Enrique Quintana: Días de ansiedad e incertidumbre

El peso perdió 2.5% y el bitcoin cayó en 22% respecto al cierre del viernes
El peso perdió 2.5% y el bitcoin cayó en 22% respecto al cierre del viernes
Mercado financieroEl peso perdió 2.5% y el bitcoin cayó en 22% respecto al cierre del viernes
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Enrique Quintana
Director General Editorial de El Financiero.
2022-06-14 |07:22 Hrs.Actualización07:22 Hrs.

No, no le estoy hablando de la competencia de ‘las corcholatas’ por el 2024 ni del futuro de la dirigencia del PRI.

Se trata de los mercados financieros.

Se acumulan los signos que señalan que no está cerca el fin de la inflación, pero sí está cada vez más a la vista el riesgo de una recesión.

Esa convicción produjo ayer una oleada de ventas que tumbó al índice Nasdaq en 4.7 por ciento, lo que implica una caída acumulada de casi 33 por ciento desde su punto más alto, que se alcanzó el pasado 19 de noviembre. La debacle o como se denomina elegantemente el ‘bear market’ ya es escandaloso.

Pero no fue la única variable que sufrió. Nuestra moneda perdió 2.5 por ciento y el bitcoin cayó en 22 por ciento respecto al cierre del viernes. Solo por citar algunos impactos en mercados diversos.

¿Cuál es la razón por la cuál volvieron a brotar la ansiedad y la incertidumbre?

Las evidencias indican que no se ha llegado al techo de la inflación y que la Reserva Federal y otros bancos centrales van a aumentar agresivamente las tasas, con todas las consecuencias que ello tiene.

Empieza a generalizarse la idea de que mañana, el Comité de Mercado Abierto de la FED va a subir en 0.75 puntos porcentuales las tasas, para dar una muestra de que no le va a temblar la mano para contener el crecimiento de los precios.

En el ámbito local, un aumento equiparable es también lo que se espera para la decisión que habrá de anunciarse el próximo 23 de junio por parte del Banco de México.

Pero el problema es que si uno de los factores que empujó con fuerza la inflación en este año fue el conjunto de desequilibrios que causó la invasión rusa a Ucrania, no se ve una salida en el corto plazo.

La mayor parte de las evaluaciones recientes prevé un conflicto prolongado, con muy pocas probabilidades de un desenlace negociado en el curso de este año.

Esto significa que lo más probable es que sigamos con problemas serios en el mercado energético global.

De hecho, ayer, el precio del crudo tipo WTI se acercó a los 122 dólares y el Brent estaba en cerca de 123 dólares. La gasolina regular en Texas, por ejemplo, rebasó los 4.60 dólares por galón, lo que implica un aumento de más de 13 por ciento respecto al nivel de hace un mes y de 69 por ciento respecto al año pasado.

Los altos precios nada tienen que ver con los autos eléctricos, a los que ayer se refirió el presidente López Obrador.

Aunque los precios internacionales de algunos cereales han bajado ligeramente respecto al mes pasado, siguen muy altos en comparación con los niveles del año pasado.

Otro de los factores que le pegó a la inflación fueron los trastornos en las cadenas de suministro que la propia guerra produjo y que también derivaron de los confinamientos en diversas ciudades de China.

Aunque el pico de contagios en China llegó a mitad de abril y luego vino a la baja, no hay certeza de que no pueda repetirse. El restablecimiento de la actividad regular va a implicar que aún en el mejor de los casos, la regularización de los suministros tarde aún algunos meses.

Así que la persistencia de presiones inflacionarias y el disparo de los costos del dinero pintan como una combinación explosiva que explica la oleada de ventas de acciones en los mercados bursátiles del mundo el día de ayer.

Esto no es un hecho aislado ni algo que vaya a limitarse a los mercados bursátiles.

Estamos en un momento en el que múltiples procesos económicos convergen con grandes incógnitas.

Y no hay certeza respecto al futuro.

La incertidumbre siempre ha sido uno de los grandes enemigos de la inversión. Y, hoy no es la excepción.

Los tiempos son complejos y más vale que así los asumamos. Nos esperan meses difíciles.

Lástima que en nuestro país sigamos espantando a la inversión privada, cuando deberíamos atraerla para tratar de minimizar el impacto económico que vamos a tener en el futuro próximo.