Salvador Camarena: La maquinación priista

La maquinaria del Revolucionario Institucional podría hacer de José Antonio Meade un candidato imparable
La maquinaria del Revolucionario Institucional podría hacer de José Antonio Meade un candidato imparable
El apoyo tricolor.La maquinaria del Revolucionario Institucional podría hacer de José Antonio Meade un candidato imparable
PRI Nacional
autor
Salvador Camarena
Periodista
2018-01-02 |07:27 Hrs.Actualización07:27 Hrs.

The Financial Times publicó el 29 de diciembre algunos pronósticos para 2018. Para el caso de México, la corresponsal de ese rotativo británico en nuestro país, Jude Webber, contestó con un Sí a la pregunta de si José Antonio Meade será el próximo presidente.

Vale la pena leer las 124 palabras que componen la respuesta completa de Webber (https://www.ft.com/content/d18f4518-eca7-11e7-bd17-521324c81e23). En tan pocas líneas hace un descarnado retrato del régimen corrupto y fallido representado por el candidato Meade.

A pesar de la mala fama de ese gobierno, argumenta Webber, Meade podría resultar imparable dado el respaldo de la formidable maquinaria electoral del PRI. En inglés: backed by the formidable PRI get-out-the-vote machine, he could prove unstoppable.

En un país tan dado a los eufemismos, vayamos despacio antes de terminar por aceptar que a la disposición de recursos públicos sin límite legal o decoro alguno, operaciones fraudulentas antes, durante y después de la elección pues, se le deba llamar maquinaria electoral. 

Como si en vez chapucería y delitos estuviéramos ante un prodigio ingenieril digno de admiración en Alemania.

No por nada ante esas maniobras del PRI la corresponsal usó el adjetivo “formidable” (que en inglés y en español refiere por igual a algo “muy temible y que infunde asombro y miedo”. RAE).

El concepto maquinaria electoral lleva largo rato entre nosotros y la corresponsal sólo reportó algo que se da por sentado: que Peña Nieto se dará sus mañas para retener los tradicionales votos tricolores, que en un escenario de fragmentación harían competitivo al PRI.

Pero la susodicha maquinaria electoral no existe, como tampoco existe, en volumen relevante, el votante priista a convencer. Porque esa paraestatal llamada PRI no sale a persuadir ciudadanos, sino a cooptarlos. Más que una maquinaria partidista, lo de los priistas es un fraude de Estado.

Y a esa ingeniería le calza el término formidable porque en efecto asombra que los mexicanos acepten que su gobierno logre para su partido, sin mayor consecuencia ni protesta, ventajas como las siguientes:

–Que el máximo tribunal valide mecanismos de atracción del voto (monederos electrónicos) que implican una recompensa económica directa y desnuda si gana mi candidato.

–Despliegue de todo el gabinete, ministros incluidos, con asignación directa de tareas electorales por cuadrantes o regiones. Como ocurrió en el Edomex, por ejemplo.

–Moratoria indefinida y de facto de pesquisas que apuntan a notables del partidazo (se fue todo 2017 y Odebrecht no le provocó a ningún funcionario de primer nivel ni un dolor de cabeza, ya no digamos una orden de presentación). Lo mismo ocurrirá, yo haciendo una predicción, con los desvíos descubiertos en Chihuahua.

–Escuálida rendición de cuentas de gastos publicitarios en redes sociales.

–Prensa adicta a la publicidad gubernamental.

–Funcionarios que pasan de un día para otro de manejar la estrategia digital del gobierno a la campaña (debería haber un candado para eso, como lo hay para funcionarios que se quieren ir a la práctica privada).

–Fiscalías y órganos anticorrupción acéfalos.

Por todo lo anterior, y para no normalizar lo ilegal o antiético, no llamemos maquinaria a lo que tiene en otra palabra, parecida incluso, su real nombre.

Con tanto que hay en juego este año –más que puestos lo que realmente está en riesgo es la calidad democrática de nuestro sistema electoral– comencemos por llamar al fraude, fraude, y a la maquinaria… maquinación: “proyecto o asechanza artificiosa y oculta, dirigida regularmente a mal fin” (RAE). Con la ventaja de que se dice casi igual y significa lo mismo en inglés y en español: algo malo. 

Ahora sí, feliz año.