Pedro Kumamoto: Democracia bajo amenaza

Ambos exmandatarios sembraron la desconfianza sobre la legitimidad de sus sucesores
Ambos exmandatarios sembraron la desconfianza sobre la legitimidad de sus sucesores
Trump y Bolsonaro.Ambos exmandatarios sembraron la desconfianza sobre la legitimidad de sus sucesores
Especial
autor
Pedro Kumamoto
Excandidato independiente al Senado por Jalisco
2023-01-10 |06:28 Hrs.Actualización06:28 Hrs.

El 6 de enero de 2021, en el Capitolio, las autoridades estadounidenses estaban a punto de certificar la victoria de Joe Biden en las elecciones presidenciales de ese año. Entonces, centenares de simpatizantes de Donald Trump inconformes con el resultado de las elecciones irrumpieron en el Capitolio, por lo que la validación del triunfo de Biden tuvo que ser aplazada.

El 8 de enero de 2023, hace apenas unos días, vimos escenas similares en Brasil, el país más grande de América Latina. Centenares de simpatizantes de Jair Bolsonaro, inconformes con el resultado de las elecciones presidenciales en las que perdió contra Lula da Silva, tomaron por asalto las sedes de los tres poderes del Gobierno.

Grupos inconformes con el resultado de las elecciones han existido siempre. Sin embargo, lo que salta a la vista es que, para devolver el poder a sus líderes, en ambos países un grupo de ciudadanos recurrió a la violencia y a la toma de recintos simbólicos. ¿Qué factores impulsaron estos eventos, todavía extraños en las democracias, en dos países a primera vista tan diferentes?

Primero, tanto Trump en Estados Unidos como Bolsonaro en Brasil sembraron la desconfianza sobre la legitimidad de sus sucesores. Ambos, siguiendo los pasos de muchos otros líderes de la extrema derecha, se identificaron como los verdaderos defensores del pueblo contra una élite política distante y corrupta. Desprecian la ciencia, la evidencia y jamás dan pruebas de los supuestos fraudes de los que son víctimas. Son ellos el estandarte de los valores del pueblo y de su esencia, que casi siempre apunta hacia un pasado que pudo o no haber existido. Así, prepararon el terreno para intentar permanecer en el poder a pesar de una eventual derrota en las urnas. 

Dentro de toda esta operación las redes sociales fueron el principal catalizador de la rabia contra el sistema, ya que la difusión masiva de este discurso fue posible sólo gracias a medios como Facebook o WhatsApp. De hecho, en su informe sobre los principales riesgos a nivel internacional en 2023, Eurasia Group, la firma de análisis de riesgo político más importante a nivel internacional, identifica al uso malicioso de nuevas tecnologías como uno de los peligros latentes para las democracias en el mundo.

Las redes sociales logran un efecto de caja de resonancia: damos “like” a las historias o publicaciones que nos interesan, lo cual hace más preciso nuestro perfil en las redes sociales; a su vez, con esto se logra que los algoritmos elijan para nosotros más contenido adecuado a nuestros gustos y menos del que podría no respaldar nuestros prejuicios. El paraíso de la confirmación de nuestros sesgos.

A nivel social, las implicaciones de la personalización de la información son muy grandes. Cada individuo tiene delante suyo un conjunto de datos adaptado a nuestros intereses, lo que hace que las narrativas para explicar lo que ocurre en el mundo sean tantas y, muchas veces, contradictorias. A algunos usuarios se les dice que las que las vacunas causan autismo y a otros que son un remedio efectivo para protegernos de las enfermedades; a algunas personas les aparece un “feed” en el que se celebra el triunfo de su candidato y a otras personas que el sistema electoral está amañado.

Es por esto que, en su inmensa mayoría, los individuos que vemos en este tipo de eventos violentos contra el establishment son personas ordinarias que, bajo los estímulos indicados y con una manipulacion de largo plazo, pueden sentir el impulso a actuar de maneras inimaginables en otros contextos. Son personas a las que, al hacerles creer que pueden perderlo todo, se vuelven aliados de políticos como Trump y Bolsonaro.

Aunque no ha tenido las consecuencias que hemos visto en Brasil o Estados Unidos, las tácticas de manipulación mediática empleadas por la extrema derecha ya existen en México, su última manifestación la vimos hace apenas unos meses en la reunión del CPAC. 

Por ello, nada nos debería hacer pensar que este tipo de desafíos violentos a la democracia no pueden ocurrir en nuestro país. Por el contrario, nos deberían poner en guardia, tanto a reguladores en los foros virtuales como a las mismas autoridades del país. Si las pruebas intermedias son las elecciones de este año en Coahuila y el Estado de México, las elecciones presidenciales del 2024 serán nuestro examen final.