Fernando Dworak: ¿Sirven los mensajes negativos?

Tan pronto como iniciaron las precampañas, comenzaron a circular los spots negativos
Tan pronto como iniciaron las precampañas, comenzaron a circular los spots negativos
¿Guerra sucia?Tan pronto como iniciaron las precampañas, comenzaron a circular los spots negativos
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Fernando Dworak
Analista y consultor político
2023-11-30 |06:05 Hrs.Actualización06:05 Hrs.


Tan pronto como iniciaron las precampañas, comenzaron a circular los spots negativos, especialmente en redes sociales. Aquí va el que más ha circulado:

 

Vemos aquí a una mujer, lo más parecida a la Dra. Sheinbaum posible, ensuciándose las manos de tierra y sangre con las tragedias de la Línea 12 y el Colegio Rébsamen, pero limpiándoselas en la bandeja Morena. Al final, el mensaje: ¿así vamos a dejar que Morena se lave las manos? 

Dejemos a un lado el hecho que ambos eventos son demasiado lejanos en el tiempo para estar frescos en la memoria de las personas votantes promedio, además de reconocer que ya se hicieron los controles de daño y manejo de crisis hace años: ¿de verdad sirve la propaganda negativa? ¿En cuáles contextos?

Por más que se condenen, los mensajes negativos sirven para generar contraste, ante una candidatura que, sin éstos, podría subir rápidamente en las preferencias. De esa forma, la opinión pública tiene información sobre datos que esa candidatura no desearía que supiésemos, permitiendo una mejor discusión pública. A final de cuentas, tendemos a pensar a partir de dicotomías, y este tipo de mensajes las propician.

Si se desea que funcionen, la campaña negativa debe ser puntual, fugaz y a la yugular. Si se prolonga o se sigue atacando a una persona, puede arrojar dos efectos: desinterés por el proceso electoral en su conjunto y simpatías hacia la persona atacada. Además, si una campaña se detiene en el ataque refleja más bien desesperación por parte del partido que la impulsa.

Dicho esto, importan dos cosas. Para el ataque, un mensaje emotivo. Para quien recibe el ataque, capacidad de respuesta para desviar las acusaciones o, de ser posible, desarticularlas y desacreditarlas de manera eficaz.

Las campañas negativas cobraron relevancia durante la campaña presidencial de 2006, dirigidas contra los dos candidatos punteros: Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón Hinojosa. Veamos el ataque contra el entonces perredista, que para muchos le costó ganar la presidencia:

Sin la fuerza moral que tenía su discurso, y ante un hartazgo menor contra la “clase política tradicional”, este fue uno de los factores de la derrota de López Obrador. Sin embargo, el mensaje de ataque contra el tabasqueño fue prácticamente el mismo en 2012 y 2018, hasta que al eslogan “peligro para México” le acabó pasando lo mismo que a Pedrito con el lobo.

Por parte del PRD, el ataque a Calderón giró en torno a la familia política de Felipe Calderón y al Fobaproa:

El propio Calderón le dio un spin a la acusación sobre Fobaproa, pues en un video similar se veía una mano derecha firmando, mientras él alegaba que la toma era falsa porque es zurdo. Sin embargo, las acusaciones contra su familia política le afectaron en la votación.

Fue tal el uso de mensajes negativos, que la reforma electoral de 2007 prohibió toda propaganda que calumnie personas y denigre a instituciones. El problema: al no definirse estos dos conceptos, las quejas se hacían por causales subjetivas, y las primeras interpretaciones de la autoridad seguían criterios laxos. Sin embargo, a partir de 2010, la Suprema Corte de Justicia adoptó la real malicia como el estándar probatorio requerido en el derecho civil para imputar faltas en contra de la reputación y la imagen, y exigir la reparación del daño moral cuando los quejosos son figuras públicas. Ese mismo año, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación determinó que los partidos no tienen la legitimación para presentar una queja en contra de propaganda que calumnie a militantes o a terceros.

En ese mismo sentido, la reforma al artículo 1º constitucional de 2011 estableció que las normas se debían interpretar de la forma que más favorezcan los derechos humanos. En este caso, el derecho a la información, la libertad de expresión, la protección del discurso político en una democracia y la distinción entre personas públicas y personas privadas, estando sujetas las primeras a mayor escrutinio. Hay todavía temas qué trabajar, pero los efectos de la reforma de 2007 se han atenuado.

La pregunta en esta campaña es: ¿qué tanto puede permear un discurso de miedo si la oposición tiene baja credibilidad y la candidata de Morena tiene el peso del discurso e imagen moral del presidente? Veremos cómo se resuelve este reto – si es posible.