Los misiles retóricos que se lanzaron la presidenta Claudia Sheinbaum y el presidente Donald Trump sobre los planes para cazar a los cárteles en territorio mexicano son una cortina de humo que, sin embargo, en los tiempos actuales no puede ignorarse.
Las filtraciones a la prensa estadounidense sobre los planes cumplieron su propósito, socializar y medir la reacción de una acción invasora con operaciones clandestinas quirúrgicas o bombas lanzadas por drones, y subrayar a Sheinbaum la insatisfacción por su inacción contra funcionarios y políticos de Morena vinculados al crimen organizado. Es decir, no es una decisión tomada lo que verdaderamente está sobre la mesa, sino una llamada de atención pública a lo que en privado le han exigido.
La exigencia no es que le entregue a funcionarios y políticos de su partido, sino que les abra investigaciones y los procese.
Hasta ahora, Sheinbaum se ha resistido, alegando que no hay investigaciones contra ninguno de ellos, contrastando con una lista de nombres entregada al gobierno con los presuntos delitos por los que los acusan en Estados Unidos.
Las presiones han ido aumentando cada semana y el último mensaje recibido en Palacio Nacional es que de mantenerse lo que consideran una protección política, podría orillar al Departamento de Justicia, como último recurso, a anunciar procesos contra algunos de ellos, pidiendo su localización y extradición.
El interés más claro del gobierno de Donald Trump en estos momentos es Adán Augusto López, coordinador de la bancada de Morena en el Senado, colocado ahí por López Obrador como su operador político, quien le ha servido para obstaculizar iniciativas de la presidenta que eran contrarias a sus intereses.
Cuando estalló su crisis, al confirmarse la orden de aprehensión contra su exsecretario de Seguridad cuando gobernó Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, como jefe del grupo criminal La Barredora, López Obrador le pidió a Sheinbaum que lo protegiera, y la dejó en un dilema.
Por un lado, su debilidad ante López Obrador, que le impide remover al senador, que es lo que quisiera, pero como posibilidad real en este momento está lejos. El senador, que sabe de su flaqueza ante Palenque, lejos de pedir licencia para facilitar las investigaciones contra Bermúdez Requena y aliviar las presiones, urgió a la presidenta a que lo defendiera y pidiera al partido y a los gobernadores de Morena que lo acuerparan y respaldaran, argumentando que la unidad va antes que todo. Es decir, no sólo su mentor se le montó encima, sino también el senador.
Por el otro, la creciente presión desde Washington. Sheinbaum ha sido informada directamente de que el gobierno de Estados Unidos tiene concluida una investigación sobre los presuntos negocios criminales del senador doble A, y toda su red de relaciones en el lado oscuro de la ley, que involucran de manera profunda a exfuncionarios durante su gobierno en Tabasco, en la Secretaría de Gobernación, empresarios y políticos en cargos de elección popular, así como exgobernadores.
La red criminal que dicen en Washington que descubrieron no menciona el tráfico de drogas, pero se relaciona con los Cárteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación en otros negocios criminales, que involucran en uno de ellos, claramente, al gobierno de Venezuela.
La vinculación con el régimen de Nicolás Maduro adquiere hoy una mayor relevancia porque la semana pasada Estados Unidos duplicó la recompensa que ofrece por el presidente venezolano para quien facilite su captura. De 25 millones de dólares la subieron a 50, una cifra lo doble de lo que ofrecieron por Osama bin Laden, cuya comparación con quien ordenó ataques terroristas contra territorio estadounidense permite ver la relevancia que le están dando en Washington a su captura, que también serviría como un laboratorio de pruebas para ver qué tan sólida es la lealtad hacia a Maduro.
El caso del presidente venezolano no es ajeno a México. El secretario de Estado, Marco Rubio, y la procuradora general, Pam Bondi, lo ligaron con organizaciones criminales, clasificadas como terroristas, como el Cártel de Sinaloa. Este vínculo aparentemente tiene como punto de partida una investigación de hace al menos dos años de la CIA, aún clasificada, en donde encontraron que el régimen venezolano estaba lavando dinero del Cártel de Sinaloa.
La investigación se centraba en Puerto Rico, donde se había incrementando el tráfico de fentanilo hacia Estados Unidos, y por la intervención de las comunicaciones de los narcotraficantes con sus contactos venezolanos descubrieron que estaban involucrados personajes de Morena.
Aquella investigación siguió produciendo ligas entre las tres partes. Una de ellas tenía una conexión criminal con Tabasco y Chiapas, y otra directamente con Palacio Nacional. Nada de esto fue investigado por el gobierno de México, lo que no es novedad. Por lo contrario, López Obrador fortaleció la relación con Venezuela cuando estaba en Palacio Nacional, particularmente durante la pandemia del coronavirus, cuando aumentaron los vuelos secretos entre Caracas y Toluca. Aviones de Conviasa, la línea aérea venezolana que creó Hugo Chávez, llegaban con personas, algunas de ellas políticos de Ecuador y Bolivia acusados criminalmente en sus países, y regresaban con medicinas, insumos y dinero.
No está claro si esta investigación es parte del mapa criminal que tiene Estados Unidos sobre el senador doble A, pero ayuda a mostrar el trabajo que se ha realizado a lo largo de varios años por parte de varias agencias de inteligencia y policiales, bajo gobiernos republicanos y demócratas, contra el Cártel de Sinaloa y sus ramificaciones con regímenes y políticos.
Las presiones que ha estado recibiendo la presidenta por el caso del senador se van a volver cada vez más incómodas porque el senador doble A es indiferente al costo que le está transfiriendo a Sheinbaum, apoyándose en que López Obrador no va a dejar de respaldarlo –aunque se encuentre molesto con él, como sucede en la actualidad–, y que la presidenta es muy poco proclive a proceder contra uno de los personajes más cercanos a su mentor, porque podría ser inevitable que terminara tocándolo, que es algo que ha buscado evitar.
Sheinbaum está atrapada en este dilema que no tiene solución fácil, porque la obligaría a marcar una distancia de López Obrador, que no quiere tomar.