Salvador Camarena: Aguantar hasta 2024

Al parecer el Presidente tiene definida una ruta sin viraje ni corrección
Al parecer el Presidente tiene definida una ruta sin viraje ni corrección
López Obrador.Al parecer el Presidente tiene definida una ruta sin viraje ni corrección
Cuartoscuro
autor
Salvador Camarena
Periodista
2021-09-28 |07:10 Hrs.Actualización07:10 Hrs.


Hay voces que señalan que el rumbo del sexenio ha quedado definido y será inamovible. Y que de lo que se trata el futuro inmediato nacional es de esperar a que termine el sexenio de AMLO.

Descontar los tres años que faltan y preparar, si tal cosa es posible, todo para reiniciar política y economía hasta pasadas las elecciones de 2024.

El Presidente, que sostiene haber cumplido ya prácticamente la totalidad de sus compromisos de arranque de gobierno, tiene definida una ruta sin viraje ni corrección.

Su modelo de gestión deja fuera ideas de ajustes incluso frente a desafíos como la pandemia, tan impredecibles como devastadores en todos los sentidos.

Cuentan que el año pasado, en medio del encierro que paralizó la economía, en el gabinete de López Obrador surgieron iniciativas para apoyar sectores productivos.

Se le comentó al inquilino de Palacio Nacional sobre un plan para aliviar al sector restaurantero. Han ganado mucho dinero durante bastante tiempo, que pongan de sus ahorros, replicó inamovible el mandatario, según me refirió una fuente.

Le propusieron entonces apoyar al sector de la aviación. ¿Me imaginan rescatando empresas aéreas?, preguntó a su vez Andrés Manuel. Nueva negativa. Podría darse el caso de que se cancele la ruta entre México y Monterrey, le insistieron al subrayar la gravedad de la crisis. Hay camiones, que quien necesite se vaya en camión.  

Eso fue en la pandemia, pero sirve de referencia para otear el futuro de la gestión lopezobradorista.

El Presidente tiene tres obras de envergadura –un aeropuerto, un tren y una refinería–, programas sociales que demandarán incrementalmente muchos recursos, una apuesta clara por favorecer a Petróleos Mexicanos y a la Comisión Federal de Electricidad y, literalmente, una fe ciega en que el pilar de su gobierno serán los militares.

A pesar de que en su momento Herrera y Romo presentaron diversos planes para dinamizar la inversión privada, el empeño del Presidente nunca estuvo en construir con los empresarios una relación que le ayudara a mover la economía.

Incluso podemos descontar que si un aliado tuvo Trump a la hora de repatriar algunos capitales estadounidenses ese fue AMLO, que al instalar la incertidumbre jurídica puso a extranjeros a recalcular los costos de estar en México.  

No es poco tiempo lo que resta del sexenio (sólo por si hace falta decirlo). Y a pesar de ello qué empresario local o foráneo querría jugarse el riesgo de anunciar inversiones de gran calado en un país donde el Presidente cambia las reglas, a los reguladores e incluso los contratos porque sí.

Y en el plano político ocurre algo similar: está asumido que el gobierno federal se abocará sólo a aquello que gusta al Presidente y que todo lo demás será prácticamente excluido.

Ello incluye que el presupuesto se agote básicamente en las obras y proyectos ya referidos, y todo lo demás –infraestructura en los estados, por ejemplo– padecerá una austeridad que quiso ser presentada como republicana, pero que al final de cuentas es la consecuencia de concentrar sin criterio los recursos sólo en lo que decidió el Presidente.

¿Hay manera de cambiar las cosas, de negociar? Hoy parece más sensato sobrellevar el modelo inercial antes que confrontar. Saldremos de la crisis de la pandemia sin convertirla en una oportunidad. Nademos de muertito de aquí a la elección del 2 de junio de 2024. ¿Sí? ¿Y a qué costo?

Porque encima, eso de creer que cualquiera que llegue va a ser menos malo que lo actual es medio iluso. ¿Qué garantiza que en 2024 se irá la sombra de AMLO? ¿Marcelo? ¿Claudia? ¿Ricardo? Ajá.