Salvador Camarena: Con el INE no

Este domingo quedó demostrado que la ciudadanía cree en el INE, y eso no es cualquier cosa en este país
Este domingo quedó demostrado que la ciudadanía cree en el INE, y eso no es cualquier cosa en este país
La confianza.Este domingo quedó demostrado que la ciudadanía cree en el INE, y eso no es cualquier cosa en este país
Cuartoscuro
autor
Salvador Camarena
Periodista
2021-06-07 |06:40 Hrs.Actualización06:40 Hrs.

El modelo es imperfecto y le acechan múltiples amenazas, pero la jornada de este domingo recordó a los mexicanos que hay conquistas que vale la pena defender. El modelo electoral mexicano le dio el poder y la responsabilidad a la ciudadanía de recibir y contar los votos, y ésta respondió por partida doble, con abultada participación y eficiencia ejemplar. Entonces, ¿para qué reparar lo que no está roto?

Durante la campaña Morena anunció que tras la elección iría contra el Instituto Nacional Electoral. Si lo disfraza de reforma o revisión da igual. No le gusta el INE y quiere cobrarle facturas y someterlo. En otro momento el mensaje que el poder leería de manera clara de la jornada de ayer sería: con el INE no. Pero no son tiempos normales.

Andrés Manuel López Obrador ha dicho que el INE es caro. Es una verdad muy a medias. El presupuesto que se le asigna es engañosamente enorme. Porque de esa bolsa se deposita a los partidos, se financia la nada barata credencialización (padrón incluido) y, por supuesto, se paga todo lo que implica organizar elecciones y generar cultura cívica al respecto.

¿Qué se puede ahorrar en el INE? ¿Qué pueden hacer un esfuerzo de austeridad? ¿Qué deben incluso revisar los salarios de sus consejeros y altos funcionarios? Nada de eso debería descartarse. ¿Qué de no hacerlo ameritaría arrancarlo de raíz para inventar otro? Tampoco. Y sobre todo no desde una decisión unilateral de Palacio Nacional.

Porque más allá de la aritmética –de si Morena y aliados estarán en septiembre más lejos que hoy de alcanzar mayoría para cambiar la Constitución–, que nadie piense que eso detendrá el intento desde el gobierno de imponer una reforma electoral.

Es casi innecesario recordar que como opositor López Obrador logró cuanta reforma electoral se propuso.

Y sin lugar a dudas en ellas se ganaban espacios para los opositores, para lograr competencias más parejas y justas. Sin embargo, hoy AMLO quiere desmontar la escalera que en 2018 le permitió ascender al poder y ganar no sólo la Presidencia, sino mayorías en el Congreso de la Unión.

Ayer mismo su movimiento ganó gubernaturas y espacios nada despreciables. Pero el Presidente no es un buen ganador tampoco.

Tocará a los opositores hoy desmontar los argumentos de cualquier reforma que mine lo central: que el INE es además autoridad, y que la ley de la materia sigue necesitando de muchos y engorrosos candados para inhibir en lo posible las tendencias, omnipresentes a pesar de que consideremos una muy buena jornada la de ayer, fraudulentas de nuestros políticos.

Porque si las elecciones son caras en México se debe, en buena medida, a que la burra no era arisca: se deben multiplicar los esfuerzos de monitoreo, vigilancia y fiscalización de partidos y candidatos dado que, a pesar de que tenemos un Presidente honesto, pues la clase política no ha seguido tan manifiesto ejemplo...

El modelo es perfectible. Hay demasiado dinero sin reportar. Hay injerencia del crimen organizado. Hay nuevas tecnologías –mediante teléfonos, por ejemplo, intentan persuadir votantes sin pasar por el radar del monitoreo– que los políticos utilizan para hacer trampas. Y hay actores que una y otra vez violan la ley a sabiendas que es más barato pagar multas con dinero del propio erario que apegarse al marco normativo: el mejor ejemplo, pero no el único, es el llamado Verde.

Pero también hay una ciudadanía que ayer se expresó con claridad en las urnas independientemente de su preferencia partidista. Cree en el INE. Y eso no es cualquier cosa en este país.