Salvador Camarena: En el hoyo

La violencia en México arrasa con regiones enteras y el panorama económico se puebla de nubarrones
La violencia en México arrasa con regiones enteras y el panorama económico se puebla de nubarrones
Inseguridad.La violencia en México arrasa con regiones enteras y el panorama económico se puebla de nubarrones
Cuartoscuro
autor
Salvador Camarena
Periodista
2019-05-14 |07:25 Hrs.Actualización07:25 Hrs.

El chofer y custodio de un respetado periodista sufre un asalto. A plena luz del día y en una colonia emblemática de una ciudad que en los últimos trimestres ha visto aumentar la incidencia delictiva. 

El individuo asaltado se defiende y dispara a los asaltantes, que iban armados. Mueren dos de los atacantes. Horas después, y contra lo que dictaría la lógica, los cuestionamientos en las redes sociales no están dirigidos hacia las autoridades –por principio de cuentas responsables de que no haya inseguridad–, sino al periodista. Que por qué un periodista –que ha recibido amenazas por su trabajo sobre delincuentes, hecho que es público– tiene custodio. Que cómo lo paga. Que por qué el custodio, un exmilitar con permiso para portar armas, disparó. Que por qué…

Días después, un periodista que disfrazado de payaso ha tundido a personajes de todo el espectro político hace una crítica, con su mordaz y rasposo estilo (que desde siempre a unos gusta y a otros no) al montaje que se da en las mañaneras, donde sobran los paleros del Presidente (expresión mía). 

Ese personaje de pelos verdes, en su momento, fue el más claro defensor de Aristegui cuando ésta fue censurada en MVS, y no tuvo reparo en llamar, reiteradamente, Henry Monster al anterior mandatario al criticarlo por su desgobierno. Pero hoy, esa carrera crítica parece no contar. En el patíbulo de las expresiones en tiempo real, el payaso se convierte, de pronto, en el objetivo de Savonarolas región IV, que pretenden atribuirse la potestad de definir quién sí debe y quién no debe ser escuchado en las redes. Y al payaso le llueve peor que en los tiempos del neoliberalismo.

En otro caso, el presidente López Obrador hace un elogio de Benito Juárez. Tiene el mal tino de recordar que el fascista Mussolini se llamaba como el oaxaqueño. Y prestos a sobredimensionar cualquier dislate presidencial, quienes han hecho de burlarse del nuevo mandatario una consigna, se tiran al piso, se rasgan vestiduras, porque creen escuchar que el tabasqueño hizo un encomio del sátrapa aliado de Hitler. Si se revisa el audio, si se atiende a la forma no lineal de hablar de Andrés Manuel, es fácil conceder que no hizo ningún elogio al italiano que muriera colgado al final de la Segunda Guerra Mundial, sino a su ídolo del siglo XIX.

Hablando de esvásticas: un cartonista de La Jornada pone bajo el símbolo nazi a quienes marcharon en protesta al Presidente. No pasarán muchos días para que, desde Reforma, otro cartonista aplique la misma receta, pero ahora la cruz gamada es dedicada a los afines de Morena.

Están, también, hagan lo que hagan los nuevos del gobierno, quienes día a día sólo anticipan catástrofes. Sin medias tintas. Sin matices. Incansablemente.

Este ramillete de ejemplos retrata algo más que politiquería o mal humor social. Son muestras de la ausencia de empatía, de la carencia de voluntad para reconocer nada que provenga de alguien a quien, sin campañas políticas de por medio, es identificado como adversario (¿o ya tendríamos que decir claramente que nos vemos unos a otros como enemigos?).

Y no es cierto que todo quede en redes sociales. Trasciende a columnas en periódicos, se mete en las conversaciones, abona a la polarización en los espacios públicos. Cancela esa cosa elemental para la democracia que es el diálogo.

El manido, pero no por simplista menos exitoso argumento –es un decir– de que dónde están tus críticas al pasado, que es caballito de batalla para descalificar a todos los que quieren hoy imponer un solo camino, ha resultado eficaz para crear un ruido estéril que augura el peor futuro.

Estamos inmersos en una guerra tribal, discursiva, por lo pronto, pero no trivial; en donde encima no hay cabida a ningún tipo de puente, desacreditadas como están la IP, la Iglesia, algunas o demasiadas ONG’s, y ya no digamos los partidos que se han alternado en el poder y las rémoras que viven de estos.

Tenemos frente a nosotros, entonces, la ominosa certidumbre de que por este camino no hay más ruta que seguir cayendo y no se ve el fondo.

Porque mientras la delincuencia arrasa regiones enteras, a la par que el panorama económico se puebla de nubarrones, más que dedicarnos a buscar soluciones comunes, nos afanamos en dinamitar la credibilidad de unos y otros; gobierno y opositores, ciudadanos y pueblo bueno; académicos y periodistas; ricos y pobres; empleadores y empleados…

En tal circunstancia, lo único positivo es que México hoy no padece una catástrofe natural o una crisis económica en plenitud. Toquemos madera. Que si no, con el encono al cien como está, serían incalculables los costos que acarrearía tan cultivada canibalización discursiva si caemos en el hoyo. Podemos estar peor, no les quepa duda de ello.