Enrique Quintana: ¿Qué pudo haber frenado a AMLO?

Varios factores pudieron haber frenado el avance electoral de López Obrador
Varios factores pudieron haber frenado el avance electoral de López Obrador
¿Imparable?Varios factores pudieron haber frenado el avance electoral de López Obrador
Cuartoscuro
autor
Enrique Quintana
Director General Editorial de El Financiero.
2018-05-10 |07:47 Hrs.Actualización07:47 Hrs.

Ayer, le comentamos en este espacio cómo los errores de tres grandes partidos políticos (PRI, PAN y PRD), así como del gobierno federal, le pusieron la mesa a AMLO.

Es útil el ejercicio retrospectivo para determinar qué se pudo haber hecho para que la historia hubiera sido diferente.

Le recuerdo que, en las elecciones para diputados federales en el 2012, el PRI obtuvo 31.4% de la votación válida; el PAN, 27.2 y el PRD, 17.3%. No existía Morena como partido.

Para el 2015, el PRI obtuvo el 30.6%, apenas 1.2 puntos por debajo de la cifra de tres años antes; el PAN, el 21.1%; el PRD, el 11.4% y Morena, el 8.8%.

Aunque Morena pintaba ya, estaba en un distante cuarto lugar.

Para esas elecciones habían transcurrido siete meses desde los escándalos de la ‘casa blanca’ y la tragedia de Ayotzinapa.

El desastre electoral para el PRI vino en 2016, cuando perdió los gobiernos estatales de Aguascalientes, Chihuahua, Durango, Quintana Roo, Tamaulipas y Veracruz.

Lo que realmente movió el balance electoral en México ocurrió en la segunda mitad de 2015 y la primera mitad de 2016, y tuvo que ver con la imagen de corrupción que proyectaron los gobiernos estatales de Veracruz, Quintana Roo y Chihuahua, entre otros.

Lejos de actuar, el gobierno federal justificó, retrasó, hizo lo posible porque los escándalos no explotaran, en lugar de reconocer y castigar con toda la energía.

Todavía en las elecciones del 2015, la suma de votos de PAN, PRD y MC, hoy en alianza, correspondía al 36.5% de los votos.

Para 2016, en las elecciones estatales, esos dos partidos fueron muy exitosos en estados en los que fueron aliados.

Lo que ocurrió en los meses que siguieron a las elecciones estatales del 2016 fue el desastre para el PAN y el PRD.

De ser –en una hipotética alianza– la fuerza política más relevante, se convirtieron en minoría al existir una erosión continua de militantes del PRD a Morena, que nunca pudo ser contenida. Y en el caso del PAN, tras una fractura, derivada del modo de conseguir la candidatura por parte de Ricardo Anaya.

López Obrador hubiera sido un candidato que habría aspirado al tercer lugar de la contienda si el PRD hubiera conseguido retener a los militantes en sus filas, y el PAN sería un partido que hubiera disputado el primer lugar si no hubiera tenido divisiones profundas.

El PRI y sus aliados podrían haber aspirado al primer lugar si hubieran evitado la desastrosa selección de candidatos en 2016 y si hubieran tomado en serio –todos, del presidente para abajo– los temas de corrupción e inseguridad.

Los toleraron, e impidieron –hasta donde pudieron– que los implicados pagaran sus cuentas.

La realidad es que López Obrador no es el gran candidato que algunos piensan. No es un hombre carismático; no es un gran orador; es limitado intelectualmente. Y, sin embargo, salvo que alguna sorpresa ocurra, va a ganar la elección presidencial.

No le regateo sus méritos, pero creo que la explicación fundamental de su éxito radica en el demérito de las fuerzas políticas que compiten con él.

Dicen que, a toro pasado, todo es fácil de explicar. Así es. Pero, quien esto escribe y otros más, desde 2015, una y otra vez, nos referimos a cómo el gobierno perdía la batalla de la comunicación.

Ese tema nunca se tomó en serio ni se hizo nada importante para corregirlo.

Los datos son crueles. Hoy se están pagando las consecuencias.