Salvador Camarena: A la calle

Y si AMLO insulta a quienes acudan, lo hace no para disuadirlos, sino para enardecerlos
Y si AMLO insulta a quienes acudan, lo hace no para disuadirlos, sino para enardecerlos
Protesta.Y si AMLO insulta a quienes acudan, lo hace no para disuadirlos, sino para enardecerlos
Cuartoscuro
autor
Salvador Camarena
Periodista
2022-11-09 |07:28 Hrs.Actualización07:27 Hrs.

A 23 meses del fin de su mandato, Andrés Manuel López Obrador ha llevado a donde quiere a aquellos que él considera sus adversarios: les ha emplazado a medir fuerzas en la calle.

Quienes ven en su propuesta de reforma electoral una amenaza a la democracia marcharán este domingo. Él, por su parte, responderá con una concentración el 1 de diciembre en el Zócalo.

Es el estilo del tabasqueño: mostrar músculo en términos de movilización, demostrar que cuenta con más fuerza que nadie en el territorio. Y –hasta ahora– le ha funcionado.

Como se ha dicho, el actual Presidente no encabeza un gobierno, sino un movimiento. En esa lógica, todo se trata de reforzar los fundamentos de su grupo: sus mitos fundacionales, sus metas aspiracionales. Y qué mejor que con mítines.

Eliminar a un INE “oneroso” y “servil con los del pasado” es parte del universo semántico del lopezobradorismo, que se ve a sí mismo como un grupo que logró imponerse en las urnas a pesar de reglas electorales hechas por sus opositores.

Académicos, activistas, sociedad en general y parte de la oposición formal se manifestarán este domingo en las calles para mostrar su rechazo a la iniciativa de reforma electoral que pretende AMLO. Ven en ésta el riesgo de la captura definitiva de los órganos que arbitran la competencia comicial; y advierten que los recortes en la estructura, el cambio en la forma de elegir consejeros y magistrados, y la reformulación parlamentaria sólo beneficiaría a quien, desde el poder, sabrá sacar ventaja de su actual fuerza.

El rechazo de diversos grupos a la iniciativa oficialista es patente en algunos medios de información. Y las encuestas reflejan –en términos generales– la simpatía de la sociedad por el actual modelo electoral, incluidos sus imperfectos pero funcionales organismos.

De igual forma, los partidos pequeños temen que la nueva propuesta termine por dejarlos fuera del juego. En cambio, el PRI –que no es tan menor si se le mide por su peso en las cámaras, más tres estados y los ayuntamientos que aún gobierna– coquetea con la idea de que se puede reformar la ley sin poner en riesgo la democracia.

En tal escenario la llamada sociedad civil organizada, hoy un concepto eminentemente opositor al gobierno de López Obrador, ha convocado a manifestarse el domingo 13 en contra de lo que pretende Andrés Manuel.

La calle, pues, será el escenario más que simbólico de la pugna que es vista como la más importante de todos estos años. Y si AMLO insulta a quienes acudan al llamado lo hace no para disuadirlos, sino para enardecerlos, no para amedrentar, sino para incitar.

Él quiere que las cosas lleguen al extremo porque confía en que, a pesar de todos sus desplantes, la capacidad de convocatoria de los organizadores no sea desbordante, y menos aún rivalice con las multitudes que él puede –desde la Federación, y en abuso de todo tipo de recursos, pero también con gente que legítimamente le sigue a donde diga– concitar en poco más de dos semanas.

Ve esta nueva coyuntura, a la que pretende extraerle rentabilidad por meses –por ello no convoca a votar ya la iniciativa de reforma electoral, sino hasta el próximo año–, la ocasión de volver a dejar en claro que la calle es suya, y que ni todos sus adversarios juntos se la pueden disputar.

¿Saldrán a la calle sindicatos, médicas, feministas, víctimas de violencia y otros colectivos que han sido despreciados y hasta insultados por Palacio Nacional? ¿Reaccionará la clase media y copará las calles? Quién sabe, pero AMLO, sí.