Plaza Viva

Guía práctica para sobrevivir a las fiestas

Aunque la mayoría de las sugerencias que dejaré a continuación no están tipificadas en el código penal, vale la pena pensarlas como una guía de convivencia: gestos que pueden marcar una diferencia.

A quienes no nos han dicho:

“¿Y para cuándo los hijos?”

“Pero tómate un trago, es Navidad”.

Una frase así es suficiente para que algo se tense en la mesa, y no es que necesariamente haya una mala intención, sino que en las fiestas familiares puede activarse una especie de permiso tácito para opinar o insistir de más. Y es bueno ser claros: por mucho que exista un gran cariño, este no legitima la invasión.

Las posadas y las celebraciones de fin de año son, muchas veces, el único momento en que la familia se reúne casi por completo. Hay abrazos y risas, pero también —no tan— pequeñas violencias normalizadas. Por eso, aunque la mayoría de las sugerencias que dejaré a continuación no están tipificadas en el código penal, vale la pena pensarlas como una guía de convivencia: gestos que pueden marcar una diferencia.

Empecemos: en estas fechas suelen reiterarse las preguntas a las parejas jóvenes sobre cuándo llegará un hijo o hija. Es importante entender que la maternidad y la paternidad son decisiones íntimas, cruzadas por contextos que nadie más tiene por qué conocer —la imposibilidad biológica, por ejemplo, de concebir, puede ser un proceso muy doloroso— y es por eso que mantenerse al margen de los tiempos y proyectos de vida de otros es un muy lindo gesto de empatía.

Creo importante destacar que en México —según datos de la Encuesta Nacional de la Dinámica Demográfica (ENADID, INEGI)— el 38% de las mujeres en edad reproductiva no tienen hijas o hijos, ya sea por decisión propia, condiciones de salud, infertilidad u otros factores. La presión social en torno a la maternidad y paternidad solo invisibiliza estas realidades.

“¿Y la novia?”, “¿sigues soltero?”, “¿pa cuándo la boda?”. Más allá de lo anticuado, estas preguntas parten desde premisas muchas veces equivocadas, colocando a la otra persona en la obligación de explicar su vida: es válido estar soltero, no tener interés en buscar pareja, atravesar un duelo amoroso del que no quieres conversar y, por supuesto, tener una orientación sexual distinta a la que generalmente presume este tipo de preguntas.

Y acá quiero ser enfático, porque cuando más de la mitad de los jóvenes y adolescentes LGBTIQA+ de México ha considerado suicidarse en el último año, ningún resguardo es suficiente. Por eso mi invitación es a celebrar la diversidad y también vínculos tales como los familiares y —por qué no— la amistad.

Otro punto clave: los cuerpos. Los comentarios sobre el peso, la apariencia o los cambios corporales —tanto “positivos” como negativos— casi nunca aportan algo bueno. Respetar los cuerpos ajenos, y también el propio, es un gesto que puede calar hondo e incluso cambiar la vida —para bien— de algún cercano que está, por ejemplo, batallando con problemas de autoestima o incluso algún trastorno de conducta alimentaria.

Esto cobra especial relevancia si consideramos que en México, más del 20% de los adolescentes presentan conductas alimentarias de riesgo —precursoras de los TCA—, con mayor prevalencia entre las mujeres jóvenes.

También en estas fechas, vale la pena mirar, ponerle ojo a cómo se reparten las tareas: las celebraciones funcionan mejor cuando no descansan siempre sobre los hombros de las mismas personas: cocinar, servir y ordenar no debería ser una responsabilidad de las mujeres —pese a que realizan el 72% del trabajo no remunerado— y entender eso en las fiestas —y siempre— es crucial para avanzar en corresponsabilidad.

Frases como: “Borracho manejo mejor”. Simplemente NO.

Ninguna frase ingeniosa ni exceso de confianza justifican ponerse en riesgo y menos poner en riesgo a otros. El consejo es simple: si vas a tomar, pasa las llaves, pide un taxi, algún vehículo de plataforma o toma el transporte público. El alcohol es un factor en el 30% de los accidentes viales fatales, con un pico en los fines de semana y en las temporadas festivas.

Y por último, pero no menos importante: no es no.

No es no cuando alguien no quiere hablar de un tema personal.

No es no cuando alguien decide no tomar alcohol.

No es no cuando alguien no quiere bailar, cantar o sumarse a una dinámica.

Respetar estos límites es crucial.

Tampoco se trata de que en estas fechas pensemos igual o que busquemos un modelo de vida similar, sino que una convivencia sana y respetuosa. A veces eso implica no hablar tanto y más bien escuchar más; otras, simplemente no preguntar.

Los espacios sanos se construyen entre todas las personas: con lo que decimos y también con lo que no.

Que el cierre de año les encuentre en paz, comunidad y junto a quienes aman. Nos leemos después de las fiestas.

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