Jonathan Ruiz: La actitud de Carlos Slim frente a Trump

El magnate mexicano Carlos Slim (izquierda) junto al empresario estadounidense Michael Bloomberg
El magnate mexicano Carlos Slim (izquierda) junto al empresario estadounidense Michael Bloomberg
Poder empresarial.El magnate mexicano Carlos Slim (izquierda) junto al empresario estadounidense Michael Bloomberg
Eladio Ortiz
autor
Jonathan Ruiz
Director General de Información Económica y de Negocios de El Financiero
2016-12-15 |11:59 Hrs.Actualización12:44 Hrs.

El jueves 1 de diciembre poco antes de las 10:00 de la mañana lo esperaba en el estrado Michael Bloomberg amén de unas 200 personas congregadas a manera de auditorio en el patio central del Exconvento de San Hipólito en la Ciudad de México.

Si continuaba encerrado en su automóvil atrapado por el tráfico sobre Paseo de la Reforma, Carlos Slim retrasaría ese diálogo público con el empresario y exalcalde de Nueva York.

El magnate mexicano reaccionó. Ante la prisa, bajó del automóvil y a pleno sol saltó a la motocicleta de su escolta quien esquivó hábilmente portezuelas y espejos laterales hasta depositar a su pasajero en la entrada del recinto, casi a tiempo. Slim ágilmente cruzó el portón y avanzó casi a trote por el oscuro pasillo que lo llevaría a su silla.

Iniciado el diálogo, el moderador del histórico encuentro entre el dueto de personajes, el conductor televisivo canadiense Erik Schatzker, soltó a un Slim aún cargado de adrenalina: ¿Qué debería hacer México para mejorar su deteriorada imagen?

¿Deteriorada ante quién? Respondió el magnate, para luego soltar una lista de razones para pensar más en las oportunidades que ofrece la coyuntura actual, que en las amenazas que supone la próxima presidencia de Donald Trump en Estados Unidos.

¿Debemos asumir la actitud de Carlos Slim?

Hay advertencias por todos lados de una ola que nos pasará encima. Hasta la fecha nada, absolutamente nada cambió en la relación comercial con Estados Unidos y las señales indican que difícilmente cambiarán en el sentido en el que el señor Trump lo ha expresado.

Ford. La noche del 17 de noviembre, Trump emitió un Tweet: “Trabajé duro con Bill Ford para mantener la planta de Lincoln en Kentucky. Se lo debo al gran estado de Kentucky por su confianza en mí”.

La reacción inicial de los medios fue instintiva: Trump detiene la instalación de una planta de Ford en México. Pero en ese tweet había un error de hecho en el que la mayoría de los medios no repararon. Ford nunca anunció que vendría una nueva planta de Lincoln.

No es la intención estratégica. La empresa dirigida por Mark Fields quiere concentrar acá la manufactura de coches que le dejan menos dinero, los pequeños, y mantener en Estados Unidos aquellos más caros, los más rentables.

Ante la incómoda situación, al día siguiente directivos de Ford explicaron que en algún momento les había pasado por la cabeza la idea de enviar una nueva planta de Lincoln a México.

Esa, sólo esa planta imaginaria es la que detuvo Donald Trump. Ford sigue elevando su inversión en México.

La razón: sólo en 2015 se ahorró unos 630 millones de dólares en costos laborales de manufactura que habría pagado del otro lado de la frontera. Eso es el 8.0 por ciento de su utilidad. Los detalles están consignados en un trabajo de Axel Sánchez para EL FINANCIERO.

Carrier. El mismo jueves en el que ocurría el diálogo entre Slim y Bloomberg, el presidente electo Trump volaba a Indiana para asestar otro 'golpe' a los mexicanos: la supuesta cancelación del traslado de empleos a Monterrey provenientes de Estados Unidos.

En este caso, la opinión pública de ambos lados de la frontera compró en primera instancia la versión de Trump, ignorando los hechos.

Mil 300 empleos serán abiertos en Nuevo León para fabricar aires acondicionados y en Indiana, en otro proyecto, poco menos de mil empleados serán entrenados para hacer hornos. Esos son los empleos que mantuvo Trump allá, sin quitarle mil 300 nuevos trabajos a México. 

La lógica: Carrier en Indiana paga 30 dólares por hora a sus trabajadores, acá la paga a tres.

Ese mismo día, el presidente electo en la cara de los trabajadores más aguerridos de Indiana soltó en su discurso esta frase que fue poco reproducida: “El muro tendrá puertas y vendrán legalmente. La gente vendrá con permisos de trabajo para laborar en el campo”.

Nuevamente, el hábil comunicador consiguió todo: un acuerdo con empresarios, el aplauso de trabajadores de su país y el enojo del público mexicano al que mantiene asustado, débil.

De vuelta a Carlos Slim. El 1 de diciembre durante su conversación con Bloomberg, Slim dijo que si Trump tiene éxito será bueno para México. 

Si su economía crece al 4% y reduce impuestos, requerirá manufactura interna de inmigrantes o cercana, de México, pues abandona rápidamente su condición de nación industrial para convertirse en una de servicios.

Dijo además que los empresarios nacionales deben endeudarse ahora que existen aún tasas bajas para invertir en México. También, que México tendrá unos meses complicados al inicio de la administración Trump, pero que la turbulencia será pasajera.

Lo que Slim no dijo es que en otras crisis ha tomado las decisiones más arriesgadas entre sus pares, como cuando ordenó al director de su cementera no subir los precios en 1995, pese a la elevada inflación, porque había que “ayudar al país”, o cuando en esos días salvó a ICA con una inyección de capital, o de cuánto le molesta que le digan que la imagen de México se está deteriorando.

Carlos Slim es digno también de críticas que no abordaré aquí. Pero es hasta el momento el único que expresa un discurso público optimista ante la 'amenaza Trump' que supone para muchos un desplome económico. 

Slim empero, tampoco quiere loas. “No es optimismo, es realismo”, dijo ese 1 de diciembre.