Fernando Dworak: ¿Misma vibra?

Xóchitl Gálvez estuvo de visita en la Fundación Libertad, de Mario Vargas Llosa
Xóchitl Gálvez estuvo de visita en la Fundación Libertad, de Mario Vargas Llosa
La gira.Xóchitl Gálvez estuvo de visita en la Fundación Libertad, de Mario Vargas Llosa
Especal
autor
Fernando Dworak
Analista y consultor político
2024-02-15 |05:58 Hrs.Actualización05:58 Hrs.


Una de las grandes fallas de la oposición durante este sexenio es ignorar que la verdadera batalla no es en los distritos, el Congreso u otros escenarios físicos, sino en el imaginario. Es decir, el conjunto de elementos simbólicos a partir de los cuales hacemos una representación del entorno, los valores e incluso la legitimidad de un régimen. Tan es así que hablamos del terreno privilegiado del presidente, su retórica, narrativa y visión historicista.

A partir del imaginario y las referencias que compartimos o al menos entendemos como país, moviliza las emociones y genera adhesiones. Quizás muy poca gente votaría por Morena si entendiese las implicaciones. Sin embargo, mantiene su nivel de apoyo porque es comprensible y se le percibe como lo legítimo. ¿Es posible manipular el imaginario para la oposición? ¿O se pude usar una misma imagen a favor o en contra de un grupo, según conveniencia de quien manipula las emociones?

Tomemos una imagen tomada de nuestra historia: un grupo de notables mexicanos reunidos en el palacio de Miramar para invitar a Maximiliano de Habsburgo para que sea nuestro emperador.

Esta imagen representa un arquetipo: un grupo de “vende patrias” va a entregar a nuestro país a potencias extranjeras. Justamente es uno de los elementos con los que el presidente asocia a la oposición: mafia del poder, conservadores y entreguistas. Al contrario, él se presenta como la culminación de una larga saga que inició con independentistas como Miguel Hidalgo, prosiguió con los liberales de la reforma como Benito Juárez y continuó con los revolucionarios como Lázaro Cárdenas. De esa forma, se comienza a distinguir uno de los grandes frentes en la lucha por el imaginario que más se han evocado durante este sexenio. 

Al respecto, ha sido muy fácil desacreditar los viajes de Xóchitl Gálvez en Estados Unidos y España. No solo carecen de objetivos claros y no se puede hacer gran cosa que visitar grupos selectos de migrantes, sino también las reuniones evocan ese imaginario. Por ejemplo, la imagen de arriba es la visita a la Fundación Libertad, de Mario Vargas Llosa, identificada por gobiernistas como “conservadora”. Es decir, el desconocimiento del imaginario, junto con una mala planeación estratégica, ha hecho que la candidata opositora cumpla con las expectativas del imaginario que controla el presidente. Es más, podríamos juntar ambas imágenes en un meme que diga: “Misma vibra”.

Sin embargo, ¿es posible alterar las percepciones en torno a una imagen que plasma los mismos símbolos a partir de emociones? A final de cuentas, como se observa en la tercera imagen, el presidente vive en un Palacio. Por lo visto sí. La razón: el gobierno conoce tan bien el peso de los símbolos que dejó Los Pinos como representación del viejo régimen para ocupar Palacio Nacional. 

¿Cómo se logra esa adhesión? No solo está en el centro de la ciudad, sino ahí ha transcurrido parte de nuestra historia: se deja fotografiar en los pasillos, presenta reformas constitucionales desde el recinto donde sesionó la Cámara de Diputados durante el siglo XIX y nos deja ver dónde vivió Benito Juárez. Es decir, una apropiación eficaz hace que alabemos a un presidente autoproclamado austero que vive en un palacio, cuando condenaríamos entornos elegantes en otro conjunto de circunstancias.

¿Sirve que la oposición delate esa incongruencia? No, si no entiende los sentimientos. De lo contrario, solo termina relativizando fechorías, lo cual termina afianzando la retórica del presidente. Si se desea avanzar, es preciso entender estas trampas primero.