El teniente de alcalde de París, Gregory Moreau, ha emprendido una campaña inusual: promover una relación más armoniosa entre los ciudadanos y las ratas que habitan la ciudad. En sus salidas públicas, Moreau recorre las calles con su rata ‘Plume’ sobre el hombro, invitando a los transeúntes a reconsiderar la imagen que tienen de estos animales.
Con preguntas como ‘¿Alguna vez vio una rata?’ y mostrando con naturalidad a Plume, el funcionario espera despertar curiosidad y provocar un diálogo sobre la coexistencia urbana.
Según Moreau, las ratas cumplen funciones que suelen pasarse por alto: consume alrededor de 100 toneladas de residuos al día en París, lo que ayuda a evitar que el sistema de alcantarillado se atasque.
Aunque reconoce que es necesario regular su población, Moreau critica los métodos agresivos como el uso de veneno: los califica como crueles, poco efectivos y susceptibles de propiciar la resistencia de los roedores. En vez de eso, propone incentivos para reducir fuentes de alimento disponibles en las calles, de modo que las ratas no encuentren condiciones propicias para multiplicarse.
No obstante, la iniciativa ha despertado críticas. El alcalde de uno de los distritos occidentales de París, Geoffroy Boulard, sostiene que la convivencia con ratas es irreal y que reducir los esfuerzos de exterminio podría representar un riesgo para la salud pública. En su distrito ha colocado trampas que eliminan unos 800 ejemplares al año.
El tema ha abierto un debate en la capital francesa: ¿deben verse a las ratas como un problema a erradicar o como parte inevitable del ecosistema urbano? Mientras tanto, París se enfrenta al reto de encontrar un equilibrio entre seguridad, salubridad y una visión distinta de sus habitantes más incómodos.



