Salvador Camarena: Dudas después de otra masacre

En Salvatierra, Guanajuato, fueron asesinados 12 jóvenes en una posada
En Salvatierra, Guanajuato, fueron asesinados 12 jóvenes en una posada
Masacre.En Salvatierra, Guanajuato, fueron asesinados 12 jóvenes en una posada
Cuartoscuro
autor
Salvador Camarena
Periodista
2023-12-19 |06:03 Hrs.Actualización06:03 Hrs.


Qué tan jodido estará el tema de la violencia que si ante una tragedia que cercena los sueños de unos jóvenes uno se quedó con algo por decir, a los pocos días una nueva masacre brinda la macabra ocasión de plantear eso que habría querido expresarse antes. 

Cuando en la primera semana de diciembre estudiantes de medicina de Celaya fueron asesinados, no expuse una duda que, en la funesta ocasión de otra matanza de jóvenes en esa misma región, ahora intento. 

Los seis jóvenes asesinados en Celaya, y los 12 ahora en el cercano Salvatierra, pertenecen a una generación que lleva toda la vida en medio de una guerra perdida. Nacieron al filo del dos mil y desde que tienen conciencia sólo han oído de cárteles, masacres, policías, ejército, levantones...

En qué país creen que viven, o qué piensan que es el futuro. Esos que estudiaban medicina, o estos que decidieron hacer una posada donde encontrarían la muerte o un trauma de por vida, qué les decían las palabras México, instituciones, Presidente, gobernador, elecciones, Claudia, Xóchitl…

Los medios tenemos la brújula perdida. Todo desde la noche del domingo era preguntarse, en la prensa o su cámara de eco que son las redes sociales, qué diría AMLO sobre esta inenarrable tragedia, sobre las vidas regadas con balas en pre-Navidad, sobre el poderío irrefrenable de quienes tienen armas.

Esa es una pregunta equivocada y ociosa porque la respuesta es predecible y absurda, simultáneamente. 

No son los muertos de un líder porque Andrés Manuel López Obrador no gobierna (es un decir) para el presente. Ejerce el poder pensando en su hora de bronce, y los de carne y hueso que digan misa, sean niños con cáncer y sin medicinas, sean acapulqueños tragados por Otis, sean, obvio, estudiantes masacrados en un fin de semana cualquiera.

Si nuestro norte fuera el correcto iríamos a Celaya y a Salvatierra, a Apaseo el Alto y a Lagos de Moreno, a Texcaltitlán y no a Palacio Nacional. 

No tiene caso gastar tinta ni tiempo aire en la mañanera. A final de cuentas qué es más sorprendente, que AMLO desprecie los muertos o que esos que están muertos creyeran, ellos y sus familias, ellos y los que les sobreviven, que en demasiadas regiones de México aún se puede intentar la locura de una normalidad tipo estudiar para ser médico o bailar en una posada, fiesta que siempre implica que el año siguiente será mejor, que lo pasado pasado y que gracias a la vida, ¿por haberles dado tanto?

Qué les da a esos jóvenes alegría de vivir en este país. 

Entiendo perfecto, no me crean tan obtuso, que el deseo de vivir es irrefrenable en esa edad, pero qué se siente desvelarse en Celaya para sacar adelante una carrera si los que deciden quién vende y qué se vende es el crimen organizado, si cuando pongan un consultorio les pedirán cuota, si todo mercado tiene en un gatillero a su regulador.

No es AMLO, somos nosotros los que debemos opinar hoy y sin dilación qué pensamos, como generación fallida, del México que heredaremos a esos jóvenes que estudian y se divierten como si vivieran en un país con mañana. 

En España, en octubre un joven se perdió en un extraño incidente que incluyó vagones abandonados y celular sin batería. Una muerte absurda que conmovió a ese país por días. Eso es normal. Que una sociedad no se deje de preguntar qué pudo haber hecho para evitar que un adolescente se pierda.

En México nos preguntamos, en cambio, qué pensará AMLO. Valemos madre.