Año Cero

Crimen y poder

La transformación y éxito del narcotráfico mexicano los convierte en un elemento de reajuste estratégico.

Los pueblos rara vez perciben la trascendencia de lo que ocurre a su alrededor hasta que esos hechos se convierten en historia. Ese es el caso de los cárteles mexicanos, que pasaron de ser simples proveedores de vicios privados a transformarse en amenazas globales bajo la figura del narcoterrorismo.

La visita del secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio, a México calmó, al menos de manera formal, las aguas de la relación entre ambos países. No podía ser de otra forma. Por mucho que Estados Unidos intervenga en defensa de su estabilidad interna a través de la frontera sur, nadie debe esperar una operación militar al estilo del pasado. Primero, porque no estamos en 1848. Segundo, porque el territorio que fue arrebatado a México ocurrió hace muchos años. Y tercero, porque hoy, más que nunca, la fusión entre los dos pueblos es tan profunda que resulta casi imposible de deshacer.

En realidad, y por más que lo quieran negar, la relación bilateral es necesaria. Nadie lo niega: estamos colaborando. Pero otra cosa es preguntarse hasta dónde llega esa cooperación, qué inteligencia se comparte y cuál es la realidad –la que se gesta tras bambalinas– detrás de esta relación. Urbi et orbi, Estados Unidos ha ido construyendo una fonoteca inmensa contra el crimen organizado. En ella caben también muchas voces mexicanas: algunos colaboradores terminan en cárceles de alta seguridad, otros simplemente desaparecen bajo la lógica implacable de los drones, convertidos hoy en la espada flamígera de un dios moderno.


Esto no va a terminar pronto. Lo visible es el fentanilo, las drogas o las armas, pero la verdad es más profunda. Estados Unidos no tendrá estabilidad ni seguridad mientras no resuelva el problema estructural de los 3 mil 600 kilómetros de frontera compartida con México.

El crimen, a estas alturas, ya no es solamente el fentanilo ni el tráfico de armas. Ocurre lo mismo que pasó en Estados Unidos con la mafia italiana: hubo un antes y un después de los casinos. Los asesinatos, los sobornos, los derechos de piso, las drogas y la prostitución financiaron las primeras inversiones en Las Vegas y La Habana, transformando a la mafia en un grupo criminal con ambiciones estratégicas y financieras.

Resulta muy difícil calcular cuánto puede ganar una organización tan amplia, profesional y eficaz como en lo que se han convertido los cárteles mexicanos: auténticos narcoterroristas que amenazan no sólo a México o Estados Unidos, sino al mundo entero. Sin embargo, hay estimaciones que afirman que los cárteles mexicanos generan más de 30 mil millones de dólares al año. Es una cifra aproximada, pero refleja un fenómeno en expansión.

Ya no necesitan sobornar políticos: los crean. Ya no compran jefes de policía: los nombran. La relevancia del crimen organizado va mucho más allá de las drogas o las armas. Hoy los narcotraficantes participan en la explotación minera, en industrias clave y hasta en la toma de decisiones de múltiples asambleas de accionistas, gracias al poder económico que han acumulado.

La transformación y éxito del narcotráfico mexicano los convierte en un elemento de reajuste estratégico. Su influencia podría incluso cruzarse con los intereses de potencias como las del imperio del soft power, que es China, en la conquista por minerales estratégicos en territorio mexicano. Mientras tanto, agentes estadounidenses despliegan recursos contra el fentanilo, pero, ¿cuántos se ocupan de descubrir los prestanombres y las redes financieras que poseen los entramados mineros y empresariales?

Sangre y fuego. Crimen y dolor. Drogas. Estos elementos sólo siguen siendo la tarjeta de presentación del problema, pero hoy el verdadero desafío está en los bancos, en las grandes empresas y en las posiciones de poder ocupadas gracias a la acumulación del imperio del crimen organizado. Un imperio que, por su magnitud, resulta cada vez más difícil separar de las estructuras legítimas de poder puro y que, aunque nació en la ilegalidad, ya influye en el desarrollo económico, social y político de México y Estados Unidos.

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