Pedro Kumamoto: De lo que dicen imposible

Contrario a lo que se podría creer, se puede detener la depredación de nuestros bosques
Contrario a lo que se podría creer, se puede detener la depredación de nuestros bosques
La explotación.Contrario a lo que se podría creer, se puede detener la depredación de nuestros bosques
Cuartoscuro
autor
Pedro Kumamoto
Excandidato independiente al Senado por Jalisco
2022-01-11 |07:19 Hrs.Actualización07:19 Hrs.

Contrario a lo que se podría creer, se puede detener la depredación de nuestros bosques, de las reservas ecológicas, de los manantiales y del patrimonio histórico de nuestras comunidades, bienes públicos que hoy algunos, por un beneficio privado, están dispuestos a explotar hasta hacerles desaparecer.

También es posible frenar los excesos y la corrupción, el miedo a salir a la calle y no volver, el dolor de esperar a un ser amado que no llega a casa, la impotencia de sentir que unos cuantos son tan poderosos que nadie podrá liberarse del orden que han planeado para sus víctimas.

Sí se puede cultivar prosperidad en nuestro entorno sin tener con ello que caer en las dinámicas cortoplacistas y explotadoras que se han apoyado desde los gobiernos de nuestras ciudades. Hacer a un lado la inercia de nuestros tiempos: que unos pocos ganen a costa de todas las personas.

Hay un horizonte para construir vivienda accesible y digna dentro de las manchas urbanas, sueño que hoy luce lejanísimo para una generación –mi generación– que padece una condena a la incertidumbre, a saltar de quincena en quincena, de barrio en barrio, cazando las rentas que permiten los pesos que van cayendo de trabajos poco seguros.

Sí se puede exigir y lograr con éxito que las luchas de las personas "soñadoras" se vuelvan realmente agendas prioritarias para quienes hoy gobiernan: una nueva gestión del agua, una sociedad que atienda las demandas de las mujeres en lucha, que permita un verdadero acceso a la salud en todas sus vertientes, desde la cultura de la prevención hasta la universalización de la salud reproductiva y la salud mental.

Sí, es posible. Pero nada de eso se puede hacer individualmente. Ninguno de estos propósitos pueden desarrollarse sin tiempo, estrategia o alianzas. Sin colectivo, de ese conjunto de causas y diálogos, nada es posible.

No será sencillo. Para cambiar el orden establecido se tiene en el arranque todo en contra. Ninguna sociedad nueva se construye sin enfrentarse a quienes hoy les ampara la protección de un sistema orientado a que la inercia prevalezca y sean siempre los mismos, los pocos, los beneficiados.

Esta historia no es nueva, tampoco es irreversible. No soy oráculo pero tampoco pesimista. Tengo claro que en el trabajo en nuestras ciudades, comunidades, pueblos y municipios, está la clave para responder a una pregunta constante: ¿qué puedo hacer en esta realidad?

En este –aparente– abismo de luchas globales, podría parecer nimio actuar ante las calamidades de nuestros tiempos. Enfrentarse a tal monstruo puede generar agobio y miedo al porvenir, como se ha documentado que lo viven con frecuencia personas menores de veinte años. Consecuentemente, podría llevar al pesimismo, la inacción e incluso al cinismo ante lo que parece ya consumado. Ante ello, un antídoto –aunque no es el único– puede ser la acción colectiva para transformar nuestro entorno inmediato.

La pandemia, la crisis climática, la ola de violencia, el sistema machista, la desigualdad, los excesos de quienes dirigen la sociedad, todos y cada uno de estos graves problemas tienen un sinfín de manifestaciones en nuestro entorno que se forman como un llamado para hacerles frente.

No quisiera presumir que los grandes problemas mundiales terminarán si cada una y uno nos activamos en la cuadra, pero no tengo dudas de que la vida en común será mucho mejor. He sido testigo de cómo apenas una docena de personas organizadas y que son llamadas “locas” han logrado cambios gigantescos para sus comunidades.

Este camino adopta multiplicidad de formas. A veces es un huerto, una ciclovía, una marcha, un círculo de apoyo y cuidado, una defensa a un parque, una fundación o un dispensario autogestionado de medicamentos. Pero sí tiene constantes irremediables: la esperanza es colectiva, tiene todo en contra, pero nace donde se suman voluntades para transformar lo que les rodea.