Fernando Dworak: ¿Esquiroles tricolor?

En la alianza falta consolidar la alianza en el discurso y en la acción
En la alianza falta consolidar la alianza en el discurso y en la acción
Demostrar unidad.En la alianza falta consolidar la alianza en el discurso y en la acción
Cuartoscuro
autor
Fernando Dworak
Analista y consultor político
2024-02-01 |05:59 Hrs.Actualización05:59 Hrs.

Un elemento importante para la acción política es la confiabilidad. Un grupo parlamentario que no se comporta de manera cohesiva en momentos importantes pierde apoyo. Cierto, la ciudadanía no tiene por qué conocer las plataformas ideológicas, pero sí distingue entre temas que tienen un mayor perfil público. De la misma forma, exhibir divisiones ya sea al interior de partidos, coaliciones e incluso entre candidaturas a la presidencia y los partidos que dicen apoyarla, como vimos hace unos días en la primera “Mañanera” de Xóchitl Gálvez.

Lamentablemente, para que haya confiabilidad necesita también existir un programa de gobierno o al menos algún acuerdo sobre temas en común. De lo contrario, cualquier acto se reduce a discursos simplista como estar a favor o en contra del pueblo o de la democracia. En este escenario, pierde el debate y ganan la víscera y los desplantes y bravuconadas.

El pasado martes, las personas legisladoras del PRI declararon que apoyarían al gobierno en sus iniciativas sobre pensiones y reducción de la jornada electoral. De inmediato, los acusaron de ser traidores, esquiroles y haberse vendido a Morena. Aunque su táctica tiene sentido si se le ve fríamente, hay algo muy grave en la jugada.

Para empezar, es probable que el presidente no tiene intenciones en que se aprueben sus iniciativas. Ningún presidente antes que él se hubiera atrevido a presentar reformas constitucionales en la segunda parte de su periodo, y mucho menos enviarlas sabiendo que serían derrotadas, por los costos políticos. Sin embargo, López Obrador ha venido siguiendo esta táctica desde la reforma eléctrica, sufriendo derrota tras derrota, pero manteniendo su popularidad. ¿A qué se debe?

La razón: a él no le importa el éxito en el Pleno, sino mantener una narrativa personal: si sufre derrotas, es porque hay mafias que conspiran contra él y sus buenas intenciones. De esa forma, el rechazo se convierte en un “plan B”, consistente en reformas al marco legal sin el fundamento constitucional. Cuando eso fracasa, recurre al “plan C”: usar el tema en la campaña de 2024.

Sin embargo, no habría éxito si la oposición no acabase bailando al son que toca el presidente. En vez de abrir una discusión sobre los temas, combate un conjunto de propuestas que son tan malas como entendibles y emocionantes con rechazo, marchas, hashtags “pegadores” y encerronas en el Congreso un día antes de las votaciones. De esa forma, terminan legitimando el discurso del gobierno.

Volvamos a la decisión del PRI: bajo lo arriba expuesto, es probable que el presidente se encuentre estirando la liga con una propuesta exagerada e incumplible. Sin embargo, en vez de solo reaccionar, el PRI se suma a la propuesta, sabiendo que muy probablemente está vacía. Pueden los opositores puristas gritar, pero es de los pocos actos de pragmatismo que se han visto en este sexenio por parte de la oposición.

Entonces, ¿cuál es el problema? Que no hay un planteamiento conjunto de los tres partidos que forman la alianza, aunque quizás se vayan a sumar el PAN y el PRD a la iniciativa del PRI. En el mejor escenario, hacen lucir a los tricolores como poco confiables. En el peor, abonan al descrédito del Frente, en un momento donde deberían más bien estar pactando una plataforma común que se concrete en un gobierno de coalición. No se trata solamente de ir juntos, sino que parezcan estarlo en todo.