Enrique Quintana: No hay duda, nuestra opción es Norteamérica

En México, no hemos ponderado la era de desglobalización y la relevancia de los bloques regionales
En México, no hemos ponderado la era de desglobalización y la relevancia de los bloques regionales
En México.En México, no hemos ponderado la era de desglobalización y la relevancia de los bloques regionales
Shutterstock / Cuartoscuro
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Enrique Quintana
Director General Editorial de El Financiero.
2022-08-29 |07:08 Hrs.Actualización07:08 Hrs.

En México a veces estamos tan metidos en nuestras coyunturas propias que perdemos de vista la dimensión de algunos procesos que están redefiniendo la economía mundial.

Hay por lo menos dos procesos que, en términos generales, no hemos ponderado adecuadamente en nuestro país.

El primero es el inicio de la era de desglobalización y la nueva relevancia de los bloques regionales.

En 1989, tras el derrumbe del Muro y posteriormente con la disolución de la Unión Soviética, se eliminó una gran barrera a los mercados internacionales.

Posteriormente, en el año 2000, luego del ingreso de China a la Organización Mundial de Comercio (OMC) se dio el derrumbe de otro muro y se abrió la posibilidad de una participación creciente de ese país en el comercio mundial.

Por un par de décadas aproximadamente, pareció que la economía mundial podía ser un solo mercado, en el cual no se conocían las barreras mayores a los movimientos de capital o de mercancías.

China, de ser un socio comercial menor en muchos países, se convirtió en el socio número uno de toda Asia, África completa, una parte de Europa y casi toda América Latina.

Incluso, de modo legal o ilegal, en este lapso también tuvo una movilidad sin precedente de la fuerza laboral. Tuvimos una era de grandes migraciones.

Todo este proceso, que parecía que duraría mucho más, empezó a fisurarse y luego a agrietarse.

Primero vino el Brexit en el 2016, luego la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca con su visión de ‘América First’ y su fuerte impulso proteccionista.

Pero por si algo faltara, en los últimos meses se han producido, por un lado, la guerra en Ucrania que ha excluido a Rusia de los mercados internacionales, comenzando con el mercado financiero, pero gradualmente también excluyéndola del mercado de mercancías.

Y, adicionalmente, las tensiones recientes entre China y Estados Unidos amenazan con establecer barreras adicionales en los flujos comerciales y financieros entre los dos países. Y además, la pandemia causó dislocación de las cadenas de suministro.

Este conjunto de movimientos que erosionan el intercambio global, le da una relevancia cada vez mayor a los bloques regionales.

En la medida que la economía mundial empieza a tener fronteras que limitan el flujo libre de comercio, los bloques regionales se convertirán en una instancia cada vez más relevante.

Para México, sin lugar a dudas, la presencia que tiene en el bloque de América del Norte se convierte en algo fundamental.

Si, en lugar de generar tensiones en nuestra relación con Estados Unidos, estuviéramos volcados en aprovechar las ventajas de nuestra pertenencia al bloque regional, seguramente la economía mexicana podría tener la oportunidad de crecer como hace mucho tiempo no lo ha hecho.

Estamos nuevamente en una disyuntiva como la que se le presentó a México a principios de los ochentas cuando tenía que definir si ingresaba al Acuerdo General de Aranceles y Comercio (GATT), y por lo mismo inscribirse en el proceso de globalización.

En el sexenio de José López Portillo se tomó la decisión de no ingresar.

Las cosas cambiaron, y tras las profundas crisis económicas de 1983-86, el gobierno de Miguel de la Madrid finalmente aceptó ingresar al GATT.

De hecho, el proceso de apertura comercial empezó incluso desde antes de que se tomara esta determinación.

Esa visión cambió la historia reciente del país.

En caso de que la perspectiva de López Portillo hubiera prevalecido por un sexenio más, probablemente México estaría hoy en una condición completamente diferente, mucho más atrasado y más parecido a la mayoría de los países de Centroamérica.

La decisión de inscribir a México en la globalización y luego al TLCAN creó otra historia.

Hoy, probablemente, nos encontremos en una disyuntiva semejante y debamos resolver en poco tiempo tiempo cuál será el futuro del país.

Podemos seguir inscritos en una de las zonas económicas más importantes del globo o bien, como en el caso de Rusia, por afanes de un nacionalismo trasnochado, ir rompiendo nuestros lazos con la economía global.

Definamos.