Salvador Camarena: El otoño de Marcelo

¿Encontrará forma de resucitar, una vez más, este político que ya en el pasado fue en varias ocasiones desahuciado?
¿Encontrará forma de resucitar, una vez más, este político que ya en el pasado fue en varias ocasiones desahuciado?
Pertenencia.¿Encontrará forma de resucitar, una vez más, este político que ya en el pasado fue en varias ocasiones desahuciado?
Cuartoscuro
autor
Salvador Camarena
Periodista
2023-11-14 |06:40 Hrs.Actualización06:40 Hrs.

Marcelo Ebrard abrió este lunes la puerta a un destierro que ocurrirá incluso si no abandona México. Uno de los políticos con mayor equipaje de funcionario público ha sucumbido a la realidad que creyó podía desafiar. Su otoño ha comenzado justo cuando él creía que venía su mejor era.

El excanciller anunció este lunes que se queda en Morena casi como quien reconoce una obviedad: que se necesita demasiado para darle la espalda a Andrés Manuel López Obrador, y que cuando hizo cuentas vio que no había acumulado lo suficiente para cobrarle al tabasqueño su desdén.

La mayor sorpresa no es que se quede en las filas del lopezobradorismo, sino lo mal que jugó sus cartas, lo poco productivo que ha sido su berrinche, cuán mal negociador para sí mismo resultó quien tantas veces hizo política desfaciendo entuertos por encargo.

¿A qué se queda Ebrard en Morena? ¿Encontrará forma de resucitar, una vez más, este político que ya en el pasado fue en varias ocasiones desahuciado? ¿Por qué dilapidó así su capital en estos dos meses en que se negó a reconocer a Claudia Sheinbaum como legítima ganadora de la interna?

La exjefa de Gobierno es la gran beneficiaria del anuncio de Marcelo. Se impuso en toda regla a quien la desdeñó. Lo derrotó tanto en encuestas como en la forma en que el exgobernante defeño capituló. Y se queda en el entendido de que le harán espacio. Yerra otra vez.

Claudia recibió bastón de mando, no batuta. El relevo generacional que diseñó AMLO tiene, a su imagen y semejanza, vocación unipersonal. El movimiento tendrá presidente emérito y, eventualmente, presidenta en funciones. Salvo algún familiar, además de ellos dos nadie contará.

López Obrador no quiere una directora de orquesta que haga brillar a algunos solistas. Es un presidencialista a tal grado que arrasa con el Legislativo y, como no ha podido capturarlo, acosa al Judicial. Y de los gobernadores ni hablar: al primer chasquido éstos acuden a tomar dictado.

El único futuro posible es la cohabitación de quien ganó en la interna con la sombra que se proyectará desde Palenque. Andrés Manuel no va a permitir, y su sucesora tampoco, que otros quieran autoerigirse en apóstoles lopezobradoristas.

Ebrard será relegado porque le cobrarán su intento de rebelión y porque será muy difícil para él encontrar un lugar en la estructura que diseñe Sheinbaum. Los perdedores de las sucesiones no viven mucho, y menos si ocupan un lugar destacado, en un gabinete.

El talento y la experiencia de Ebrard apenas si serán aprovechados en el eventual nuevo sexenio morenista ya que sería ilógico que se le permita crecer al punto de opacar, ya no digamos a la próxima presidenta, sino a los colaboradores favoritos de ésta.

El nonato marcelismo ha muerto; víctima, para empezar, del estilo autoritario que él mismo ayudó a crear con los apellidos López Obrador. Marcelo debe culpar a su inteligencia, por extraviarse en ensoñaciones, como la que ayer le hizo decir que él conforma la segunda fuerza en Morena.

Parece que por andar en el extranjero no se enteró que el fin de semana surgió el clarismo, con tanta fuerza que descarriló al personaje mejor posicionado en las encuestas por la capital.

Como segundo lugar de la interna, Marcelo es el gran perdedor de la misma. Otros fueron viendo que no les alcanzaría y bajaron sus apuestas, siguieron pero sin desfondarse, sin dañar a quien les iba a ganar. En cambio, tan no entendió la partida, que se levantó de la mesa acusando trampa. Ayer insistiendo en ello, Marcelo inició su otoño.