Este martes falleció en Montevideo a los 89 años José ‘Pepe’ Mujica, expresidente de Uruguay, a causa de complicaciones derivadas de un cáncer de esófago, según confirmó el actual mandatario uruguayo, Yamandú Orsi.
El propio Mujica había anunciado su enfermedad meses atrás con una frase que resumía su filosofía de vida: “Al fin y al cabo, que me quiten lo bailado”.
Mujica fue un personaje tan singular como influyente. Exguerrillero tupamaro, pasó 13 años en prisión, dos de ellos en un pozo, durante la dictadura militar (1973-1985). Con la llegada de la democracia, se convirtió en legislador, luego en ministro y finalmente en presidente de la República entre 2010 y 2015.
Durante su mandato, Uruguay impulsó reformas pioneras en la región como la legalización del aborto, el matrimonio igualitario y la marihuana recreativa.
“Está en la meseta, está a término (...) esto tiene un final anunciado”, había dicho hace unas semanas su esposa, la también exvicepresidenta Lucía Topolansky, al hablar de su estado de salud.
A Mujica se le conocía tanto por su legado político como por su estilo de vida austero, sin ataduras al poder ni al protocolo. Vivía en una modesta chacra a las afueras de Montevideo junto a Topolansky, rodeado de gallinas, perros y una huerta. “¡El protocolo, la liturgia del poder y todas esas estupideces me chupan un huevo!”, decía sin rodeos en el libro Una oveja negra al poder.
Durante su presidencia, se mantuvo fiel a su esencia. Usaba ropa deportiva, se desplazaba en un viejo escarabajo Volkswagen y evitaba los lujos. Era habitual verlo recorrer los pasillos del avión saludando a los pasajeros, o cocinando él mismo en la estancia presidencial. “Está claro que no soy un tipo muy preocupado por el protocolo, ¿no?”, reconocía.
En 1970, fue herido y capturado por primera vez. Luego protagonizó una histórica fuga de prisión junto a más de cien compañeros a través de un túnel conectado con el sistema de alcantarillado. Pero no fue sino hasta el regreso de la democracia que recuperó la libertad.
Su figura trascendió fronteras. Fue llamado “el presidente más pobre del mundo”, por donar el 87% de su sueldo a causas sociales y mantener un estilo de vida campesino. Esta singularidad llamó la atención del director de cine Emir Kusturica, quien rodó un documental sobre su vida para transmitir “un legado humanista que trascienda las fronteras”.
Mujica no fue un político común. Tampoco quiso serlo. En un continente donde la pompa suele acompañar al poder, él eligió la sencillez. En vida, se definía como un “sapo de otro pozo”. Y quizá por eso, lo recordarán generaciones dentro y fuera de Uruguay.