Pedro Kumamoto: Dolor nacional

La muerte de, hasta ahora, 14 personas ha dejado una cicatriz en el país
La muerte de, hasta ahora, 14 personas ha dejado una cicatriz en el país
Minatitlán, Veracruz.La muerte de, hasta ahora, 14 personas ha dejado una cicatriz en el país
Cuartoscuro
autor
Pedro Kumamoto
Excandidato independiente al Senado por Jalisco
2019-04-23 |06:11 Hrs.Actualización06:11 Hrs.


Vivimos tiempos salvajes. El dolor de la muerte recorre nuestras casas, las avenidas y pueblos. La violencia no distingue, no se limita, no se contiene y alcanza cada peregrinación, cada primaria, refugio y esquina. Es la epidemia de nuestra era.

El horror lo hemos narrado tanto que ya creemos que es una historia infinita, con capítulos diarios que extinguen familias enteras, paz y comunidades. Los sexenios pasan, las estaciones concluyen, nacen y mueren tantos bajo la promesa de un cambio, pero todo sigue igual o empeora.

Estos días, sin ir más lejos, vimos con dolor profundo lo sucedido en Minatitlán: el viernes un comando del crimen organizado irrumpió en un cumpleaños y decidieron asesinar a trece personas, entre ellas a un niño de apenas un año. El luto cubrió al país una vez más. La crueldad de hechos atroces nos duelen a diario. A veces es el Bajío o un rincón de Nayarit, el viernes fue Veracruz, pero podría ser Juárez, Chilpancingo o Cancún.

Por años se ha tratado de establecer la versión de que las balas se las guardan solo entre los grupos de la delincuencia. La experiencia nos ha enseñado que esto no es cierto, que las heridas y las muertes pueden alcanzar a cualquier persona.

Otra característica que tienen en común estos hechos atroces es que no conocen límites en cuanto a partidos o grupos políticos. Es cierto, en este caso Morena es el partido que gobierna Minatitlán, Veracruz y México. Pero la crisis de inseguridad y violencia ha tocado una y otra vez sin distingos electorales. Las muertes de Calderón o de Peña duelen igual que las actuales.

A pesar de esta claridad, en días pasados fuimos testigos de un ejercicio suicida dentro de la clase política: el espectáculo de las culpas y señalamientos. La oposición le reprochó al Presidente los tweets, los dardos y las críticas que le hizo a las administraciones pasadas. El oficialismo contraatacó con las cifras de otros sexenios y con las estrategias fallidas de otros gobiernos. Los adjetivos volaban, las redes se llenaron de acusaciones. Mientras tanto, en el país continuaron las extorsiones, las desapariciones y asesinatos, en estados gobernados igual por el PRI, PAN, MC o Morena.

¿Es este el camino que oposición y gobierno quieren seguir? Estoy seguro que podríamos tener alternativas y que en ambos bandos hay personas sensatas dispuestas a romper con este ciclo estéril de acusaciones cruzadas. En cada partido hay personas listas para reconocer que la violencia solo puede ser combatida con unidad, con debate real sobre las soluciones, con un actuar contundente y multidimensional como nunca lo hemos visto.

México está unido por el dolor que produce la violencia. Esto no es algo menor. Como en otros grandes conflictos, la pacificación del país se vuelve una oportunidad para sentar a los distintos en torno a temas que nos han llevado a esta situación. Es el momento para que escuchemos las voces que han analizado los modelos de prevención delictiva; llegó la hora de combatir la corrupción dentro del poder judicial, de apurarnos en la profesionalización de nuestras policías en materia de investigación; es hora que hablemos sobre un modelo distinto de reinserción social, tenemos que debatir en serio la legalización de las drogas y la falta de oportunidades para jóvenes en este modelo de desarrollo y dimensionar los pasos que debemos seguir en materia de inteligencia e identificación de los recursos del crimen organizado. Esta es apenas una pequeña muestra de las decenas de agendas que podríamos estar hablando y en las que podría aportar tanto gobierno, oposición y quienes no se identifican con ninguno de ellos.

Es hora de repensarnos, de hablar en serio, de construir un horizonte alterno con nuevas soluciones. Nuestro país, nuestra existencia, depende de ello.