Salvador Camarena: Respetuosos, firmes y técnicamente impecables

Sobra recordar que los desplantes presidenciales no son monopolio de ningún partido
Sobra recordar que los desplantes presidenciales no son monopolio de ningún partido
AMLO.Sobra recordar que los desplantes presidenciales no son monopolio de ningún partido
Cuartoscuro
autor
Salvador Camarena
Periodista
2022-04-27 |07:12 Hrs.Actualización07:12 Hrs.

Cuentan que, en tiempos del priismo autoritario, el empresario Juan Sánchez Navarro tenía una fórmula para lidiar con los abrasivos presidentes de aquel México.

Si en negociaciones con Los Pinos surgía una tensión irresoluble, o si se requería desdeñar alguna peregrina propuesta presidencial, a la hora de decir que no había que ser “respetuoso, firme y técnicamente impecable”.

Sobra recordar que los desplantes presidenciales no son monopolio de ningún partido. Hemos tenido bizarras conductas por parte de mandatarios de derecha, centro e izquierda, o de PAN, PRI y Morena, para ser más puntuales con nuestra realidad partidista.

Vistas las ocurrencias de los jefes del Ejecutivo que hemos padecido, la receta de Sánchez Navarro, fallecido hace ya años, se antoja vigente.

En México, un presidente es muy poderoso, incluso en el ocaso de su sexenio. Lidiar con sus humores e iniciativas supone creatividad y entereza, pero también requiere que uno no olvide quién es y qué rol se espera de cada cual.

Meterse de manera grosera con un presidente mexicano es mal negocio. Y qué mayor ejemplo de eso que el propio López Obrador, que en su momento se creyó muy superior a Vicente Fox y le recetó el "cállate, chachalaca", insulto que no sentó bien en la población mexicana; tal desplante del hoy Presidente cayó mal, incluso cuando, por su inoperancia y frivolidad, el guanajuatense era ya un mandatario con prestigio menguante.

Así que insultar al Presidente de México, así se llame Andrés Manuel y haga cotidianamente actos que rebajan la investidura, no suena muy inteligente ni sensato y, puestos en esas, tampoco democrático.

Hay una línea entre la crítica y la grosería, entre la ironía y la majadería. Hay que evitar cruzarla.

Y si el poder abusa –no hay duda de que el actual ocupante de Palacio abusa verbalmente en demasía–, lo conducente es recordar el espacio desde el cual uno puede posicionarse al respecto sin traicionar lo que se cree –que el debate debe ser constructivo, por ejemplo, y de obligada cortesía–.

De paso así se evitará hacerle el juego a un mandatario que siempre busca desprestigiar a sus críticos para no entrar al fondo de las críticas. Guardando las formas se promueve mejor el fondo: insultar por características personales o citar leperadas permite al gobernante hacerse la víctima.

Porque, además de respetuosos, firmes y técnicamente impecables, hay que intentar ser un poquito estratégicos.

No debemos olvidar que el Presidente no sólo tiene más poder que cualquier otro mexicano (a), también, casi siempre, posee más y mejor información que sus gobernados. Y gracias a ello pretenderá marcar los tiempos de algún tema en la opinión pública, más en una era en la que, a diferencia de lo que vivió Sánchez Navarro, las redes sociales provocan que muchos no podamos evitar la pulsión de contestar en tiempo real las provocaciones.

Para hacer menos perniciosas las ocurrencias presidenciales hay que seguir el consejo del pasado. Respetuosos con la investidura, así él no se comporte de forma igual, firmes en una postura que descalificarán e incluso dirán que es traición, y técnicamente impecables en los argumentos, políticos o del área específica en cuestión, para desmontar la propaganda del poder.

Si en sexenios en que el poder controlaba la mayor parte de la prensa se lograba desmontar las falacias de Los Pinos, hoy, con más razón, hay que confiar en la sabiduría de los mexicanos.

Citar a Paco Ignacio Taibo II hace años que dejó de ser buena idea. Ni albures ni denuestos construirán un mejor país. Ojalá no olvidemos quiénes somos y qué toca.