondones. Falta que diga que ha habido corrupción y, voilà, veremos “la reforma judicial temporada II”.

Esto dijo en la mañanera de ayer la presidenta:

“Ahora el INE –desde mi punto de vista– se extralimitó en decir que ‘había votos que no deberían de haberse incorporado al resultado final’. Esa es labor del Tribunal Electoral, no del INE; el Tribunal tiene esa atribución, el Instituto Nacional Electoral, no. Ahora, quieren revisar quién sabe qué tantas cosas, cuando no es su atribución.


“Entonces, sí, son un grupo de consejeros que no actúan buscando que se cumpla la voluntad del pueblo, que finalmente eso es la democracia, sino que tienen una posición política que se traduce en: ‘todo lo que esté en contra del gobierno de la cuarta transformación hay que votar en contra’, independientemente de cuál sea o qué se presente.

“Está en mis 100 puntos una reforma electoral, que hace falta y ya, en su momento, la vamos a presentar. Porque tiene que ver con la cantidad de recursos que se utilizan para el INE, ocho mil millones de pesos costó la elección ahora; la cantidad de recursos en las elecciones, la cantidad de recursos que tiene el INE, la cantidad de recursos que tienen los partidos políticos y otras formas. También los plurinominales, también”.

El extenso entrecomillado vale la pena porque ahí perfila a) que a Morena, y a ella en particular, los contrapesos no le agradan; b) que el gobierno cree ser más eficiente que los órganos autónomos al usar los recursos públicos; c) juran que todo autónomo obedece a “intereses del pasado”, y d) sobre todo, que el régimen, a pesar de sus mayorías legislativas en el Congreso de la Unión y en las gubernaturas, y a pesar incluso de que tendrá Suprema Corte a modo, es siempre la víctima.

Desde luego, ayer mismo, la presidenta adelantó que ahora sus adversarios se dedicarán a criticar esta intentona.

Es inevitable detenerse un poco en la bola rápida que ha lanzado la presidenta Sheinbaum. Cuando no se ha terminado de digerir la elección judicial, convoca a la siguiente movilización.

Porque la movilización es el terreno favorito de Morena: abrir un debate que no será debate porque no escucharán, consumir el tiempo en una cosa que ni se necesita y, al final, imponer algo que ya está cocinado y que obedece estrictamente a lo que los guindas desean.

Tendremos así una reforma electoral a contrapelo de las que han conocido las últimas dos generaciones: una que surge del poder y no de la demanda social y opositora; una que busca alinear ventajas al grupo en el gobierno, y para nada abrir espacios a otras fuerzas.

A Morena le urge una reforma así porque no puede permitirse que en 2027 le lleguen las facturas del desgaste de gobernar (es un decir) y con ellas se abran las posibilidades para que la oposición (no necesariamente por méritos propios) le quite la mayoría en San Lázaro; porque el mero anuncio de esa reforma arrodilla más a sus consejeros incondicionales, y encarece la resistencia de los que aún dan la batalla; por tanto, Morena se echa al árbitro a la bolsa independientemente de cuándo entre en vigor la pretendida reforma.

Encima, lo electoral será un gran fetiche, enorme espantapájaros que impedirá ocupar el tiempo en preguntar por las deudas de Pemex, la falta de medicamentos (Sheinbaum ofreció, oootra vez, un nuevo plazo) o la violencia.

Pensándolo bien, lo que pasará no será como la reforma judicial. Más bien será igualito al aniquilamiento del Inai: váyanle diciendo adiós a su credencial del INE, para empezar, ahora será de Gobernación, o de la Agencia, o de Bartlett, del gobierno, pues.

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