Estrictamente Personal

Redefinición conservadora

El planteamiento hecho por su dirigente, Jorge Romero, no tuvo mucha sustancia en lo ideológico o programático, pero apeló a las emociones y definió qué es lo que necesita el partido para evitar su desvanecimiento y acercarse a una nueva aproximación: narrativa.

La dirigencia del PAN anunció este fin de semana el relanzamiento del partido en busca de sí mismo y de nuevos apoyos y votantes. El planteamiento hecho por su dirigente, Jorge Romero, no tuvo mucha sustancia en lo ideológico o programático, pero apeló a las emociones y definió qué es lo que necesita el partido para evitar su desvanecimiento y acercarse a una nueva aproximación: narrativa. Otro discurso, pues. Encontrar un antídoto a “por el bien de todos, primero los pobres”, con el que Andrés Manuel López Obrador impuso un nuevo régimen político en México. El PAN parece estar sintiendo los vientos y recalibrando sus pasos.

Lo comenzó a hacer con marketing, que incluye un rediseño de su logo y lazos hacia la sociedad, “con una visión moderna, cercana y basada en los valores de Patria, Familia y Libertad”, que rápidamente provocaron comparaciones con el llamado de Benito Mussolini –el padre del fascismo– a “Dios, patria y familia”, que fue retomado por Jair Bolsonaro cuando fue presidente de Brasil, y por el presidente argentino, Javier Milei, y la sugerencia de varios analistas de que el PAN iba a moverse hacia la extrema derecha.

No parece ser ese camino tan claro para el PAN, como la necesidad de no seguir hundiéndose en el pozo de la intrascendencia, a la que ha contribuido de manera inopinada una figura disruptiva que ha irrumpido en la constelación política mexicana, Ricardo Salinas, el empresario que libra una batalla abierta contra el gobierno por temas fiscales.


El PAN se ha ido desdibujando desde antes de perder la Presidencia en 2012, que lo ha llevado a caer en picada. Este partido opositor por antonomasia lo ha dejado de ser por la falta de figuras. Sus dos expresidentes están fuera del partido, y dentro del PAN, sólo la senadora Lilly Téllez y más recientemente el senador Germán Martínez han enfrentado al régimen desde la tribuna como verdaderos opositores, aunque sin tener el músculo de Salinas.

El PAN está escuchando la música de estos tiempos, que explica bien el filósofo francés Jean-Pierre Faye, que desarrolló la Teoría de la Herradura, donde demuestra que entre más polarización y mayor radicalización política y de pensamiento exista, las posiciones antagónicas se acercan. Esta teoría fue utilizada para entender cómo las extremas izquierdas y derechas se tocan y se asemejan en algunos momentos, como sucedió con los populismos que tomaron fuerza tras la crisis financiera global de 2008, que aceleraron la condena del neoliberalismo. Durante este periodo, más de 60 liderazgos carismáticos antisistema surgieron en el mundo, incluidos Donald Trump y López Obrador.

Lo que no tiene el PAN es la partitura: carece de discurso. Su corrimiento hacia posiciones más radicales llega tarde. Ignoraron, por menosprecio, la forma como Eduardo Verástegui, un actor y activista, entraba en la órbita del trumpismo. Verástegui, no obstante, era visto el año pasado como uno de los tres pilares que desde la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC, por sus siglas en inglés) que dirige Matt Schlapp, vinculada al trumpismo, vieron como una alternativa para América Latina, junto con Milei y el presidente salvadoreño, Nayib Bukele. Bajo ese diseño, la CPAC celebró una reunión en diciembre del año pasado en Buenos Aires, donde estuvieron ellos tres, la nuera de Trump –oradora estelar– y, entre otras figuras, María Corina Machado, la venezolana a quien recientemente le otorgaron el Premio Nobel de la Paz, que envió un discurso videograbado.

Verástegui, que será el anfitrión de una reunión de la conferencia en noviembre próximo en la Ciudad de México, tiene un gran acceso en la Casa Blanca, al ser visto por Trump como potencial candidato a la Presidencia en 2030. En el equipo de Trump nadie piensa de Verástegui en los mismos términos, pero las condiciones que se estaban construyendo en Washington con el trumpismo fueron aprovechadas por Salinas, que desde la toma de posesión estableció sus puntos de contacto al patrocinar una cena con ese mismo grupo, el equipo diplomático de Trump vinculado con los asuntos mexicanos, y más de mil 700 líderes y empresarios hispanos en Estados Unidos.

El perfil de Salinas es más atractivo que el de Verástegui: empresario, millonario, disruptivo y con agallas para enfrentar a un régimen en México que, por definición ideológica, es opuesto al trumpismo. En cambio el PAN, hoy, es absolutamente irrelevante en Washington. Están a años luz del acceso que tiene Verástegui, y nadie en el partido se acerca al protagonismo de Salinas. Su mejor carta, el senador Ricardo Anaya, no puede despegar.

No se ve cómo el relanzamiento del partido que anunció Romero pudiera tener resultados en la próxima estación electoral en 2027, y en la elección presidencial de 2030. La dirigencia del partido es chata y controlada por el grupo político de la alcaldía Benito Juárez, que ha estado sometida a un intenso golpeteo por el gobierno federal y el de la Ciudad de México, que los acusan insistentemente de haber creado un “cártel inmobiliario”.

El planteamiento de abrirse a la sociedad para futuros cargos de elección popular, haciendo a un lado la meritocracia y las alianzas con otros partidos, generará resistencias internas –porque llevaría esa decisión a que los cuadros panistas perdieran peso político–, y dificultaría sus posibilidades de victoria en las urnas. La propuesta de Romero puede ser un salto al vacío porque aun si tuviera éxito, no tiene quién encabece el relanzamiento.

El nuevo libro que quiere escribir para el PAN, no tiene pluma para hacerlo. En la trinchera de Salinas, tinta le sobra, pero carece de franquicia. Si sus caminos siguen por la ruta actual, el encuentro entre el PAN y el empresario podría ser natural, al confluir intereses políticos en 2030.

Nota: Sin mencionar a quien esto escribe por nombre, el gobernador de Jalisco, Pablo Lemus, publicó ayer en X su respuesta sibilina a mi columna sobre la investigación en Estados Unidos en su contra, afirmando que eran “calumnias” y “difamaciones” de “gente muy preocupada en la CDMX”. No hay gente preocupada en la CDMX. Si él tampoco lo está, es su libre albedrío. Pero reitero, en Washington, no en México, es donde están averiguando si tiene relación con el Cártel Jalisco Nueva Generación.

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